Capítulo 29: Conociendo a las chicas

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Luka.

Le pasé el par de barquillas de mantecado y galletas a Leo a la vez que este se giró al mostrador y las entregó a dos chicos en el otro lado. Suspiré, viéndolos partir hacia unos asientos de la barra del centro. Al fin la eterna cola se había disuelto, hoy era lunes y daba la impresión de que era un maldito sábado.

El ChocoSupervisor carraspeó. —Hoy estás más callado de lo normal. -Me miró mientras ambos tomábamos asiento en un par de banquitos metálicos. —Ni siquiera coqueteaste con la rubia tetona de hace un rato. -Leo es un chico alto, un poco más que yo, delgado de una manera excesiva y nunca dejaba crecer demasiado su cabello negro.

Me elevé de hombros. —Tengo algunas cosas en la cabeza últimamente. -Demasiadas cosas, más bien.

Asintió. —Tiene algo que ver con esa tela que me pediste revisar, ¿cierto? No es que quiera ser entrometido, claro.

Jugueteé con mis dedos sobre la mesa de metal a mi espalda y dónde se encontraban las máquinas de helado. —Algo así, es complicado. -No tenía demasiados ánimos de entablar una conversación en este momento, ni siquiera con él, quien después de descubrirlo con cierta actitud sospechosa con un polvo blanco y su nariz en el baño de empleados se había vuelto algo similar a un amigo, o por lo menos al tipo que podría acudir por un favor que requiriese discreción.

Leo se estiró, viéndose más larguirucho de lo que es normalmente. —Está bien. -Se puso en pie cuando resonaron unas campanitas que anunciaban la entrada de un nuevo cliente. Odiaba aquel maldito sonido.

Sus ojos marrones estudiándome como siempre hacen. —Solo espero que tengas cuidado con lo que sea que estás haciendo.

Me levanté también, observando a una mujer de aparentes treinta detenerse delante de Leo junto con dos niños gemelos con el mismo color de cabello que su madre y más pecas en el rostro de lo que estaba seguro había peces en el mar.

—Bienvenidos a nuestro delicioso mundo de sabor congelado. -Su voz aún más monótona que la mía cuando repetía aquello. No dejaba de preguntarme cómo es que había llegado a ser ChocoSupervisor, y de la diversión precisamente. —¿En qué puedo ayudarle?

La mujer le sonrió, su rostro cansado. —Quiero...

Las siguientes dos horas de mi turno transcurrieron más aburridamente que nunca y estaba seguro de que como siguiera sirviendo tanto helado, mis dedos tendrían sabor. Claro que todo era jodidamente mejor que tener que tratar con el público, por eso no me había quejado con Leo todavía.

Tomé mi descanso en la terraza como siempre y luego bajé a retomar mi trabajo. Todo estaba transcurriendo tan desesperadamente rutinario que me desquiciaba. Eso, sin mencionar las interminables quejas de Oscuro por volver a ver a Sami.

No estaba seguro de qué se trataba, pero últimamente Oscuro había tomado una actitud un poco distinta, ¿más tranquila? ¿Menos agresiva? No estaba convencido a veces. El hecho era que ya no me costaba tanto como antes controlarlo, estaba como... ¿Apaciguado? No lo sé.

Y realmente estaría mintiendo si les dijese que desconozco la causa de este peculiar fenómeno, puesto que tenía nombre y apellido propio, uno que a ninguna hora podía sacar de mi cabeza.

Samanta.

Desde aquella noche algo cambió, no solo entre nuestro trato, sino dentro de mí. ¿Ilógico? Quizás. No obstante, desde que se atrevió a apuñalar a una persona para que yo continuase vivo, me... Me sorprendió.

Pudo haberse ido, sí, pero había vuelto también, y esas eran dos cosas más de las que nadie había hecho por mí. A excepción de Estela claro.

No paraba de cuestionarme, cuestionar todo en verdad. Esta persona que comenzaba a tomar control de mis acciones no podía ser yo.

ObsessionWhere stories live. Discover now