Finale.

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Porque después después de un final feliz la vida siempre continua su curso.






— ¡Ven aquí revoltoso!

En ese momento un hombre sale corriendo detrás de un perro que parecía no tener ni la más mínima intención de hacerle caso a su dueño. El animal daba vueltas por el césped sin importarle que el hombre estuviese haciendo un esfuerzo sobre humano por alcanzarlo. Se escuchaban los gritos del dueño del perro y los ladridos de este último como si se burlase. La escena era extraña, sobre todo porque detrás de ellos iba otro hombre, pero de cabello rubio y vestido con un un enorme abrigo rosa pálido para protegerse del frío, riendo a carcajadas.

— ¡Si sigues persiguiéndolo así mas va a correr! —Grita el rubio y el hombre detiene su marcha para dejarse caer sobre el césped del lugar como si le hubiesen pegado un tiro.

El perro, que en ese minuto estaba lo bastante lejos como para verse pequeñito, se da cuenta que su dueño ya no lo persigue y también se detiene. En menos de unos segundos se devuelve de golpe para llegar hasta el hombre que estaba con los ojos cerrados fingiendo un desmayo. Lo olisquea y mueve con su hocico, pero nada. Solo cuando el perro empieza a aullar preocupado su dueño abre los ojos y lo agarra del arnés.

— ¡Te he atrapado!

El animal no se queja, simplemente empieza a lamer la cara de su dueño con mucho cariño. Es ahí cuando el hombre rubio los alcanza y le regala una sonrisa a ambos al ver tan tierna escena.

— Deberían dejar de comportarse como niños o no llegaremos nunca.

El hombre más alto le pone la correa al perro una vez más al escuchar eso y luego se levanta para darle la mano al rubio que apoya la cara en su hombro. Estando todos allí parece el momento perfecto para tomar un retrato familiar.

— Pues vamos, ya queda poco, Mariposa. Tu madre nos espera.

Jimin sonríe y todos comienzan a caminar al mismo ritmo esta vez.

El tiempo es relativo, siempre lo ha sido. Pasa volando cuando menos lo esperas y diez años pueden irse en un abrir y cerrar de ojos. Eso había sucedido con ellos. Dentro de unos meses se cumplirían once años desde que habían salido del hospital juntos y seguían igual, sin darse tregua alguna. Jungkook se había recuperado casi por completo, a pesar de que varias cicatrices habían quedado en su espalda a causa de la operación, y hasta ese día le agradecía a Jimin por ello. Después de que el castaño fue dado de alta las cosas comenzaron a cambiar de a poco, pero esta vez nada los ahuyento y se tomaron de las manos para comenzar a formar un camino juntos.

Jimin logró entrar a una Universidad en la capital. Se convirtió en profesor de Literatura y estaba profundamente enamorado de su trabajo. Durante su tiempo de estudiante fue a vivir por un año con su padre. Le costó bastante tomar aquella decisión, pero tanto Jungkook como su madre le apoyaron a pesar de que eso significaría que apenas los vería hasta terminar la Universidad. De todas maneras se embarcó en ello por su futuro y con el tiempo comenzó a construir una nueva relación con el señor Park, quien ahora respetaba a su hijo en todo lo que era y deseaba ser.

Las cosas mejoraron aún más después de su primer año en Seúl. Jungkook, que se había quedado en la ciudad natal de ambos y a quien veía durante las vacaciones y en algún fin de semana donde alguno de los dos viajaba para ver al otro, llegó un día a la puerta de la casa de su padre con una propuesta bastante clara y directa.

— Me han aceptado en la Academia de Arte, pero tengo un problema. Necesito un rommate para arrendar un apartamento, ya sabes como esta la economía. ¿Conoces a alguien interesado?

Agridulce ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora