Capítulo 34: Un Kamikaze

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Sam. 

El timbre por fin se dignó a sonar, dando por terminada mi tortura de los viernes de la clase del señor Haag.

Antes, cuando era ingenua, creía que no se podía odiar a un profesor, la cuestión es que no había tomado en cuenta un factor súper tridimensionalmente importante, Haag era el tío de Adam, y por supuesto, aquello tenía que representar algo malo.

Linda, sentada en el pupitre de al lado, colgó su mochila en el hombro y se inclinó para besar mi mejilla. —Hasta luego, preciosa. Te escribo esta noche cuando llegue del trabajo.

Hice una mueca de complicidad, recordando que quería consejos sobre un chico y sus aparentemente animales ganas de violarlo. Creo que soy la persona más equivocada para recurrir por consejos, claro, pero no la juzgo. —Desde luego. –Comencé a guardar mis cosas. —Y mejor date prisa, tu hermana es capaz de dejarte si demoras.

Asintió, frunciendo el ceño, ambas sabíamos bien que su hermana era muy capaz de hacerlo, por lo que la chica partió casi trotando luego de despedirse por segunda vez.

En fin, como les venía contando.

Todo el estudiantado detesta la clase de historia. ¿Cómo lo sé? El nombre de Haag es el más popular en las puertas de los baños, aún por encima del de Martin de deporte. Y eso es decir mucho.

¿La razón?

El muy puerco parece tener como meta anual reprobar la mayor cantidad de alumnos posible. Es pésimo enseñando, con tan solo recomendar libros y mencionar alguna que otra cosa se da por realizado. Entonces, en el examen se dedica a preguntarnos hasta por los días de la semana en los que el procer de la independencia lavaba sus independientes calzones.

Recogí mis útiles escolares como si alguien me estuviese empujando a la salida y troté fuera sin más. Contenta de que por fin hubiese acabado tan asquerosa semana de clases.

Ahora se preguntarán, ¿por qué odia tanto a tío y sobrino?

Pues bien, después de haberlos cachado al culminar un examen sorpresa enmendando las respuestas erradas de Adam, mi incesante deber moral me exigió decir algo. ¿El resultado? Haag tuvo un regaño a cambio de que el par se dedicara a complicarme la vida.

Excepcionalmente fantástico. Sobra decir que en aquello, Haag si hacía un buen trabajo.

Marché hasta mi casillero, con una sensación de alivio propia de haber sobrevivido a otra clase con Haag. Crucé la esquina del pasillo, ya eran pasadas las dos de la tarde y la mayor parte de los estudiantes se habían largado, por lo que apenas unos cuantos pululaban alrededor.

Giré a la derecha en otro pasillo justo para encontrar de frente la hilera de casilleros donde permanecía el mío. Sin embargo, tras una brevísima mirada, regresé mis pasos hasta esconderme tras la esquina que acababa de cruzar. Mi corazón había conseguido acelerar en el mismo instante que ví al chico de pie frente a mi casillero, dedicándose a introducir un sobre por la rendija.

Quizás en otro momento de mi vida aquello no me hubiese parecido algo malo. ¿Un admirador, quizás? El punto es que ya no pensaba de la misma forma. Y que alguien con la cabeza escondida debajo de la sudadera estuviese frente a mi casillero, suponía mínimo una brujería.

El sujeto era alto, una altura que recordaba pero no con una certeza aplastante. También, era ancho, tanto como pocos chicos en la escuela lo eran. Tanto como lo era L.

Me debatía entre ir a confrontarlo o seguirlo, pero dada la soledad de este pasillo, y tomando en cuenta que posiblemente ya no quedaban muchos chicos por ahí, me decanté por la segunda.

ObsessionWhere stories live. Discover now