40. La merienda

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Gio y yo fuimos citados a las tres de la tarde en el Salón del té. El conde de Vavan está de visita y la condesa solicitó una exposición de las mejores telas con las que Gio trabaja, porque quiere que entre todos escojan la decoración del Salón de banquetes para el día de la boda. Nadie menos que yo quiere estar ahí, pero estoy obligada a hacerlo.

Gavrel no ha vuelto a la biblioteca o a mi habitación desde que Farrah "sabe". ¿O será que no ha vuelto porque la cuestión de los soldados capturados lo tiene ocupado? No sé cómo sentirme respecto a eso. Tendré que abortar la misión de sacarle información sobre los interrogatorios. Es lo mejor, tengo miedo de encontrarme con Farrah desde que tomó una actitud más condescendiente con su situación.

Poco antes de las tres de la tarde una sirvienta viene por mí. Ella me guía por los corredores. 

—¿El Salón del té está aquí? —pregunto, con desconfianza.

Yo sabía que el Salón del té está en otra dirección, pero la sirvienta y yo estamos caminado por el corredor de los aposentos de la familia real.

—No vamos al salón del té —titubea ella, preocupada. Y me preocupa también.

—¿A dónde vamos?

—Sólo sígame, señorita.

Esto no luce bien. 

Pasamos frente a la habitación de Isobel y nos detenemos una puerta antes de la habitación de Gavrel. ¿Quién duerme aquí? Cuando la sirvienta abre la puerta escucho una risa que de inmediato reconozco. Sasha. Pero no está solo, el rey Jorge y la Rata están con él. No, otra vez no. Miro Sasha el al rey Jorge, sintiendo miedo.

La sonrisa de Sasha desaparece cuando me ve. —Olvídalo. Déjala ir —dice. 

Él, la rata y el rey Jorge estaban jugando póquer.

Yo intento volverme para huir, pero la Rata se apresura a bloquearme el paso. Intento gritar, pero no sale nada de mi boca. Estoy entrando en pánico.

—¡Déjala ir, dije! —insiste Sasha, mirando molesto a la Rata.

—Nada de eso, voy a terminar lo que empecé —espeta Jorge, poniéndose de pie.

—No —susurro, temblando. La Rata me dedica una sonrisa malévola.

Estoy perdida.

O eso creo hasta que Sasha levanta sus brazos como si se rindiera. —Bien, quédatela —dice a Jorge—, y juega con ella, pero asume tú solo las consecuencias. Yo. Me. Voy —Y aunque camina hacia la puerta, se vuelve cuando el rey Jorge exige una explicación—. Oh, yo no puedo decírtelo y créeme, tú no quieres saberlo.

Jorge se cruza de brazos. —No te creo nada.

Sasha le dedica una mirada angelical. —¿Cuándo te he mentido, papi? —Jorge arquea una ceja y Sasha pone los ojos en blanco—. Bien. No importa. Sabes que tendrás que creerme. Zandro, suelta a la chica.

Zandro duda y se vuelve al rey. —¿Señor?

—No la sueltes hasta que este idiota diga por qué —sentencia Jorge.

Le dedico una mirada de urgencia a Sasha. Ayúdame. Sin embargo, él está observando con un aire coqueto sus uñas. 

—Bien. Hablaré —dice—. Se está acostando con Gavrel, ¿de acuerdo? Él ya le quiso cortar la polla a Baron por intentar visitarla. Así que si tú amas tu polla... —Zandro no lo piensa más y me suelta al escuchar la mención de Gavrel—. ¿Ves, padre?—ríe Sasha—. Zandro si sabe con quién se mete.

Crónicas del circo de la muerte: Reginam ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora