Capítulo 40; Posesivos.

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Un Daniel Gillies soñoliento está sentado en el comedor intentando hacer que Charlotte se coma un plato lleno de verduras cocidas.

El peor desayuno del mundo, si alguien intentara hacerme comer verduras a las 8 de la mañana, estaría igual de rabiosa que Charlotte.

-¡No quiero! ¡No quiero!-Grita la pequeña, escupiendo las verduras en el rostro de su padre. Daniel se traga el gruñido de rabia que por obvias razones no puede soltar en la cara de una niña de dos años.

-Cielo, tu amas comer los vegetales.-Dice con dulzura, limpiándose el brócoli de la camiseta.-Charlotte, no hagas enojar a papi, se una buena niña y comételo todo.-

Charlotte hace un puchero, veo cómo las lágrimas se aproximan en sus ojos.

-Oh, demonios, va a a llorar.-Comenta Joseph junto a mí.

Y tiene razón, la pequeña Gillies estalla en gritos cargados de lágrimas.

-¡No quiero!-Grita, rabiosa, y arroja el plato de vegetales hacia Daniel. Es la primera rabieta que veo en ella, pareciera como sí Satanás tomará posesión de su pequeño cuerpo.

-¡Vale, está bien!-Daniel responde, intentando controlar las lágrimas de su hija.-Deja de llorar, te daré un dulce, ¿Quieres un dulce?-

Veo que se levanta del comedor y abre el refrigerador en busca de alguna golosina. Encuentra un paquete de gomitas y lo agita en el aire ante su hija.

-Sólo te las daré sí dejas de llorar.-Dice, intentando sonar autoritario, para así no perder completamente landignidad al ser manipulado por su hija de dos años.

Rachael me contó que Daniel complacía todo los berrinches de Charlotte, al parecer tenía razón.

La pequeña Gillies asiente, deteniendo su chillidos, se seca las lágrimas con las manitos y extiende los brazos hacia su padre.

-El premio al padre del año.-Comenta Joseph burlesco en dirección a su amigo.-Es para Daniel Gillies.-Continua.

Daniel lo fulmina con la mirada durante un par de segundos, y luego regresa la vista hacia su hija, qué se ha llevado un puñado de gomitas a la boca. Charlotte se ríe, y de forma tierna, mete un par de dulces en la boca de Daniel.

Esa niña puede ser un ángel y un demonio al mismo tiempo.

-Ya te quiero ver a ti intentando lidiar con un niño.-Comento, girándome para ver a Joseph.

-Amor, soy experto en niños.-Me asegura, frunzo el ceño porque sé que miente, Joseph no sabe ni como prepararse el desayuno él sólo. Me ha arrastrado fuera de la cama sólo para que venga a prepararle el desayuno, siento deseos de meterle un puño en la garganta.

-Sí, claro.-Respondo, camino en dirección al refrigerador. Para no ser mi casa, me siento muy cómoda rebuscando entre la comida.-Maldición.-Dejo escapar, recordando de golpe que mamá me pidió que la llamará para saber que tal había ido el vuelo.

Se supone que debería haberla llamado hace más de dieciocho horas.

-Dame tú teléfono.-Me giro hacia Joseph.

La expresión en su rostro cambia cuando le pido su teléfono. Es la primera vez que se ve aterrorizado por dármelo.

-¿Qué? ¿Mi-mi teléfono?-Ha comenzado a palidecer, traga en seco y busca entre los bolsillos de los vaqueros.-¿Para qué quieres mi teléfono?-Suelta, las manos le tiemblan del nerviosismo.

La llama de la curiosidad se enciende dentro de mí, quiero arrebatarle el teléfono de inmediato para saber que me oculta.

-No tengo pila.-Me dice, mirando la pantalla.

For You- Joseph MorganWhere stories live. Discover now