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Hace mucho tiempo atrás.

Sus padres le habían comprado una mesa pequeña y una silla que hacía juego totalmente perfectos para su altura a los cuatro años de edad. Se suponía que allí debía dibujar o simplemente jugar con el montón de juguetes de acción que recibía para su cumpleaños o para navidad, siguiendo la línea de comportamiento que un niño tenía conforme crecía...

Pero Jimin era distinto, siempre lo fue.

— ¿Un poco más de té, Princesa Chanmin?

Tenía su delgada pierna derecha sobre la otra y estaba bastante concentrado en servirle té (agua de la llave) en un vaso de plástico a su osito de peluche con la tetera vieja que su madre había comprado para la casa hacía años atrás y que ahora no ocupaba porque ya tenía una nueva en la cocina. Era un juego improvisado pero que a Jimin le hacía muy feliz, no como esos muñecos de acción grotescos que no le gustaban para nada.

— ¿Qué dices, Princesa Chanmin? ¿Esta muy caliente el té? 

Jimin era lo que todos llamarían un "afeminado de nacimiento". Siempre destacó por identificarse con las cosas que supuestamente solo las chicas debían usar y se interesaba más en el arte que en los deportes. Además de eso su apariencia también era varias veces confundía con la de una chica gracias a su baja estatura, cuerpo delgado, mejillas regordetas y cabello ligeramente largo mantenido así por su madre (y por las súplicas que el hacía de jamás cortarlo). En la calle siempre felicitaban a sus progenitores por la bella niña que estaban criando, aunque solo uno se alteraba y dejaba bien en claro que el era un chico.

— ¡Joder, Jimin, otra vez!

La voz de su padre le hizo derramar el agua que había puesto en la vieja tetera sobre su mesita. Jimin siempre se asustaba cuando el gritaba porque sabía que lo castigaría como lo hacía cada vez lo encontraba haciendo cosas de niñas. Su padre odiaba las cosas femeninas, odiaba el rosa y todo lo que le hacía feliz.

— ¡¿Cuando será el día en que aprendas?!

Con dureza le separa las piernas y tira al piso todos sus juguetes con los que estaba tomando el té. Es ahí cuando Jimin comienza a llorar con fuerza gracias al susto que le había generado ver a su padre tan descontrolado. En el fondo aunque tan solo fuese un pequeño de cuatro años se cuestionaba a sí mismo por qué era así, porque no podía hacer todo lo que su padre decía para que así lo quisiese y no ganarse esas horribles reprimendas que han triste le ponían.

— ¡Así se sientan los hombres, entiéndelo!

Pero la verdad era, aunque su padre no quisiera verlo, que Jimin nunca quiso ser un hombre...

El quería ser una princesa igual que su osito.


• • •


Su parte favorita del día eran las clases de ballet. Las esperaba con ansias y siempre le pedía a su madre que lo llevase más temprano para poder ocupar el estudio haciendo volteretas mientras las demás niñas llegaban. Obviamente el era el único chico allí, pero la miradas extrañadas de las madres de las otras bailarinas no mermaban ni un poco la felicidad que le daba bailar como una verdadera princesa. Jimin tan solo se concentraba en ser el mejor durante las lecciones y su profesora siempre le felicitaba por el esfuerzo que ponía ora eso.

— Por favor, mami —había pedido un día mientras estaba en los brazos de la señora Park—. Todas las niñas tienen uno, son muy lindos.

Fue así que su madre le hizo un bello tutú color rosa pastel que llevaba pequeños brillitos incrustados en la tela y con el que fue a sus siguientes clases ganándose varios elogios por parte de su profesora y compañeras.

Agridulce ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora