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capítulo once

𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐈: 𝐂𝐇𝐔𝐂𝐊'𝐒 𝐍𝐎𝐓𝐄𝐁𝐎𝐎𝐊

El bar estaba más lleno de lo usual y a Lisa le costaba seguir el ritmo de los pedidos, confundiéndolos y trastabillando al caminar entre las mesas. Su nuevo compañero de trabajo, Kian, que la observaba desde detrás de la barra, reía al ver a Lisa disculparse con los clientes.

—Podrías dejar de reírte de mí y ayudarme —habló fastidiada recogiendo un nuevo pedido.

—Es más divertido verte tartamudear cuando te reprochan haberles llevado el pedido incorrecto.

Lisa chasqueó la lengua mientras volvía a comprobar el papel con el pedido y la mesa a la que tenía que llevarlo. Miró mal a Kian una última vez y se encaminó a la mesa correspondiente. Antes de que pudiera apoyar la bandeja en la mesa tres –donde la esperaba una pareja de ancianos confundidos– oyó una voz a sus espaldas. Se giró al percibir la risa burlona del chico del uniforme ridículamente ajustado que lo hacía lucir como un cono de helado de vainilla.

—Esa es la mesa tres, la cinco está allí —Kian señaló con la cabeza una mesa en la dirección opuesta.

Lisa agachó la mirada avergonzada y, tras disculparse inútilmente con la pareja sexagenaria, se dirigió a la mesa correspondiente. Al regresar a la barra, Kian trató de consolarla. Toda aquella situación parecía superar a la pobre Lisa que, apenas llevando tres días trabajando en el Pop's, y a se estaba arrepintiendo de haberse presentado para el puesto. El único motivo que la mantenía allí era el dinero que debía recaudar para devolver hasta el último céntimo que Hermione había invertido en ella. Kian le sacudió el pelo levemente y le sonrió mostrando una perlada fila de dientes. Lisa pudo sentir como se le aceleraba el pulso.

—¿Sabes? Podemos hablar con Pop para arreglar este asunto. Tú puedes quedarte tras la barra y atender a los clientes desde aquí. Yo repartiré los pedidos, conozco el bar mejor que tú.

Lisa apreció enormemente la propuesta de Kian y asintió con un brillo emocionado en los ojos. En cualquier otra situación se habría lanzado sobre él para estrecharle en un abrazo agradecido, pero estaban en el trabajo y debía contenerse. En su lugar accedió a estrechar su mano con la Kian, sellando aquel pacto.

—Pero eso será otro día. Tu novio te está esperando.

Señaló una mesa a las espaldas de Lisa y la chica en seguida se giró para mirar por encima de su hombro. Jughead miraba fijamente la pantalla de su portátil, concentrado en lo que tecleaba y solo descansando para crujirse los nudillos.

—Jughead no es mi novio.

La sonrisa boba en el rostro de la chica le hizo saber a Kian que, si bien aquello era cierto, el moreno del gorro de lana, estaba ganando terreno en el campo de batalla. Debía esforzarse más. Hundió su índice en el hoyuelo que se había formado en la mejilla de Lisa por aquella mueca y enseguida la hizo desaparecer. Ella carraspeó y se colocó el pelo nerviosa en un intento por cubrir sus mejillas encendidas.

—Mesa siete. Batido de chocolate y hamburguesa —enumeró colocando un plato cargado de patatas fritas, además de una hamburguesa de dos pisos, y una copa extra grande de batido de chocolate. A esto le añadió un batido de fresa especialmente para Lisa—.Ve. Yo te cubro si viene el jefe.

Lisa caminó hacia la mesa siete, esta vez sin confundirse. Posó la bandeja sobre esta, pero el chico no la vio. Tampoco pareció escucharla por culpa de los auriculares en sus orejas. La mano de Lisa se coló en su visión y enseguida se retiró los auriculares y cerró su portátil de golpe, asustando a la joven.

—Ho-Hola. ¿No deberías estar trabajando?

—Si quieres me voy.

Hizo el amago de marcharse, pero enseguida notó cómo la mano de Jughead se afianzaba a su muñeca, deteniéndola. Los ojos de ambos viajaron al agarre, sintiendo como el corazón les latía mil por hora y sus rostros se calentaban. Un tercer espectador farfullaba todo tipo de maldiciones mientras limpiaba la barra sin prestar atención a lo que hacía realmente. Rápidamente el regaño de su superior le hizo volver a la realidad y despegar la atención de la parejita.