Capítulo 24: El día que salvé a Superman

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Sam.

Era él.

Siempre había sido él. ¿Cómo diablos había podido ser tan ciega? Idiota. Que idiota era. Había estado jugando conmigo toda la estúpida noche y yo caí directo en su tela de araña como una cabezota. ¡Lo había besado! Santo Dios. En verdad, ¿qué había hecho?

Había metido la pata hasta el fondo esta vez.

Esquivé un banco y continué corriendo. Mi cara ardiendo de vergüenza, rabia y miedo. No estaba segura de cuál de las emociones estaba más presente que la otra, pero en definitiva no lograba recordar alguna oportunidad donde me sintiese peor. Me había visto la cara de idiota, y yo sencillamente le dejé ¿cómo es que no me di cuenta? ¡Superman no usa un maldito antifaz!

Basura.

Todo él era basura, basura con la que hasta hace nada había estado ensuciándome, ¿y lo peor? Lo peor era que me había gustado.

Ya estaba cansada. Por fin había llegado al tope de tolerancia que pensaba, había rebasado hace varios meses, pero que por lo visto realmente acababa de hacerlo esta noche, puesto que el dolor de mi pecho era más fuerte que nunca.

Estaba decepcionada, decepcionada porque por un instante había retomado mi vida, solo una noche. Solo eso quería. Y todo había resultado ser un cruel juego.

Tenía que salir pronto de ahí, y la manera más rápida era por el jardín. Necesitaba poner espacio entre el peligro y yo, o más bien, necesitaba largarme de ahí pronto, lo sabía, ya era libre, y era libre gracias a Luka.

Maldije por lo bajo, esa noche lo estaba haciendo demasiado.

No quería irme, o bueno más que querer, no lo sentía correcto. Había enloquecido, eso era un hecho.

Miranda esperaba en mi coche afuera, y con él estaba convencida de que estaría a salvo, pero también estaba convencida de que me acribillaría de preguntas que no estaba con ánimos de responder, comenzando con el porqué de mi estado, mi boca rota y demás. Tenía que decirles lo del ataque, eso no podía negarlo, por supuesto que no sabría cómo explicar mi audaz escape sin tener que mencionar la participación de cierto pelinegro que legalmente no debería porqué estar allí. Tremendo dilema.

¡Ave María! Creí que toda esta tortura por fin había acabado y que quien sea que iba tras de mí se había aburrido o qué sé yo. Puede que sonase egoísta y vil, pero internamente rogaba que se hubiese prendado de otra persona, solo para que me dejase a mí vivir mi vida.

Es un pensar terrible, lo sé, claro que a menos que alguien se encuentre en mi situación, dudo que logre ser capaz de comprenderme.

Miré hacia mi espalda un segundo. ¿Estaría bien de mi parte dejarlo allí solo? Sea como sea estaba en esa situación precisamente por mí, no estoy segura de cómo es que siempre se las arregla, pero esta es la segunda oportunidad en la que aparece en el momento justo que lo necesito. ¿Sería una broma del Universo encomendar a mi cuidado a alguien que temí por años? De ser así, me parecía un humor de lo más negro.

Observé alrededor, buscando mis opciones. No podría avisar a la policía, Luka tenía prohibido acercarse a mí y no es que estuviera cumpliendo mucho esa orden ahora mismo. Llamar a Miranda daría lo mismo que llamar a la policía y yo... Yo no ... Quizás podría...

Dios. ¿A quién trato de engañar? ¡Al carajo!

Volví mis pasos, aún temblando, aún asustada y aún enojada. Pero también determinada.

No podía.

Sencillamente no podía dejarlo solo cuando en primer lugar él estaba allí salvándome.

ObsessionWhere stories live. Discover now