Capítulo 5: Visita inesperada

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Sam.

Jack reapareció de entre la multitud de padres, cargado con nuestro mandado. Le entregó una soda a Vicky, y a mí otra lata acompañada de un gigante y jugoso perro caliente. Mi corazón aleteó, feliz.

Esto es a lo que yo llamo vivir.

Le hinqué el diente, y gemí, extasiada por el delicioso sabor que tiene la grasa, sin darme cuenta que mi hermano hizo el mismo gesto al morder su rebanada de pizza.

Tragó, sus ojos parecían brillar. —Me encantan los partidos de Cameron. –Susurró, más embelesado por la comida que por el juego en sí.

Asentí, comprendiendo a la medida lo que quería decir. —Y que lo digas. –Abrí la lata y le di un sorbo a mi bebida.

Vicky rio, la fuerte brisa llevándole los mechones a la cara. Agradecí tener el cabello recogido. —Y todavía dicen que no se parecen en nada. –Dijo a la vez que recogía su melena rubia en una coleta desordenada.

La miré, indiferente. —No lo hacemos. –Continué comiendo, consciente de que nos parecemos enormemente, pero no estaba dispuesta a admitirlo.

—Es verdad, amor. –Interrumpió el educado de Jack, todavía con comida en la boca. Verlo en esos instantes era como ver a una delgada boa tragándose un venado completo. Vale, comprendo que el amor es ciego pero... Dios. Me pregunto si en lugar de un flechazo, a Victoria le echaron una brujería. —Yo soy más atractivo, sus ojos son demasiado grandes.

Proferí un sonido aflijido y entorné mis grandes ojos en su dirección. —Por supuesto, y a medio día sale la Luna. –Contraataqué, desprendiendo pedazos de sarcasmo con cada palabra. Ojos grandes, decía, eso era nuevo.

Victoria dejó la soda en su asiento de repente, para levantarse y señalar al partido. —¡Allá está! ¡Allá está! –Agitó una gran pancarta que tiene escrito en letras azules y negras: "¡Vamos, Tigres!". —¡Eso es, bebé! ¡Hacia adelante! ¡Defensa! ¡Defensa!

Observé al frente, animándome inmediatamente después de notar quién tiene la pelota ahora. Me subí sobre la grada y comencé a aplaudir. —¡Vamos, Cameron! –Chillé, viéndolo dominar el balón como le enseñó mi hermano.

Desde nuestro lugar era solo un inofensivo juego de niños, que era hasta soso. Corrían un poco lento y la cancha era más o menos de un cuarto del tamaño de una real. Pero imaginaba que siendo un niño era algo tan emocionante que no podía hacer más que apoyarlo y sentir orgullo.

Jack silbó, y tomó la mano de su esposa. —¡Eso es campeón! ¡Sigue así! –Gritó, viendo como Cam hacía un pase del balón a otro compañerito de su equipo, quien rápidamente intentó anotar un gol. Sin embargo, el portero de camisa amarilla era bastante más ágil de lo que debería ser con seis años. —Quedan cinco minutos de partido y van perdiendo. –Se lamentó.

—Juega bastante bien para su edad. –Dije, intentando que no nos enfocásemos en lo malo.

—Es la viva imagen de su padre. –Comentó un Jack desbordante de orgullo, como si eso fuese verdad.

Bufé. —Tú ni siquiera eras capaz de patear una pelota sin rodar con ella en el intento. –Reproché, sin apartar la vista de mi pequeño sobrino. Jack era una gran bola de grasa andante cuando era niño, a diferencia de Cam, quien es monísimo, aún más con aquel uniforme azul oscuro. Parece todo un futbolista profesional.

Mi cuñada rompió a reír, atragantandose un poco con su soda.

—¿Te vas a poner de su lado, Victoria?

La aludida levantó las palmas. —Yo no estoy del lado de nadie, amor. –Le dio un breve beso en los labios.

Jack me miró con ojos de odio. —Eres una pequeña y sucia mentirosa, Sam. Tú eras la que no tenía fuerza suficiente como para levantar una pelota de ping pong.

ObsessionWhere stories live. Discover now