Capítulo extra #2

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Luka.

Comenzaba a acostumbrarme a su gesto inexpresivo, la manera sutil en la que movía rítmicamente su calzado alto contra el piso de madera siempre que la conversación volcaba en temas interesantes. El mentón peremnemente elevado por encima de la carpeta de anotaciones, y esa mirada acero, tan intuitiva como para evitar temerle.

¿Llevábamos qué? ¿Cuatro sesiones? De alguna manera se sentían como muchísimas más, y es que me había sorprendido curiosamente más dispuesto a venir y charlar después de cada visita. Cuestión que, obviamente, no me había sucedido con nadie en absoluto. Quizás se debía a que al fin estaba libre. Quizás. Quizás, tan solo quizás una pequeña parte de mí en verdad anhelaba tener una charla medianamente sincera con alguien sin ser juzgado. Al fin,  podía contar  con una autentica y hermosa amistad de confidencialidad médica.

—¿Qué tal está tu amigo Leo? –Ya conocía su juego, una pregunta sencilla para socabar.

Elevé mis hombros, recordando lo bien que se lo habían mamad... Quiero decir, lo bien que lo había pasado la última vez que estuve con él en el bar.

Supuse, con toda razón, que mi amigo y las cosas que otros se llevaban a la boca no le interesarían a Marissa en lo más mínimo.

—Mmm. –Hice memoria de los escuetos mensajes que compartimos hoy en la mañana. —Habíamos acordado vernos más tarde para que me enseñase a manejar la Harley.

—Tu madre te quiere mucho, Luka.

Me limité a asentir. Ya lo sabía, no era necesario que nadie lo mencionase.

Inclinó su cabeza hacia un lado. —¿Qué opina ella de tu nuevo amigo? Últimamente pasas bastante tiempo con él.

¿Qué opinaba mi madre de Leo? ¿Quién era yo? ¿Un crio? —Bueno desde aquella ocasión en la que salimos al bar, no le tiene precisamente muy alta estima.

— Entiendo. –Ajustó sus gafas, buscando verse casual.  —Puedes intentar integrarlo. Que tu madre lo conozca en condiciones que le sean cómodas, es comprensible que tenga cierto temor con respecto a las personas con que te relacionas.

Me elevé de hombros. —Si, supongo que pude hacer mejores presentaciones. Pero me encontraba un poco estresado.

Casi podría jurar que sus ojos brillaron en anticipación. —¿Por qué te sentías de esa manera? ¿Algo va mal en el trabajo?

Negué. —Usted ya debe estar enterada de cuál ha sido la causa. 

Sonrió de lado. —Lo estoy, sin embargo, imaginé que quizás querrías contarmelo tu mismo y charlar al respecto.

Solté un suspiro. —Yo no lo hice. –Aclaré en primer lugar.

—¿Temes que vuelvan a llevarte al psiquiátrico entonces?  ¿De allí tu estrés?

Había comenzado a negar de nuevo antes de pensarlo mejor y detenerme.

—En parte es así, y en parte no lo es. Los policías que fueron a mi casa esa noche estuvieron de acuerdo en que no he sido yo. Pero las cosas parecen complicarse cada vez más y yo la verdad no sé qué caraj... –Me detuve tras darle una mirada concienzuda y recordar que no debía usar malas palabras en su mesa. —No sé qué sucede. –Culminé.

Frunció ligeramente el ceño. —¿Cómo exactamente se complican las cosas, Luka? ¿Qué quieres decir?

—Es... Difícil. –Dudé, por tan solo un instante. Dudé el contarle sobre mis sospechas y mis teorías; a penas un instante que vio mi vacilación y estaba seguro que se apretaría de allí para sacarme información de una u otra forma.

—Pongamoslo de este modo. –Comencé. —Si en verdad su intención es ayudarme, quiero que me responda honestamente la siguiente pregunta.

Hice una pausa, eligiendo mis palabras con cuidado. Observé directamente a sus orbes cristalinos antes de continuar. —Su nombre está siendo ensuciado injustamente, ¿usted cuál cree que sería la mejor manera de lidiar con ello y solucionarlo? ¿Debería evadir la situación? ¿Ignorarla tal ves? ¿Confrontarlo?

Paso un segundo, luego dos. La doctora se limitó a observarme de manera intensa. Me analizaba, ya lo sabía, antes de responder. —Confrontarlo. Yo lo confrontaría.

Desconocía si es que acaso la mujer tenía un juicio extremadamente correcto o uno tremendamente atroz, capaz de insitar sin consciencia a sus pacientes para hacer estupideces posiblemente ilegales, pero, por primera vez, Marissa y yo estuvimos de acuerdo en algo.

Debía confrontar el problema.




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