EPÍLOGO

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𝐄𝐏𝐈𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄: 8 𝐘𝐄𝐀𝐑𝐒 𝐋𝐀𝐓𝐄𝐑

El teléfono no paraba de sonar en la otra punta del piso. Jughead se removió cansado en la cama, sin llegar a abrir los ojos. Dejó que el contestador hiciera su trabajo. Cuando sonó el pitido la voz de su ayudante, Leith, retumbó en toda la suite.

—¿Se puede saber dónde demonios estás? La firma empieza en menos de media hora. Ya está todo el equipo de prensa aquí, solo faltas tú.

—La firma.

Se pudo en pie como si hubiera saltado un muelle y comenzó a vestirse con lo primero que sacó de la maleta. Acostumbraba a cargar lo mínimo cuando viajaba, aún más cuando iba a otro continente. Terminó de abotonarse la camisa mientras enjuagaba su boca y hacía gárgaras. Se peinó la maraña de rizos de mala manera y la cubrió con una boina color beige, a juego con sus pantalones de lino. Por último, se recolocó las gafas sobre el puente de la nariz y colgó su bolsa de cuero sobre su hombro. Cuando salió del hotel ya había un Uber esperándolo. Saludó amablemente al conductor y procedió a avisar a Leith de que estaba de camino a la librería en la que llevaría a cabo la última de su firma de libros, al menos por una temporada.

Hacía menos de un año desde que había publicado su primer libro, uno en el que había estado trabajando por mucho tiempo y del que estaba enormemente orgulloso. No, no por la cantidad de premios que había recolectado gracias a él, tampoco por la cantidad de contratos y ofertas que le habían ayudado a recaudar, sino por lo que significaba, por quién lo había inspirado y a quién estaba dedicado. Burning Red había comenzado como una novela cerrada y fría, centrada en el asesinato de un joven de su antigua ciudad, pero tomó un giro brusco cuando una joven de labios rojos y ojos de carbón apareció para darle una vuelta de ciento ochenta grados.

El vehículo se detuvo frente a la fachada de la librería en la que se llevaría a cabo la firma y Jughead no pudo evitar sonreír al ver la portada de su libro expuesta en el escaparate, así como dos réplicas mucho más grandes alzándose a ambos lados de donde él estaría sentado.

—¡Ya era hora!

Las manos de Leith se cerraron alrededor de uno de los brazos de Jughead y tiraron de él hasta que estuvo sentado en su lugar correspondiente. La mujer comenzó a parlotear sobre los planes para era mañana.

—Primero tendrás una pequeña rueda de prensa, nada demasiado formal. Entonces una lectura del libro y luego, al final, la firma. ¿Estamos?

Jughead asintió en silencio y observó a su alrededor, admirando a los primeros fanáticos, así como a los periodistas. Hubo un rostro entre todos aquellos que le resultó vagamente familiar, pero antes de que le diera tiempo a detenerse a pensar en él, la rueda de prensa ya había comenzado. Las preguntas no fueron nada que no hubiera escuchado antes; cómo se sentía ser uno de los autores más jóvenes en lograr batir récords memorables; cuál había sido la mayor inspiración a la hora de escribir su obra; si tenía algún futuro proyecto en mente.

—¿Se arrepiente de haber impedido que Lina y Joseph permaneciesen juntos después de todo lo que habían pasado juntos?

—En absoluto. Algunas veces eso es lo mejor. Por mucho que les doliese separarse, era lo mejor para ambos.

Finalmente llegó la hora de firmar. A Jughead le gustaba tomarse su tiempo para saludar a sus fanáticos, responder algunas preguntas y, en general, agradecer el apoyo. Firma aquí, sonríe para la foto, soporta el coqueteo descarado de algunos y algunas de los fans. A pesar de todo, Jughead no borró la sonrisa ni un solo momento. Así pasaban los minutos y las horas, hasta que tan solo faltaron diez personas. Jughead estaba comprobando la hora en su teléfono cuando una mano temblorosa deslizó un ejemplar de Burning Red sobre la mesa. Jughead lo abrió sin levantar la cabeza y se dispuso a firmarlo.

—¿A nombre de quién?

—Lisa Brook.

Una hermosa joven de pelo castaño corto, algo por encima de los hombros, y liso, estiró sus finos labios cubierto de brillo de cereza en una sonrisa dulce y melancólica. Jughead tragó duro sin poder creérselo, alzó su mano y con el dedo índice trató de retirar uno de los mechones de pelo de su rostro para poder admirarlo con más claridad. Ella cerró los ojos y dio un paso atrás, anonada por la extrañada cercanía.

—No lo puedo creer...

—Hola de nuevo, Juggy.

—¿Eres... Eres real? —Lisa dejó escapar una risa adorable y asintió en silencio.

—¿Qué te parece si cuando termines aquí vamos a tomar un café y nos ponemos al día? Estoy segura de que ambos tenemos muchas cosas que contarnos.

—Me encantaría, Lisa.

BURNING RED » jughead jones ✔Where stories live. Discover now