18: Hipocresía.

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Un día en la playa siempre era hermoso. No importa cuantas veces lo mirara, no me ha dejado de gustarme. La brisa que caí en mi rostro y el suave viento como la seda acariciando mi cabello y revolviendo sólo un poco hasta el punto de considerarse sexy. El sol, aunque no oscurecía mi piel, Podía sentirlo y era como música. Una suave melodía cálida que abrazaba mi piel.

Y cuando nadaba era lo mejor. Como el agua me engullía rodeándome tan delicioso que unas horas se sentían como solo unos cuantos segundos. Como me sumergía cada vez más resistiéndome a las aguas que querían que saliera a la superficie, como si me protegieran, como si temieran que no pudiese resistir sin oxígeno. Cuando pasaba tanto tiempo bajo el agua, me sentía más ligera que una pluma, era una sensación tan parecida a flotar y a su vez, a volar. No podía describir la paz que me inundaba en esos momentos. Justo como ahora. También el sentimiento indescifrable, como si tuviera una piel nueva para estrenar.

Una limpia, sin impurezas y solo para mí. No es que fuera a compartir mi piel de todos modos, pero era una sensación extraordinaria.

Parpadee sonriendo y estirándome en la cama, me tomo un momento que mi vista se enfocará. La ventana estaba abierta y me incorporé cuando, de nuevo, sentí que no traía puesto absolutamente nada.

Un pequeño pero ayudo dolor se instaló en mis sienes cuando un montón de imágenes llovieron delante de mis ojos. Me levante de la cama y vi en el suelo la ropa que debía de tener puesta, me hinqué agarrándola y la vi completamente destrozada.

Yo...en el bosque, Allen, me caí, y...me golpearon. Lo recordé todo, cada detalle y todos las sensaciones de ese momento.

Mi cabeza no podía estar más revuelta. Estaba tan confundida que el dolor de cabeza aumento cada vez más.

Agarre una toalla envolviendo mi cuerpo y me dirigí al baño fijándome en el espejo. Estaba limpia, donde sentí que me había embarrado de lodo, no había nada. Mire la pierna que había sentido romperse y mi brazo, los dos estaban en perfectas condiciones, ni un solo rasguño.

Puse las manos contra el espejo sobre mi reflejo y cuando las quite vi una pequeña marca, una pequeña cicatriz por encima de mi ceja donde se supone que tendría que estar partido mi cráneo por la mitad.

Donde Allen me había golpeado.

Estaba enojada, confundida y todo era culpa de el. ¿Por que no me decía de una vez por todas que era lo que quería? ¿Por que tenía que confundirme tanto?

Salí del baño vistiéndome ya que de alguna forma mística, de nuevo estaba húmeda y desnuda codos si hubiese tomado una ducha.

Baje cuando ya estuve vestida y encontré un montón de cajas amontonadas en la sala de estar.

-¿Ya volviste?- Papá apareció de la cocina con un trapo limpiando sus manos. Fruncí el ceño y señale a las cajas con una expresión de desconcierto.

¿Acaso mi razón para vivir era estarme confundiendo cada vez más?

-Ah, ya lo notaste.- Dijo como si eso fuera sorprendente. ¿Quien no iba a notarlo? Un pensamiento cruzo mi mente...

¿Y si regresábamos a Miami?

Me volví hacia mi padre emocionada.

-¿Nos mudamos?- Mi voz sonó aguda, abrace a papá por la cintura y enterré mi cara en su pecho. El olía a hospital pero se mezclaba con su colonia, así que su olor no era desagradable.

-Layla, cariño...- Esperanza floreció en mi corazón tan fuerte que me costaba contenerme de ponerme a gritar y saltar. Nos regresábamos a Miami, al sol, regresaría a mi antigua vida, una donde nadie quiera matarme. Mi sonrisa se borro ante ese último pensamiento.

Alas y sangre (Editando)Where stories live. Discover now