capítulo catorce

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐈𝐕: 𝐒𝐎𝐔𝐓𝐇𝐒𝐈𝐃𝐄 𝐒𝐄𝐑𝐏𝐄𝐍𝐓𝐒

Había pasado una semana desde que se había descubierto el cuerpo inerte de Jason Blossom. Y su muerte, si bien no era la primera que caía sobre Riverdale, tampoco sería la última, pues el autocine Twilight, parte de la historia de la ciudad, cerraría de manera definitiva cuando más falta el hacía a la población. Con el sheriff Keller llamando a cada puerta y todos sospechando de todos, el pequeño municipio se parecía cada vez más a Salem durante la caza de brujas. Riverdale parecía cada vez más sumida en las sombras y solo el autocine Twilight podía calmar las aguas en un momento como aquel.

Por si fuera poco, los problemas también parecían perseguir al grupo de amigos. El ambiente cada vez estaba más tenso entre Lisa y Jughead, quienes no se habían atrevido a mirarse a los ojos después de lo sucedido en la noche del evento de la alcaldesa. Por otra parte, Betty y Archie parecían más distantes que nunca. La rubia había descubierto información sobre su amorío prohibido con la profesora Grundy, lo que había hecho que viera con unos ojos muy diferentes a Archie. Betty había escuchado que la señorita Grundy estaba presente cuando el arma se disparó el cuatro de julio, ella lo había vivido todo desde la misma orilla del río Sweetwater, y sospechaba que no había estado sola. Temía que Archie estuviera más involucrado de lo que creía en la investigación del asesinato.

Lisa observaba desde la barra del bar como Jughead tecleaba desganado en su portátil. Estaba más desconcentrado de lo normal, más decaído. Y es que, definitivamente, si había alguien a quien le había afectado el cierre del autocine había a Jughead. Quería hacer justicia, luchar por el destino del autocine, pero tenía la mente en otro lugar. En un par de labios rojos fuego y suaves y delicados, para ser más concretos. Aún no había superado lo sucedido con Lisa. Le costaba creer que aquel beso realmente hubiera sucedido, aún más después de notar el comportamiento de la chica, que parecía haberlo olvidado. Nada más lejos de la realidad. Lisa no había dejado de reproducir ese momento en su memoria desde el mismo instante en el que se había despedido de Jughead para entrar en casa. Cada noche la sonrisa de Jughead era lo último en lo que pensaba antes de caer dormida con una en su cara.

—¿Qué pasa, Li-li? Te veo más callada de lo normal.

La chica rodó los ojos al escuchar la voz de Kian a sus espaldas. Tampoco había sido capaz de olvidar haber visto a su amigo disfrutando como nadie del tiempo con Chuck y el resto de perros del equipo de fútbol. El chico, reposado sobre la barra del lado contrario a Lisa, la observó limpiar con una bayeta húmeda la superficie de madera, esquivándolo y sin detenerse a prestarle atención. Lisa bufó enfadada y lo encaró con el ceño fruncido.

—¿Qué quieres?

—Que me digas por qué estás así conmigo. Siento que he hecho algo mal, pero no sé el qué.

—Te creía más inteligente, al menos lo suficiente como para saber que juntarse con gente como Chuck no es lo más sensato.

Kian abrió los ojos como platos y se llevó una mano a la barbilla. Al final resultó que la chica que vio en la salida del evento sí era Lisa. Llegó a creer que era su mente jugándole una mala pasada por culpa del alcohol. Asintió lentamente mientras se perfilaba el labio inferior con la punta de su lengua.

—No sabes de lo que estás hablando, Lisa.

—Sé lo que vi. Y te vi a ti, junto a Chuck y todos esos perros rabiosos, borrachos como cubas y riéndoos de solo Dios sabe qué. Son asquerosos, y no creí que tú fueras igual. No me hagas hablar del estúpido cuaderno de Chuck.

—Oh, te refieres a ese cuaderno del que desapareciste por arte de magia. Bien, me presento: soy el mago Kian Clark. Un placer.

Kian acostumbraba a ser un chico sonriente y bromista, pero en aquella ocasión se mostró bastante serio. Las palabras de Lisa le habían herido. Y es que él jamás haría algo que pudiera herirla o afectarla en ninguna manera. Lisa lo notó y enseguida se arrepintió de haber sido tan dura con él. Dejó la bayeta a un lado y, se acercó al chico.

BURNING RED » jughead jones ✔Where stories live. Discover now