Capítulo 40: Un final que da comienzo

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Luka.

Caminé con cuidado de no derramar el contenido de los dos vasos rojos que audazmente llevaba en mano. La escasa luz y los cuerpos danzantes tampoco me facilitaban demasiado la tarea.

Rodee un pilar blanco que brillaba a causa de las luces doradas que lo envolvían, uno de los muchos que el fulano comité de decoración tan diligentenente se había encargado de distribuir. Se veían bien, conseguían amoldarse al resto de la decoración con temática aluciva al cielo nocturno, aunque claro, me parecía también un desperdicio innecesario de espacio y tiempo que pudieron invertir en otros asuntos. Como conseguir introducir a la fiesta mayores cantidades de licor de contrabando, por ejemplo.

Continué mi recorrido hasta que me encontré con la espalda de una chica cuya cabellera castaña caía en rizos suaves contra el escote de su vestido azul marino. Una cabellera que me volvía loco.

Rodee su cuerpo con mis brazos, colocando su vaso de ponche a la vista antes de reposar mi cabeza en su hombro y dejar un casto beso en su cuello. —¿Es normal que me agrade tanto cómo te ves esta noche?

Tomó el vaso que le ofrecí. —Uno no puede evitar enamorarse de la belleza de una estrella. –Se elevó de hombros con fingida indiferencia antes de soltar una de sus risitas ahogadas.

Me alejé lo suficiente para que se diera la vuelta, y entonces, la admiré de nuevo. Esas esculpidas piernas, su rostro excepcionalmente precioso, y finalmente esos ojos en los que me perdía siempre que miraba por demasiado tiempo. —Miento. No me agrada. –Agregué, para sorpresa suya.

Sonrió. —¿Ah, no? –La burla tiñendo su voz.

Negué con la cabeza. —Me fascina.

Sonrió aún más. —Ese traje no te queda tan mal después de todo. –Alisó la manga de mi saco con su mano. —Tengo que reconocer, que aquello de ir todo de negro casi se te ve sexi.

Le di un trago a mí bebida, el dulce inundó mi paladar. —¿Casi? –Elevé una ceja. —Tus miradas a cierta zona trasera me confirmaron lo mucho que te encantó mi ropa.

Enrojeció exquisitamente. —Yo no... No he estado mirando.

Avergonzada, preciosamente avergonzada.

—¿Ah, no? –Imité su actitud de hace un momento. —Es una pena. –Tomé otro trago de ponche antes de añadir en tono bajo, pero lo suficientemente alto como para que si me escuchase. —Porque yo si lo he hecho.

Se atragantó con su propio ponche, comenzando a enrojecer aún más.

—¿Qué tal, tortolos? –Camila apareció de la mano del chico que siempre la acompaña, Will o algo así.

Les di un saludo rápido a ambos antes de percibir la maraña roja que era la melena de Tiffany Ryan acercándose.

Se veía bastante bien, recompuesta, lidiaba con el incidente de Liam y estaba más que feliz con verlo encerrado. Había ido a parar a la cárcel, todavía se estaba evaluando el enviarlo a un centro especializado debido a su transtorno de personalidad múltiple.

—Hemos ganado la apuesta. –Comentó apenas llegar. –Sonrió, de esa manera suave. —Oh, por cierto, hola chicos.

Will asintió en su dirección y las chicas la abrazaron.

—Creí que no vendrías. –Fue mi respuesta.

Se elevó de hombros. —Ya tenía mi vestido, ellas me convencieron a último minuto.

—Decir que te convencimos es una manera civilizada para ello.  –Añadió la recién aparecida Lin, el tal Brad estaba a su lado.

—Me pareció un trato de lo más justo. –Se defendió Tif.

—Solo la motivamos con un asunto que dejamos pendiente. –Intervino Camila.

Observé la partida de ambos acompañantes varones antes de hablar. —¿Y puedo saber de qué se trata ese asunto?

Sami suspiró a mi lado. —Se trata de una apuesta que habíamos hecho con Cindy hace un tiempo. –Sonrió, no con la misma emoción. —La penitencia de nuestra apuesta era que bien las o la perdedora irían en pijama al centro comercial durante toda una tarde e invitarían a comer.

Asentí. —¿Y quién ha perdido?

Sami resopló. —Tu servidora. Esas arpías tienen una intuición de espanto.

Me reservé la pregunta de en qué exactamente consistía el resto de la apuesta para más tarde.

—Pero al final decidimos ir todas en pijama.

Abrí los ojos, imaginando aquello. —Definitivamente, están chifladas. –Tomé la mano libre de Sami. —Pero me aseguraré de llevar mi camara. –Agregué, ganandome una mirada de odio colectiva.

—Vamos a bailar. –Sami retiró el vaso de ponche vacío de mis manos, y junto con el suyo lo depositó sobre una mesa antes de arrastrarme a la pista de baile.

Sonaba una canción lenta. Las luces brillaban y se reflectaban sobre las decoraciones colgantes de manera curiosa.

Sostuve su cintura con delicadeza, maravillandome con la suavidad de la tela de su vestido, coloqué mi otra mano sobre su palma, y entonces, nos balanceamos al ritmo de la tonada.

Me agradaba.

Estar con Samanta se había vuelto en una de las cosas que más disfrutaba hacer. Después de despertar en el hospital tras el asunto con Liam, se lo confesé todo. Todo cuanto sentía y pensaba sobre ella.

—Me alivia ya no tener una novia colegiala. –Le susurré junto a su oreja. Su olor a vainilla intensificandose.

Rió.

—No me quería ni imaginar lo pesados que podrían ser esos idiotas de la universidad al respecto. –Me defendí, aunque realmente no era algo que me frustrase.

—Me alegra escucharlo. –Fue su turno de acercarse a mi oreja. —Ahora solo tu y yo sabremos que eres un pervertido.

Sonreí. —¿Eso soy?

Asintió. —Pero ni qué decir. Incluso así me engatusaste.

Continué sonriendo. —¿Eso hice?

Afirmó, tomando mis mejillas entre sus manos y dándome un beso en los labios. —Te quiero. –Dijo segundos después de separarnos, aún contra mi boca.

—Te quiero aún más. –Y les juro, lo sentía con total e inequívoca sinceridad. 

Observé a Sami, pareciendome maravillosas las vueltas del destino. El tenerla a ella en este momento, que el imbécil adecuando estuviese tras las rejas, ser universitario el mes entrante...

Era más de lo que podía pedir.

Aún incluso cuando Oscuro continuaba susurrando cosas, mi cuñado me miraba mal, Estela seguía siendo igual de intensa y mi suegro se debatía entre invitarme a cenar o a una celda.

Todo cuanto tuviese mi vida me agradaba. Me agradaba por la sencilla razón de compartirla con la persona adecuada.

La miré, y esta vez fue mi turno de besarla. —¿Ya te dije lo mucho que me encantas?

Su risa me confirmó lo que acababa de decir.

Fin.

Muchas gracias a todos los lectores que han llegado hasta este punto. En verdad, esta historia es la primera que comencé a escribir en Wattpad y donde más dedicación he tenido.

Espero que les haya gustado la trayectoria de Samanta y Luka. Si he conseguido ser la causante de por lo menos un sentimiento mientras me leían, me doy por satisfecha ❤️.

De una lectora, para sus lectores. 🥰🥰🥰

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