capitulo doce

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐈𝐈: 𝐑𝐄𝐃 𝐃𝐈𝐕𝐀

Tras lo sucedido en el instituto Betty había organizado una noche de chicas a la que Lisa, sorprendentemente, también había estado invitada. Veronica, Betty y ella habían pasado la noche hablando por una vez sin discutir, sin miradas asesinas ni malos comentarios. Se había sentido tan irreal para Lisa, que a la mañana siguiente se preguntó si realmente no había sido todo un sueño. Cuando bajaron a la cocina a desayunar, la simpatía de la mañana anterior parecía haber desaparecido, al menos entre Veronica y Lisa. Sin embargo, la amiga rubia había sido la encargada de mantener las aguas calmadas la mayor parte del tiempo.

La tarde había caído y las tres chicas hablaban mientras probaban algunos de los nuevos productos de maquillaje de Veronica. Betty descansaba sentada frente a su tocador mientras se dejaba maquillar por la Lodge. Lisa las observaba atenta, maquillando su propio rostro. A los pocos minutos, Veronica abandonó el cuarto con la excusa de que debía ir al baño. Conforme los segundos pasaban el ambiente se tornaba más y más tenso. Ambas caminaban con pies de plomo por miedo a decir algo que molestara a la otra y provocara una nueva discusión.

Lisa recorría el cuarto, observando cada rincón cono ojos críticos. Aquel le pareció el papel de pared más hortera que había visto en mucho tiempo, aunque debía admitir que quedaba bien con la imagen dulce y aniñada que desprendía la habitación en general. Los muebles estaban cubiertos de una capa de pintura blanca que comenzaba a desconcharse en algunos puntos y bajo sus pies descansaba una alfombra grisácea de pelos que resultaba reconfortante y divertida. Sin duda, aquello fue lo que más le gusto del cuarto. Las estanterías estaban repletas de libros, revistas y CDs de grupos de los 90.

Betty observó a través del espejo a Lisa antes de concentrarse de nuevo en el maletín de maquillaje sobre su tocador. Con las puntas de sus dedos rozón los pintalabios buscando la mejor opción. Dio con un carmín rojo pasión que llamó su atención y, sin dudarlo, lo deslizó sobre sus tiernos y delicados labios. Lisa enseguida asintió ante la opción. El rojo era su color favorito y debía admitir que favorecía la piel clara y los ojos azules de Betty. Sonrió señalándose sus labios y la rubia asintió complacida al darse cuenta de que se trataba del mismo color.

De repente la puerta del cuarto se abrió y por esta apareció la señora Cooper. Lisa se alejó del tocador y trató de lucir lo más correcta posible. Hermione le había hablado de aquella mujer, y no muy bien. La señora Lodge siempre se quejaba de lo entrometida y repelente que podía resultar la madre de Betty.

—Hija, el rojo pasión no te favorece —Alice Cooper pasó por alto la presencia de Lisa y se acercó a su hija. Posó sus manos en los hombros de la joven y le dio un leve apretón—. Te tengo dicho que es un color de prostituta.

Un jadeo asombrado se escapó de entre los labios de Lisa. Disimuladamente se llevó na mano a la boca y se tocó estos. Alice la miró por encima del hombro con una mueca de desagrado.

—A Polly le encantaba este color.

—Tu hermana tenía gustos peculiares.

—Mamá...

—Yo creo que te favorece, Betty —habló al fin la morena. Alice se alejó de su hija para encarar a Lisa. Se cruzó de brazos frente a ella, pero la chica no se amedrentó.

—¿Tú quién eres?

—Lisa, señora. Encantada.

—Oh, tú eres la chica de Hermione Lodge. Estaba deseando conocerte. Ahora que te veo de cerca... Es asombroso el parecido con tu padre. Cuando oí que Hermione había vuelto a la ciudad no podía creérmelo. ¡Mucho menos que vendría con regalo sorpresa!

—Pues aquí me tiene. En vivo y en directo.

Alice Cooper se acercó peligrosamente a la joven. La miró fijamente a los ojos, buscando algo que ni siquiera ella sabía. Esperaba encontrar algo que le dijera que aquella era realmente la niña de la que tanto había deseado oír, aquella que sin intentarlo traía a su memoria un tsunami de recuerdos que creía enterrados en el fondo del mar. Cuando Lisa creyó que la echaría de su casa, Alice se giró hacia su hija y, con una toallita desmaquillante y sin un poco de cuidado, restregó el pintalabios hasta hacerlo desaparecer de los labios de Betty.

—¿Nos acompañarás al evento de la alcaldesa?

—No.

Lisa se preguntó si el comportamiento infantil y sumiso de Betty florecía del maltrato de su madre. La manera en la que Alice se dirigía a su hija, no era la más adecuada. Y lo sabía por pura experiencia. No pudo evitar compadecerse de Betty por tener que soportar aquel comportamiento por parte de su propia madre día tras día. Lisa había tenido la suerte de ser rescatada a tiempo, pero Betty ya no tenía escapatoria.

Alice se llevó con ella el pintalabios rojo y le tendió a su hija uno de tono rosa claro. "Perfección rosa" se llamaba. Betty lo miró con los ojos repletos de lágrimas que se morían por escapar de sus ojos, en contra de la resistencia que ella oponía para guardarlas.

—Chica mala, Betty. Eres una chica mal —se repetía una y otra vez con la mirada puesta en la mancha roja que había quedado alrededor de su boca como reacción al frote de la toallita.

Tan vulnerable, tan frágil. Lisa jamás había visto a Betty Cooper y si alguien le hubiera dicho que la chica dulce e infantil que ella conocía como Betty, estaba tan rota por dentro, no se lo habría creído.

—Ten. Póntelo cuando hayas salido de este sitio.

—Gracias, Lisa. Te lo devolveré el lunes en clase.

—No te preocupes, tengo cienes de pintalabios como ese. Diga lo que diga tu madre, el rojo es el mejor color para los labios. Favorece a cualquiera. Hazme caso.

—Muchas gracias, en serio.

Lisa le sonrió amablemente y le dio un último apretón en el hombro antes de salir del cuarto. Justo al salir por la puerta se encontró con Veronica, quien parecía sorprendida por haber descubierto a las dos chicas más amigables que nunca. Lisa no se molestó en despedirse de ella, tampoco lo hizo Veronica. Esta miró a Betty con el ceño fruncido y la rubia se encogió en su sitio sin saber cómo explicarle a su amiga que el tratado de guerra contra Lisa que habían firmado cada vez le parecía más estúpido.

Al bajar las escaleras, Lisa se encontró con la señora Cooper, quién estaba preparando la cena antes de partir hacia el evento de la alcaldesa al que Lisa también se dirigía.

—¿Te vas sin despedirte?

—Adiós.

—Tan feroz como tu madre. Sin duda eres su calco.

—¿Qué sabrá usted de ella?

—Más de lo que te imaginas. Dime algo, Lisa, ¿alguna vez te habló de mí?

Aunque trató de ocultarlo, en su tono se filtró un débil tono esperanzado, a la par que melancólico. Lisa torció el gesto, negando débilmente. Aquella mujer no había sido capaz de pensar en su propia hija, ¿cómo iba a pensar en Alice Cooper?

—Buenas noches, señora Cooper.

La mujer mantuvo la mirada fija en la puerta de madera clara incluso cuando Lisa ya había salido por esta. Sonrío triste mientras llegaban a su mente todas las tardes compartidas con la mujer que había despertado tantos sentimientos en su interior. Definitivamente haber visto a Lisa le había hecho daño. Había despertado de nuevo una parte de ella que creía ya muerta.



BURNING RED » jughead jones ✔Where stories live. Discover now