Parte 94

177K 20.3K 3.4K
                                    

A nadie pareció extrañarle que Dietrich se hubiera esfumado de la noche a la mañana, de hecho, algo dentro de mi me decía que cuando saliera a relucir su reciente viaje no sabría si conseguiría disimular lo suficientemente bien como para lograrlo y luego estaba la petarda de turno, que sabría que su estrategia no había funcionado.

«Miedo me da lo que le vaya a ocurrir ahora por esa cabeza llena de pelusas» pensé mientras no apartaba su vista de mi durante el desayuno sin mencionar palabra alguna.

—Celeste, ¿Me acompañarás a la elección de mi vestido para la cor... —comenzó a decir la pequeña Margarita a mi lado.

—No creo que sea conveniente —atajó la reina Margoret sin dejar que terminara de decir la frase, pero supuse que querría decir para la coronación.

—Para mí será un placer si tu quieres —contradije su decisión a pesar de que podía enfrentarme al mismísimo demonio.

—¡Sí! —exclamó la infanta—. Yo quiero que venga, madre —añadió dirigiéndose a su madre que parecía fruncir los labios—. Siempre me encantan tus vestidos... —dijo con voz ensoñadora.

—Nuestra invitada no tiene ninguna noción de protocolo para saber que te conviene Margarita. Yo elegiré tu vestido como he hecho siempre —atajó Margoret con voz seria como si diera la conversación por finalizada.

—No —negó Margarita sorprendiéndonos a todos y haciendo que todas las miradas se enfocaran en ella—. Soy lo suficientemente mayor para elegir que quiero ponerme o quién quiero que me ayude, así que iré con Celeste o no iré.

«Ole con la niña... parece que ha espabilado de pronto, ¿De dónde ha sacado de repente ese carácter?»

—¡Soy tu madre y harás lo que diga! —gritó.

—Margarita —aclaró de pronto el rey Maximiliano tratando de llevar la paz—. Lo que tu madre intenta decir es que ella cree que elegirá adecuadamente porque ya te conoce y sabe lo que será correcto para ti —dijo con voz suave.

—El problema padre es que nunca me deja elegir a mi —contestó Margarita airada—. Y siempre tengo que ir con lo que ella quiera me guste o no. Tengo trece años y puedo elegir por mí misma, ya no soy una niña —añadió convincente.

—¿Por qué no hacemos una cosa? —exclamé adelantándome a que la vena hinchada de la reina explotara—. Nosotras elegiremos un vestido y junto a tu madre elegirás otro, después será Bohdan quien decida cuál cree que es más conveniente para la ceremonia puesto que me consta que tiene muy buen gusto, ¿Qué te parece? —dije observando a Margarita que parecía dudar y de pronto alcé la vista hacia la reina Margoret que parecía respirar con aire más calmado.

—Está bien —añadió sonriente al final.

—¿Y qué pasará con el vestido que no sea elegido? —exclamó la muñeca maldita que para variar, no podía quedarse muda por una vez en su puñetera vida—. Es absurdo desperdiciar así el dinero de la corona cuando...

—No te preocupes Annabelle —contestó Bohdan sin mirarla—. Habrá una boda después —terció serio haciéndola callar.

—¡Oh, claro! —contestó fingiendo una sonrisa y me extraño que la reina no rebatiera aquella decisión.

¿Habría una boda después de la coronación sí o sí? Quiero decir... ¿Tal vez la reina Margoret pensara que Bohdan se casaría con Anabelle cuando yo me tuviera que ir? Desde luego la propia muñeca maldita no era consciente de ello o no habría formado aquel complot.

No entendía porqué guardaba silencio, tal vez estaba todo planificado o pactado de alguna, pero ¿estaría dispuesto Bohdan a casarse con su prima después de saber lo que había intentado hacerme? No podía ser... era imposible que aceptara a una mujer por esposa tan retorcida por más que se lo impusieran.

De Plebeya a Princesa Where stories live. Discover now