Capítulo 21: El primer beso de Blake

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Luka.

Agité un poco el vaso de plástico para mezclar el hielo con el resto del contenido transparente, tomé un gran trago, acabándolo y dándome cuenta que el hielo había diluido bastante el grado de licor. Gruñí, echando en falta el respectivo ardor.

Tamborileé con los dedos sobre la superficie de madera delante de mí y busqué disimuladamente entre la multitud de cuerpos.
Salté la atención desde cuernos, orejitas, coronas e incluso hasta gorras de cadenas de comida rápida, pero no encontré la única cabeza de cabellos castaños que el Sr. Oscuro tanto ansía morder.

Aspiré irritado y troné mi cuello para liberar estrés.

Nada.

Todavía nada que aparece. Es curioso que esa chica siempre me haga esperarla sin proponérselo. Y bueno, en realidad el problema mayor no es que me haga perder el tiempo, sino que con cada segundo que pasa comienzo a divagar y pensar, en general a aburrirme.

Inhalé profundo, llenando mis pulmones de aire y mi cuerpo de paciencia, o bueno, haciendo el humano intento. El asunto se veía bastante fuerte y el descontrol estaba en pleno apogeo. Parecía haber cinco veces más gente de la cantidad que podía entrar en la casa, comenzaba a sentirme como Nemo dentro de aquella red de pesca.

Giré la cabeza, y le dediqué una mirada de lástima a mi desconocido compañero de copas, cada que veía al sujeto con traje de momia me daba la impresión de que intentaba ganar el premio como el más intoxicado de la noche, y es que ya iba por la tercera botella, y no parecía tener intenciones de detenerse hasta acabar con todas.

Y si tomamos en cuenta que en todo rincón de la sala había como mínimo cuatro botellas de alcohol siendo ofrecidas, que con la cantidad que estaba derramada en el suelo casi se podría abrir una pequeña importadora de bebidas, y que el aire estaba tan malditamente cargado que no lograba recordar lo que era respirar aire fresco. Imaginaba que no tardaría mucho en morir bien por falla hepática o pulmonar.

No me agradaba para nada aquello, el volumen de la música me causaba dolor en el cráneo y su letra ganas de cuestionar por qué los autores no eligieron el suicidio en lugar de coger la pluma aquella noche.

En fin, todo aquel ambiente conseguía ponerme de pésimo humor, para variar.
Observé el reloj de mi móvil y bufé. Una hora aquí sentado como una estatua montándole guardia, ya me duele el culo.
Me levanté de un salto, sobresaltando a la momia, y yo a la vez sorprendiéndome de que todavía tuviese sincronizados sus reflejos. Procedí a servirme otro trago, uno fuerte, justo lo que necesitaba para aquellos momentos de martirio infernal.

Tras haber culminado mi exhaustiva y minuciosa labor de combinar las botellas de alcohol en una dosis perfecta, me incliné junto a mi buen amigo envuelto en papel sanitario, que esperaba, estuviera sin usar. Me agaché y comencé a agregarle hielo a mi bebida, no demasiado como para que mi trago se convirtiese más tarde en agua saborizada, claro, no cometería dos veces el mism...

Me precipité hacia atrás, o más bien, algún idiota jaló de mi capa hacia esa dirección. Maldije, adivinando que lo que vería en mi futuro sería la nariz rota de algún borracho. Mi espalda impactó contra algo blando y caí sobre mí mismo, dándome fuerte allí atrás.

Inmediatamente una de las dos botellas vacías cayó justo donde estuve hace un momento, estrellándose contra el suelo y quebrándose en decenas de pedacitos pequeños. No tardé demasiado en comprender la situación.

Me puse en pie, dedicándole al rollo de papel higiénico una mirada de profundo odio.

Una castaña al otro lado de la barra dijo algo, pero la ignoré, demasiado concentrado en cómo cargarme a la momia sin que nadie me viese en el intento. Alguien se removió detrás de mí, y solo allí recordé que debía agregar otro nombre a mi lista de favores pendientes, ya no solo serían mi madre y el buen Putifer.

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