Cuento del párroco VIII

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Sigue la gula.

Tras la avaricia sigue la gula, que también va expresamente contra los mandamientos de Dios. La gula consiste en el apetito inmoderado de comer y beber, o bien en satisfacer ese mismo desmesurado apetito. Como bien lo patentiza, el pecado de Adán y Eva corrompió a todo el Universo.

Considerad también lo que San Pablo[622] afirma de la gula:

«Hay muchos, como os decía repetidas veces y aún ahora lo digo con lágrimas, que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. El paradero de los cuales es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y que hacen gala de lo que es su desdoro, aferrados a las cosas terrenas».

El adicto a este pecado de glotonería es incapaz de resistir pecado alguno. Se hallará sometido a la servidumbre de todos los vicios: se esconde y descansa entre los tesoros del diablo.

Este pecado es de varias clases. La primera es la embriaguez, verdadera sepultura de la razón humana. Por consiguiente, cuando un hombre se embriaga, pierde la razón, y esto constituye pecado mortal. Pero ciertamente, cuando uno no está acostumbrado a bebidas fuertes, y acaso desconoce la fuerza, o tiene mareos en la cabeza, o ha trabajado, todo lo cual le ha llevado a beber en exceso, aunque de repente quede embriagado, no comete pecado mortal, sino venial.

La segunda clase de glotonería radica en que la mente se vuelve confusa, porque la embriaguez le despoja de su discreción intelectual.

La tercera clase de glotonería consiste en devorar la comida con modales desaforados. La cuarta surge cuando se perturban los humores corporales debido a haber ingerido alimentos en cantidad excesiva. La quinta es indolencia por el exceso en el beber, razón por la cual a veces uno olvida, antes de la mañana, lo que hizo la víspera o incluso la noche anterior.

Desde otro punto de vista, según San Gregorio[623] hay otras especies de glotonería. La primera consiste en ingerir alimentos antes de hora. La segunda, procurarse alimentos o bebidas excesivamente refinados. La tercera, tomarlos sin moderación. La cuarta, poner gran esmero y cuidado en cocinar y aderezar la comida. La quinta, comer con excesiva avidez. Con estos cinco dedos, la mano del diablo arrastra a la gente al pecado.

Remedio contra el pecado de gula.

Contra la gula, como afirma Galeno[624] existe el remedio de la abstinencia, pero eso no lo considero meritorio si se practica sólo con vistas a la salud corporal.

San Agustín quiere que se practique la abstinencia por virtud y con paciencia. La abstinencia, dice, vale poco si uno la practica con una recta finalidad, y si no se la vigoriza con paciencia y caridad; y si no se lleva a cabo por amor de Dios y con la esperanza de alcanzar la bienaventuranza celestial.

Las compañeras de la abstinencia son: la templanza, la vergüenza, la moderación, la sobriedad y la frugalidad. La templanza, que escoge el término medio en todo; la vergüenza, que evita toda acción deshonesta; la suficiencia, que no busca refinados alimentos o bebidas ni se preocupa de aderezar la comida con exceso; la moderación, que refrena racionalmente el desordenado deseo de comer; la sobriedad, que hace lo propio con el beber; la frugalidad, que modera el placer de estar muellemente sentado durante largo tiempo ante los manjares. Debido a la frugalidad, algunos se colocan, motu proprio, en el último lugar de la mesa. 

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