Cuento de la comadre Bath: La disputa entre el fraile y el alguacil

224 5 1
                                    

La disputa entre el fraile y el alguacil.

En cuanto hubo oído esto, el fraile rompió a reír.

—Vamos, señora. Por mi salvación, que éste fue un largo preámbulo para el relato —dijo él.

Pero el alguacil intervino en cuanto oyó al fraile que empezaba a sermonear.

—¡Ved, amigos! —exclamó el alguacil—. He aquí los brazos de Dios. Un fraile siempre tiene que meter sus narices. Mirad, amigos, estos frailes son como las moscas: siempre caen en el plato donde come la gente y se entrometen en todos sus asuntos. ¿Qué es lo que quieres decir, a modo de preámbulo? ¡Pues camina, trota, o siéntate y calla! Con tus cosas estás estropeando la diversión.

—¿Así que es esto lo que piensas, mi señor alguacil? —replicó el fraile—. Bueno, antes de irme, os doy palabra de que os contaré una o dos historias acerca de un alguacil que hará reventar de risa a todos los que están aquí.

—Lo veremos, fraile. ¡Malditos sean tus ojos! —dijo el alguacil—. Pero que me condene si, antes de que llegue a Sittingbourne[199], no os cuento dos o tres historias sobre frailes, que te dejarán lamentando (haber abierto la boca), pues veo que estás perdiendo la compostura.

—¡Silencio! ¡Callad enseguida! —bramó nuestro anfitrión. Entonces prosiguió:

—Dejad que la señora cuente su relato. Os comportáis como si hubieseis bebido demasiada cerveza. Siga, señora; cuente el cuento. Será lo mejor.

—Estoy dispuesta, señor —respondió ella—. Cuando queráis; esto es, si tengo permiso de este buen fraile.

 —Desde luego, señora —replicó éste—. Contad, que escucharé.

Los cuentos de CanterburyWhere stories live. Discover now