Capítulo 4: Chocodiverti Luka

155 6 2
                                    

Luka.

Me bajé del coche de Estela, cerrando la puerta y escuchándola pasar el impertinente seguro automático del vehículo. Me preguntaba si es que acaso la compañía automotriz le había puesto ese condenado tono nada más que para torturar a las masas. Conspiraciones. Conspiraciones.

Guardé mi móvil en el bolsillo delantero de mis vaqueros y cambie de mano la carpeta manila que contenía varias impresiones de mi currículo. El cual, de no incluir título de bachillerato, sería completamente nulo. Pero claro, tenía como ventaja que para servir comida no te piden un diplomado de Harvard, por lo que, estaba seguro de ser lo suficientemente patético como para trabajar en McDonald. Siempre aspirando en grande, damas y caballeros.

Respiré profundamente, dándome fuerzas de voluntad, y comencé a seguir de cerca los pasos entaconados de Estela entre el resto de los coches.

Heme aquí, mundo, en medio de este estacionamiento mugriento del centro comercial, como una persona totalmente nueva y renovada que inicia su vida. Casi parezco un migrante.

Hace algún tiempo me juré dejar atrás todo lo relacionado a mi pasado, a Sami. Y créanme cuando les digo que no es precisamente porque de repente sintiese empatía o la voz de Oscuro se hubiese vuelto menos maligna.

Oscuro seguía pidiendome que hiciese cosas, cosas que prometían ser entretenidas, pero también malas. Y yo no quería volver a ser esa clase de persona, la que una vez se dejó llevar por su impulso, casi mató a una niña y arruinó la vida de su madre. Mucho menos desbordaba de ganas de ir a parar a una cárcel. ¿Alguna vez han visto el tamaño de esos sujetos? Mi trasero no lo soportaría.

De hecho, ya iba siendo hora de que me deshiciera de mi blog de dibujo, y pronto me encargaría de hacerlo. Como ya he dicho, voy en serio. Comienzo a sentirne como un adicto que sigue los doce pasos a la redención. Es más, ni siquiera me permitiré mencionar su nombre de nuevo.

Pisado a lo pasado, y todo ese rollo.

Quiero decir, el pasado pisado. Disculpen, todavía no me acostumbro a mi maravilloso cambio.

Estela igualó mi ritmo para enganchar su brazo con el mío. Me tragué el impulso de suspirar, tenía que ir acostumbrándome a su inagotable cariño, me gustara o no. —Estoy muy orgullosa de ti, mi Luka, mi niño grande y guapo. –Posó su cabeza sobre mi hombro. —Mi pequeño niño ya es todo un hombre que busca trabajo.

Estela desconocía que hace tiempo que la palabra "pequeño" dejó de describirme.

Nos acercamos a la entrada lateral que se comunicaba con la sección del estacionamiento, y como todo un caballero, empujé una de las dos portezuelas de vidrio y la mantuve así hasta que mi madre la atravesó. Ingresamos a la monstruosa edificación, e inmediatamente percibí el cambio de la calurosa calle, al refrescante aire acondicionado.

Barrí la vista por el lugar, encontrándolo más abarrotado de lo usual, asumí que tendría que ver con las ofertas que anuncian afuera, además de que es sábado. Y bueno, en general esta es una ciudad tan pero tan miserable que son pocos los lugares a dónde ir cuando no se tiene oficio.

Estela observó la hora en su reloj dorado de muñeca. Sus ojos se agrandaron. —Aquí te dejo yo, cielo. –Envolvió sus brazos a mí alrededor rápidamente, y yo no tuve de otra más que hacer lo mismo. —No quisiera dejarte solo. –Lucía insegura, y eso provocó que algo dentro de mí se estremeciera.

Enojo. No confiaba que pudiese mantener mis manos lejos del cuello de alguien, y realmente yo tampoco. Sin embargo, igual me mosqueaba que dudara de mi control como si le hubiese dado motivos para hacerlo. Llevaba una semana libre, es decir, una semana de Santidad. Tenia que darme un premio por tal azaña. —Pero sabes que tengo...

ObsessionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora