Parte 47

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¡Capítulo doble!

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—¡Ah y ensima se ríe! —escuché de pronto.

—¡Calláte mamá!, ¡Que el "príncipito" como tu lo llamas acaba de oírlo todo! —le grité a ver si así aprendía para otra vez.

—¿Queeeeee?, ¿Comoooooooo? —exclamó y me la imagine con su boca abierta y el cuchillo de pan en la mano porque fijo que andaba preparándole el desayuno a mi padre de tostadas.

Miré en ese momento a Bohdan y tenía hasta lágrimas en los ojos de reír. No sabía si eso era bueno o malo, la verdad.

—Me has escuchao perfectamente mamá —añadí mirándole ahora a él que tenía una sonrisa a medias.

—¡Ay que verguensa!, ¡Que verguensa! —comenzó a decir mi madre—. Pero no ma entendio, ¿no? —parecía desesperada y hasta me dio pena y todo.

—No todo... —contesté—. Creo —añadí para mortificarla.

En ese momento Bohdan se subió a la cama y llegó hasta mi dándome un dulce beso en los labios que pareció un roce.

—Dile a tu madre que tengo ganas de conocerla —dijo en voz baja, aunque estaba completamente segura de que mi madre le habría oído.

¿Conocerla?, ¿Quería conocer a mi madre? Eso son "palabras mayores".

—¡Ka' dicho, ka' dicho! (que ha dicho, que ha dicho) —la oí exclamar y sonreí mientras le veía marcharse.

—Al parecer quiere conocerte —contesté incrédula sin creerme todavía que después del espectáculo que había montado quisiera conocerla, ¿No pensaba que mi madre estaba loca?

—¡Ayyyyyyyyyyyy! —gritó dejándome sorda por segunda vez—. ¡Verá cuando se lo diga a tu padreeeeeeeee! —añadió emocionada.

Solo esperaba que no se hiciera un estropicio si aún seguía con el cuchillo en la mano.

Después de hablar con mi madre un buen rato más explicándole las razones de porqué no nos podíamos haber acercado tras la boda a visitarles, no tenía sueño. Si había algo en lo que mi madre era buena, era en ponerte la cabeza como un bombo para despertarte del todo.

Me di una ducha y vi que prácticamente era la hora del desayuno, apenas faltaba un cuarto de hora para "la hora oficial". Así que no aguantándome más las ganas y el hambre de caballo que tenía, salí y decidí dar un rodeo más largo del habitual. Ya empezaba a acostumbrarme a los laberintos de palacio y cada vez me perdía con menos frecuencia.

Mi matutina felicidad se fue a freír monas cuando vi a la siliconada diabólica aparecer frente a mi, tras salir de uno de los pasillos.

—Buenos días, ¿Celeste, verdad? —dijo con esa voz melodiosa y a la vez de arpía endiablada.

—Así es —contesté con una sonrisa pedante—. ¿Annabelle, no? —pregunté sin añadir, como la muñeca diabólica que eres y en la que se debieron basar para hacer la película.

—Si —sonrió condescendiente con esa dentadura que parecía postiza al ser tan blanca—. Imagino que para ti debe ser muy frustrante estar aquí, ¿Cierto? —comentó de forma ladeada sin mirarme directamente.

—¿Cómo? —pregunté no entendiendo su pregunta ni a donde quería llegar con ella.

—Bueno... serás consciente de que nada de esto te pertenece y que desde luego, no te pertenecerá —dijo como si fuera un hecho más que evidente.

—¿Y por esa razón debo frustrarme? —pregunté alzando una ceja.

—Es evidente que la "plebe" —dijo haciendo un gesto de desaire señalándome—. Siempre aspira a tener lo que no le corresponde. Solo espero que te quede claro cuál es tu lugar.

—¿Ah sí? —exclamé cruzándome de brazos—. ¿Y cuál es mi lugar si eres tan amable de decírmelo?

—Muy lejos de aquí y sobre todo, de Bohdan —contestó altiva.

—Eso lo tendrá que decidir él, ¿No te parece? —dije controlándome mis ganas de estamparle el puño en esa nariz perfecta seguramente operada. Aunque el hecho de saber que igual se la dejaban más perfecta todavía me contuvo.

—Él ya ha decidido —contestó—. Y me ha decidido a mí, ¿O dónde crees que ha pasado la noche? —añadió con autosuficiencia como para creerse su propia mentira.

Las ganas de reírme en su cara me sobrepasaron, pero solo sonreí vagamente porque no iba a ponerme a su nivel... Sinceramente, lo de plebeya no me ofendía en absoluto, pero me hacía gracia que alguien como ella que parecía sacada de la pasarela de ropa interior, tuviera que usar semejantes artimañas...

Bueno... mosquita muerta no era, pero cerebro de mosquito sí que tenía para venir con cuentos de la vieja escuela.

—¿De verdad? —pregunté haciéndome la ingenua—. Pues yo diría que cuando salió esta mañana de mi habitación, no te vi por ninguna parte, ¿Te escondiste en el armario? —contesté con un tono de evidencia irónica y no esperé a que me respondiera, sino que la pasé de largo.

¡Chúpate esa siliconada diabólica, que tus tetas falsas solo sirven para flotar en el agua! Si me caía mal, ahora me caía como el puñetero culo de mal, pero me había quedado claro que yo representaba un peligro para la ella.

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De Plebeya a Princesa Where stories live. Discover now