Capítulo 16: Una parte de mí

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Luka.

-—No me mires así. –Pedí ante su aparente irreversible gesto fruncido. —Haberte encontrado aquí me cayó de manera tan inesperada como a ti.

—Si, claro. –Su voz... Era increíble lo adorable que era incluso cabreada.

—¿Acaso no ves mi pintoresca ropa? Yo realmente trabajo en este lugar. –Me defendí como si trabajar en una heladería fuese uno de los más grandes orgullos. —¿Crees que usaría está basura solo por fingir? Preferiría venir de civil, no de pedófilo.

Su gesto se relajó un poco ante mis palabras, tan solo fue un poco. No obstante, aquello era un insentivo.

—¿Qué es lo que quieres, Luka? –No podía dejar de ignorar lo dulce que sonaba aún cuando pretendía ser dura.

—Me temo que hace un par de semanas no hemos tenido suficiente tiempo para hablar como corresponde.

Sus ojos plateados brillando con una intensidad hipnótica. Había olvidado lo mucho que me gustaban. —¿Por qué? ¿Por qué tanto empeño en decirme que eres inocente?

La chica no dejaba de estar desconfiada, y no era precisamente malo, pero me estaba exasperando. —Alguien ha estado siguiéndome. –Solté de golpe, comenzando a confesar todo sin filtro alguno. —Al principio creí que podía tratarse de policías, porque bueno, quizás estaba en su lista de sospechosos en tu caso o algo por el estilo. No lo sé.

—¿Y eso qué...

—El punto es que una noche estuve entretenido en la casa de al lado y para cuando volvía a la mía encontré a un sujeto arrojando algo en mi basura antes de salir pitando en el mismo coche negro y sin matrícula. ¿Quieres saber qué fue lo que encontré?

Asintió lentamente, con una mirada felina.

—Un par de guantes, un pasamontañas y una lata de pintura en spray color rojo.

Por más que se esforzara en no demostrar sorpresa, su gesto la delató. —¿Insinuas que alguien siembra pruebas en tu contra? –Bufó. —Es una locura. No tiene una pizca de sentido. ¿Quién haría semejante cosa contigo? –Me escaneó, como si representase menos que un insecto. —¿Por qué debería creerte?

La observé con detenimiento y sin tener una respuesta clara para tal pregunta. Su expresión contenida y puños apretados sobre la superficie del banco. —No lo sé. Lo cierto es que solo me he presentado con nada más que mis palabras, pero es con lo único que cuento. –Suspiré, repentinamente cansado de esto. —Ya no soy el mismo, Sami. No deseo morir en alguna cárcel ni mucho menos lastimar a las personas. Solo pretendo llevar una vida normal.

—¿No fuiste tú quien entró a mi casa? Vas a decirme que tampoco has dejado esos mensajes frente a mi casa y que no eres tú quien me ha estado acosando con aquellos perturbadores mensajes de texto. ¿No es así?

Asentí, sin dudar una sola vez. —Así es, no he hecho nada de eso.

—¿Entonces no eres L?

Fruncí el ceño. —¿L? ¿Quién demon...

Bajó la mirada, fue entonces cuando me percaté por primera vez de las ojeras que tenía en el rostro. —Es el nombre que ha dado el sujeto para referirnos a él.

Apreté la mandíbula, comenzando a sentir el enojo crecer dentro de mí como la espuma. —El bastardo se puso un apodo, ¿Eh?

Se elevó de hombros. —¿Por qué insistes tanto en demostrarme que eres inocente? Si en verdad lo eres no deberías sentir miedo, ¿no lo crees?

—No es tan fácil. –Busqué la manera de decir lo siguiente con el mayor tacto posible. —Si algo llegase a sucederte y las pruebas apuntan en mi contra por manipulación suya, no habrá salvación para mí. Te estoy poniendo en preaviso.

—oOo—

Joder.

Se estaba yendo.

Y lo peor de todo no era el hecho de que lo hiciera y se lo permitiese sin involucrar violencia, quería ir tras de ella y continuar mosqueándola, pero para nada contribuiría con la situación. No cuando le había arrojado tan inmensa piedra en el techo y aun así no me creía del todo. Estoy seguro de haber sembrado la duda en ella, pero eso no era suficiente, debía creerme, por su bien -Y el mío- , debía hacerlo y tomar las precauciones necesarias, más que incluso ahora.

Oscuro estaba enojado. Me reprochaba el haberla dejado ir sin más, sin jugar antes. Cómo si yo fuese a hacerlo. Pero bueno, finalmente había hecho lo que tanto debía, dejarle las cosas en claro. De ahora en adelante dependerá de ella si creer o no.

Soy completamente consciente de que creerme sería como dar un paso a ciegas cerca de un risco, sin embargo, en su situación, le conviene escoger por cuál de los dos precipicios sería más seguro caer.

Tenía una sensación extraña en el cuerpo, y no me agradaba, se asemejaba a una presión en el pecho que me ponía inquieto. Sabía que era debido a ella, y me irritaba demasiado.

Sami continuaba dentro del establecimiento, y me sorprendió inmensamente. Había supuesto que recogería sus cosas y se largaría corriendo, claro que, imagino que no deseó llamar tanto la atención de sus amigos saliendo sin más.

Tras ubicarme frente a la máquina de barquillas. Le lancé varias miradas furtivas mientras comenzaba a recibir y servir pedidos.

Se le veía un poco nerviosa, incluso con la distancia se podía notar su inquietud, y puede que tuviese alguna relación con las miradas furtivas que ella misma me lanzaba pretendiendo que no me percatase.

Intenté volver al trabajo, mi labor era simple, servir puto helado y agregarle lluvia de mierda a uno que otro; no obstante, estaba infinitamente desconcentrado.

Estropee un par de órdenes y mis pasos eran ligeramente torpes desde un mesón a otro. Tan solo el hecho de que ella estuviese allí me volvía loco, y sumado a que hace tan solo minutos estuve a menos de un pestañeo de brincarle encima, ahora mismo, tenía el doble de ansias de devorarla.

Me preguntaba de dónde había nacido en mi tanto control de repente, porque no paraba de imaginarla atada y dispuesta ante mí en una mesa, asustada y cubierta de su sangre. No paraba. Mi cabeza no paraba de imaginar la suya abierta contra el frío pavimento, ni tampoco paraba de preguntarme el cómo se sentiría su piel al ser atravesada una y otra vez por mi navaja. No paraba de escuchar sus gritos rotos en mi cabeza ni tampoco de ver arder su cuerpo en una inmensa fogata. No paraba. No paraba de querer disfrutarla, hacerlo lenta y fuertemente hasta que su corazón dejase de latir.

No paraba, y tenía que reconocer que una parte de mí no quería hacerlo. Y esa parte, esa contaminada y peligrosa parte de mí, se trataba de Oscuro.

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