Capítulo 35: Tu amigo el agradable

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Luka.

Las voces de los narradores del partido de futbol podían escucharse más fuerte en aquel espacio de lo que me gustaría, había tipos hablando a gritos en todas las mesas con un ánimo tan alegre que casi me provocaba escupirles. Olía a comida grasienta, tabaco, cigarro y sudor.

Le di un trago a mi cerveza, uno largo.

Sabía lo jodidamente mal que posiblemen...No, que seguramente me veía aquí encorvado con mi trago, espiando desde las vitrinas del bar a la pareja que disfruta de una placentera cena en las mesas de la terraza de ese corriente restaurante italiano de enfrente. Bufé irritado, sabiendo lo bajo que estaba cayendo por estar donde estaba, no obstante, seguía plantado ahí y para serles sinceros no tenía ni idea de porqué.

Vale, puede que sintiese una ligera atracción por Sami, pero eso no justificaba mi actuar. A fin de cuentas solo pensaba que estaba buena y yo nunca había hecho esta clase de cosas por ninguna otra chica por más buena que estuviese, demonios, comenzaba a parecer una maldita nena y de las tóxicas.

Desde mi lugar, los muchos arbustos de flores que decoraban el frente de la terraza escasamente me permitían ver sus cabezas, unas cabezas que estaban pasándolo demasiado bien, concluí después de ver la décima sonrisa de Samanta en menos de media hora. Le di otro trago a la cerveza, ¿ya era la sexta? No lo recordaba, pero me agradaba la sensación que comenzaba a sentir, como si irónicamente no sintiese nada. Me recordaba a cómo era todo antes, antes de decidir proteger a Samanta y complicarlo.

Paseé la vista por el bar con sosa decoración deportiva, sin pasar por debajo la mirada provocadora de la sexy rubia que me había dicho hace un par de cervezas que salía a las nueve.

Algunos fanáticos tenían su nariz pegada al televisor plasma, en sus manos los billetes eran sostenidos con tanta fuerza que sus nudillos habían perdido el color. Apostar, la manera más estúpida de perder dinero.

Volteé de nuevo hacia mi objetivo de espionaje, notando que Sami se había ido a algún lugar. Un oscuro pensamiento brilló en mi cabeza entonces y me levanté dominado por mi vena diabólica y la valentía propia del licor. Dejé un par de billetes sobre la mesa antes de alejarme y caminar hacia la salida. Ya en la calle, caminé apresuradamente hacia el restaurante. Apenas entrar el olor a comida hizo rugir mi estómago pese a que me había devorado algunas tres raciones de papas fritas mientras estuve en el bar, esquivé con agilidad las elegantes mesas cubiertas por finos manteles blancos y lirios como centro de mesa. Vi el área de los baños para la clientela y sin dudar me aproximé con pasos sigilosos.

Cerciorándome de que nadie me estuviese observando en aquel angosto pasillo, me aseguré de encontrar el armario del conserje justo antes que una menuda castaña abriese la puerta del servicio de damas. Sin darle tiempo a reaccionar, tomando su brazo la arrastré hacia la habitación que quería, cerré la puerta detrás de mí y encendí la luz.

Nos encontrábamos rodeados de escobas, trapeadores y demasiados frascos con líquidos sospechosos que originaban un irritante olor a químicos de limpieza mezclado con polvo y humedad. No era precisamente el lugar más cómodo, tenía que reconocerlo.

La miré fijamente, mi mandíbula apretada, estaba tan enojado con ella, con el idiota que la invitó a venir, con las cervezas que me había tomado y que ahora me hacían sentir tan ligero. Estaba enojado incluso con quien fuese el conserje por no limpiar mejor su área.

Sami veía alrededor con notable fastidio más que sorpresa. Hoy llevaba su cabellera suelta, unos zapatos de tacón color crema y su cuerpo era envuelto por un vestido rosa ceñido. Me enojé más con ella por atreverse a vestir así para ese idiota.

ObsessionWhere stories live. Discover now