Bebidas Calientes

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No hay cliente más extraño que él, entra al lugar con una resplandeciente sonrisa, cada que lo tengo que atender me guiña el ojo, pide chocolate caliente mediano y se dirige a la misma mesa de siempre frente a la caja, donde tiene vista de la ventana y se queda presumiendo su formado cuerpo de latino, no quiero decir que yo no lo esté, pero el tiene puntos al tener esa piel bronceada.

Y lo extraño de él no acaba, estamos en pleno verano, y el pide chocolate caliente, no entiendo que pasa por su cabeza, además en nuestra cafetería está especializada en el café, pero él nunca deja el chocolate, me hostigaría tanto dulce, me quedo con mi café amargo.

Lance, el nombre de esa persona tan extraña, todos los días viene, sin falta, un día llegó cuando estaba por cerrar, por su culpa ese dia regrese más tarde a casa, pero ver su rostro nuevamente fue reconfortante. 

Hoy es un día común y corriente más, como todas las mañanas el lugar está vacío, a nadie le gustan las bebidas calientes en pleno verano, solo a partir de la tarde pasan los clientes llegan a comprar café frío tras de su agotador trabajo, él único que llegaría a estas horas es Lance, y hablando del rey de roma, ahí está empujando la puerta haciendo sonar la campanilla.

Al igual que con cualquier otro cliente sonrió a su llegada, pero mi sonrisa se borra al ver que una pequeña figura de ojos y cabello color avellana aparece tras de él, dudas empiezan a brotar, siempre viene solo. La chica pasa de él llega a la caja, me mira como si supiera todos mis secretos y observa el menú que está arriba,  Lance llega tras ella con la mirada baja y las mejillas sonrojadas.

–¿Chocolate caliente mediano? –pregunto a lo que Lance asiente y yo lo voy a preparar, anotando su nombre en el envase.

–Solo pediremos un café grande –esa aguda voz hizo que me detuviera.

Mire a Lance y este no dijo nada, solo mantenía la mirada baja, me encogí de hombros, abrí el contenedor de basura e iba a botar el envase pero una mano me detuvo, la mano de Lance.  

–Podría ... ¿quedarme con el envase? –sus ojos azules me lo pedían como una súplica.

Asentí y le entregue el envase, me sentía avergonzado, la mirada de la más pequeña no se me quitaba de encima, aun así lo único que me importó ver fue la dulce sonrisa que Lance me dedicó. 

Prepare el café y anoté el nombre "Pidge" en el envase, entregue el café y ella pagó, arrastró a Lance en una de las mesas más lejanas, y parecía que lo estaba regañando. Pasaron veinte minutos en lo que la pequeña terminaba su café y se iban del lugar. 

Al día siguiente fue lo mismo, misma hora, mismo pedido, misma mesa, mismos regaños, mismo tímido Lance, y el siguiente, y el siguiente...

De seguro encontró pareja, pensé , no me agradaba la imagen, parecía que ella era controladora, me hacen falta los guiños cada que pide su chocolate y como me dedica una enorme sonrisa antes de ir a la mesa enfrente mío, cuando me deja esas pequeñas pero innecesarias propinas, esas pequeñas acciones que me hacen sentir un poco extraño. 

Ya va una semana, veo la misma escena de siempre, Lance con la cabeza gacha y una Pidge regañandolo, la escena me es completamente desagradable, como es capaz de tratar así al dulce Lance, tan dulce como el chocolate que pide. Los regaños de hoy cesaron, mi mirada se dirigió a su mesa y pude escuchar a la perfección.

–Lo siento Lance, no puedo seguir con esto... –la chica acomodó su bolso y dejó su vaso sobre la mesa. 

Lance miró el vaso sobre la mesa con tristeza, lo tomó entre sus manos y lo observaba con dolor. 

Me sentí mal por él, al parecer su novia le terminó, mire a ambos lados de la ventana, no había nadie cerca, salí de mi puesto y puse el cartel de cerrado en la puerta, y tomé valor para ir hasta su mesa y sentarme frente a él, al notar una presencia frente a él, levantó su triste mirada, al verme una dulce sonrisa se formó en sus labios y quedamos en un incómodo silencio en el  que su sonrisa no desaparecía.

 –Hola... Lance –aclaré mi garganta– acabé de ver lo que pasó y ...

 –No tienes por que preocuparte Keith.

 –¿Cómo sabes mi... –señaló a mi pecho donde se encontraba mi nombre en el uniforme– oh, qué estúpido soy, olvida que dije eso.

Soltó una pequeña risa y me seguía viendo con una suave mirada y sonrisa, me estaba poniendo muy nervioso.

 –Ella parecía no tener buen temperamento, espero que puedan arreglar las cosas y puedan volver a ser novios  –dije con un deje de duda en mi voz.

Lance soltó una escandalosa carcajada y empezó a reír sin parar.

–Pidge y yo no somos novios, ella es mi compañera de piso –dijo apenas su respiracióm se calmó.

–Pero... estabas viendo triste su vaso.

–Solo al vaso –corrigió– extraño el chocolate de aquí, ella no me dejaba tomarlo.

–¿Por qué?

 –Vió unos resultados mios del doctor, mi azúcar subió un poco, y ella se puso dramatica. 

–Pero ella dijo que no podía seguir...

–Con su café, se cansó de tanto así que dijo que se iría, ya me deberia ir tambien pero no puedo.

–¿No puedes?

–No puedo dejar desperdiciar este café.

–Tomatelo y ya.

–No puedo, no me gusta.

No respondí, me era sorprendente que hayan personas que no les guste el café, pensé en una solución, le quité el vaso de las manos y bebí lo que faltaba, me miró con sorpresa al inicio pero después me sonreía agradecido.

–Gracias Keith me has salvado. 

–No hay de que.

–Gracias por todo, creo que no podré volver en un tiempo, ya sabes, Pidge no me dejará.

La sonrisa que Lance me había contagiado se borró con esas palabras. Tome el marcador permanente de mi bolsillo y escribí mi número, hora y lugar, le entregue el envase y desvié mi mirada.

–A esa hora estoy libre, te invitare a un café, después de todo eres un cliente frecuente y siento que te lo debo.

La sonrisa de Lance era enorme, sus azules ojos brillaban, asintió y se levantó sin dejar su enorme sonrisa, se acercó peligrosamente a mi, me dio un beso fugaz en los labios, que me dejó completamente rojo por la vergüenza.

–Nos vemos en la universidad Keef.

Fue corriendo a la puerta y se despidió con la mano, a lo que yo aun no lograba reaccionar, salió del lugar y me dejó solo en el lugar, mientras que mi cara ardía.

¿En la universidad?

Lance no dejó de sonreír como tonto, se lamió los labios y volvió a sonreír.

–Sabe a café.

Բiɳ ɗíɑ 20 

Klancetober - Pequeñas Historias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora