Capítulo 9: El reencuentro

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Sam.

Vale, si antes creía que la cosa ya estaba poniéndose de nervios. Ahora, viendo semejante  declaración, comenzaba a ser espeluznante. Mi nuevo acosador me dejaba notas de amor en la entrada de casa. Había quedado prendado de mí desde su última visita.

—Eres mía.

¿Era suya entonces?

¿Propiedad de quién se supone que soy en primer lugar? ¿Para qué? Dudaba que se tratase solo para ir a comer pizza.

Oh. Pero aquel mensaje había sido nada en comparación con la poesía que el tipo hizo durante la madrugada cinco días más tarde.

—Nadie podrá ocultarte. Nadie podrá salvarte.

Te devoraré, L.—

Esa noche no pude conciliar el sueño. No podía parar de darle vueltas a la situación. Analizando y recopilando, tratando de buscar algún detalle que estuviese pasando por alto. Sin embargo, había conseguido exactamente lo mismo que si me hubiese dormido.

Nada.

Por un lado, no hacía falta que nadie me confirmase para quién iban dirigidos esos mensajes. No cuando yo era la única chica que vivía aquí.

Por Dios, y el sujeto se había detenido justo al frente de la cámara. Díganme ustedes mismos si acaso aquello no les eriza los vellos. Habia mirado directamente a través del lente, perfectamente consciente de que estaba siendo grabado y como si fuese él quien pudiese verme.

¿Pero quién era L?

Era una pregunta estúpida, porque obviamente si lo supiera no estuviese en este embrollo en primer lugar.

¿Podría ser que en verdad no se tratase de Luka?

Creer que Luka es el culpable es algo sumamente razonable. Después de todo, las plagas de Egipto habían llegado poco después de que él fuera dado de alta. Por supuesto que, no podía ignorar el hecho de que en ambas oportunidades él tuvo una coartada sólida que lo situó lejos de la escena.

L.

Aquella era la inicial del nombre Luka y consideraba que el muchacho debía ser lo suficientemente listo como para no firmar con la inicial de su propio nombre cuando ya de por sí era un sospechoso.

Observé el paisaje a través de mi ventana, ya era lunes de nuevo y me dirigía a mi instituto. Las monstruosas y sinuosas edificaciones desaparecían a mi alrededor volviéndose borrosas a causa de la velocidad del coche.

Algo no dejaba de olerme a gato encerrado, comenzando por esa llamada anónima. Dejando de lado el hecho de que Luka había estado en casa de una anciana para cuando las cámaras registraron el primer mensaje, aquella persona había dicho que Luka se había ido en el coche de su madre. Auto que no se vio en ninguna de las cámaras de los vecinos, aunque tampoco ningún otro coche a esa hora.

¿Esa llamada era para despistarnos? Podría ser, pero de alguna manera habían atinado con el modelo y el color del vehículo de Estela... No podía tratarse de una simple casualidad.

Aún así, eliminando a Luka de la lista, no tenía ni la más remota idea de quién podría ser L y qué era lo qué le impulsa a moverse.

Lo único en lo que podía pensar era que papá es un tipo de dinero, de esa clase de  presencias poderosas que pasan a tu lado y puedes oler los muchos dólares que cuesta su traje en un solo instante. Y era un hombre muy conocido en el medio, además. ¿Podría ser que todo esto fuese por dinero? ¿Pero  por qué afincarse tanto conmigo? ¿Me consideraban el blanco más fácil?

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