Capítulo 31: El tercer ítem

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Luka.

—¿Quieres por favor caminar más lento? -Pedí, con más mofa que irritación y mi voz me delató. —La pobre criatura que llevas de la correa ha intentado ir al baño algunas cinco veces y no lo ha logrado por tu apuro.

—No puedo creer que en verdad hayas venido. Te dije que quería estar sola. -Sami volvió la cabeza hacia mí a penas un poco, pero lo suficiente como para recibir su helada y mordaz mirada.

Introduje las manos en los bolsillos de mi chaqueta, ya era principios de diciembre y el frío era una cuestión palpable, sobretodo estando en el parque en pleno aire libre. Niños correteaban por aquí y por allá, y podía escuchar fragmentos de las relajadas conversaciones que mantenían las personas alrededor. Olía a naturaleza por todas partes, a naturaleza y a comida.

—Yo no le diría estar sola cuando tú niñera está viéndonos desde el coche y se te limitó el área por donde podrías caminar. -Le solté, y dado que iba un par de pasos por delante de mí, me perdí la mueca que estaba seguro había hecho. Claro que, tampoco es como si me quejara de la cara que yo estaba viendo. Y se había puesto una falda. Válgame Dios. Llevar una falda de aquella manera debería considerarse pecado.

Gruñó, más como un gatito indignado que una persona. No podía tomarla en serio cuando se comportaba así. —Es lo mejor que pude conseguir. -Se lamentó. —Y tú decides justo aparecerte.

Chasqué la lengua en desaprobación. —No me aparecí, tu me invitaste, y pensé: ¿Por qué no? La chica seguro ha de estar desesperada por verme de nuevo.

Se volvió por completo y detuvo su marcha. Casi vislumbré alivio en la cara del can que por fin podía tomar un respiro en la acera. —Decirte que iría a pasear a Balto no era una invitación. Era más bien mi manera de zanjar la conversación. -Me señalò con el dedo, con un semblante que no dejaba espacio a comentarios. —Y no estoy desesperada ni muchísimo menos deseosa de ver tu odiosa cara, Luka. De hecho, para mí sería una bendición que te retiraras.

Crucé mis brazos, percibiendo el ánimo in crescendo de Oscuro a causa del enfado de la castaña. Le gustaba tanto meterse con ella como a mí. —Como sea, parecía una insinuación.

—Solo a ti eso te podría parecer una insinuación. -Se agachó y comenzó a acariciar la cabeza del lobo. —De todas maneras, ¿cómo supiste a cuál parque iría?

Elevé mi hombro. —Mencionaste una que otra vez lo mucho que te gustaba venir a este, solo lo supuse.

Eso era completamente una mentira. La verdad es que había seguido a Sami más de una vez justo hasta este lugar. Este era el parque al que siempre acudía con su familia.

Asintió, no del todo convencida.

—Como sea, ¿por qué te gusta tanto? Inauguraron uno en la avenida principal mucho más grande.

En el momento que noté la tristeza de su semblante me arrepentí de haber soltado aquella pregunta. —Antes venía cada fin de semana con mamá, era... Era algo solo de las dos.

Asentí lentamente, golpeándome internamente por mi imprudencia. —Es un lindo recuerdo.

Sonrió, y entonces me di cuenta que más que tristeza, su rostro reflejaba añoranza. —Así es. -Pasó tras su oreja al flequillo que se había soltado de su coleta. —Bueno, ya estás aquí. Supongo que tendré que soportar tu apestosa presencia un rato.

—¡Enhorabuena! ¡Así se habla! -Tomé la correa de Balto de entre sus dedos y procedí a caminar. —Vamos, te invitaré algo caliente. Claro, no tanto como yo, pero será lo suficiente.

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