Cuento del mercader: Epílogo

263 5 0
                                    

Entonces nuestro anfitrión exclamó:

—¡Bueno! ¡Dios sea loado! ¡Que Dios me guarde de una esposa así! Ved qué trucos y añagazas utilizan las mujeres. Siempre, como abejas, laborando para estafarnos, ¡pobres de nosotros! Y siempre retorciendo la verdad, como el cuento del mercader nos ha demostrado claramente. Tengo una esposa, es cierto, y, aunque es pobre, es fiel; pero es una furia y una matraca con su lengua.

»Además, tiene muchos otros defectos; pero no importa, dejémoslo. Pero ¿sabéis qué?, aquí, entre nosotros, ojalá no estuviese unido a ella. Sin embargo, sería un estúpido si os relatase sus defectos. ¿Sabéis por qué? Llegaría a sus oídos; alguien de nuestro grupo se sentiría impulsado a contarlo; a quién, no hace falta decirlo. Las mujeres saben muy bien cómo propalar estos asuntos; sin embargo, no tengo cabeza para contarlo todo, por lo que mi cuento ha terminado.

Los cuentos de CanterburyUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum