017.

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Un beso podía tener tremendas repercusiones en el trato de dos personas. Jimin y Jungkook estaban viviendo lo anterior de manera cruda.

Al otro día, después de compartir el espacio personal el uno con el otro, despertaron casi al mismo tiempo. Los dos traían las mejillas sonrosadas debido al silencio incomodo que se había instaurado entre ambos y ninguno fue capaz de hacer algo al respecto. Como dos cobardes mantuvieron sus miradas fijas al piso hasta que Jungkook escapó balbuceando algo hasta el baño.

Durante la mañana mientras el castaño se bañaba Jimin ordenó la habitación y dejó el sofá-cama de vuelta a su escondite en deposito junto a las demás cosas olvidadas. Cuando volvió a subir hasta sus aposentos Jungkook ya estaba con la mochila sobre sus hombros surrando algo que apenas se le logró entender para luego casi correr hacia la salida de la casa. El más bajo se le quedo viendo sin saber como sentirse en realidad.

Y la semana estuvo aún más rara.

Jimin se presentó al gimnasio solo por curiosidad, no tenía idea si después de lo que había pasado aquel acuerdo del entrenamiento seguiría en pie pero acudió de todas formas. Apenas vio a Jungkook colocando el saco de boxeo sujeto de la barra el estomago se le lleno de mariposas y las manos le temblaba ligeramente. Pensó que allí hablarían de lo ocurrido.

Pero no.

Se le acercó sin decir nada y así se mantuvieron practicamente. No hubo un cómo estas o alguna conversación. Jungkook le indicaba los ejercicios que debía hacer y le corregía las posiciones al lanzar puñetazos sin tener mucho contacto con Jimin. Este último estaba hecho un mar de nervios y ni siquiera sabía qué hacer ante la actitud fría del castaño.

Sí, tenía claro que lo más probable era que Jungkook no sentía lo mismo por él pero de todas formas no se arrepentía de haberlo besado. Los labios del castaño eran suaves como crema batida y si el no correspondía sus sentimientos, al menos, Jimin contaba con aquellos recuerdos. Aunque muy dentro de su interior necesitaba una explicación por muy simple que fuese.

Así pasaron los días. Lo único que escuchó por parte de Jungkook era el número de repeticiones que le mandaba a hacer. Ya cuando llegaba el momento de irse el castaño ordenaba sus cosas, bajaba el saco de boxeo y se despedía con un asentimiento de cabeza. Jimin siempre se le quedaba mirando hasta que desaparecía por la puerta, suponía que el castaño no tenía idea de que se llevaba su corazón consigo.

El viernes llegó a su casa fatigado y sin ganas de nada, su madre lo recibió con un sándwich sobre la mesa que no sirvió para subirle el animo pero si para combatir la fatiga y se quedó divagando en silencio un buen rato.

– Supongo que invitaras a Jungkook a la cena especial por tu cumpleaños, ¿no?

Las palabras de su madre logran hacerlo atragantarse mientras bebía un poco de zumo. Jimin bajó la mirada porque ahora ni siquiera podía contar con Jungkook como un amigo.

– No creo que él pueda venir –responde lo más indiferente posible aunque le queda fatal.

– Invítalo de todas formas, Minnie. Es un chico muy educado y aquí siempre estamos solamente los dos para celebrar. Estaría bien tener a alguien más para que no te veas obligado a compartir solo con tu madre.

– A mí me gusta estar contigo –se defiende mientras da otro mordisco al sándwich.

– Lo sé, pero te vi tan feliz con ese chico... Se nota que la pasan bien juntos.

A Jimin se le estrujo el corazón al oír eso. Claro que lo pasaba bien al lado de Jungkook, era la primera persona con la que compartía más de dos palabras y no se alejaba de el como si tuviese la peste. También estaba el hecho de que cada vez que lo miraba su estómago se volvía un revoltijo de mariposas, haciéndole actuar aún más tímido de lo que ya era. En definitiva disfrutaba del tiempo con Jungkook, pero parecía que todo se había arruinado después del beso.

Agridulce ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora