Capítulo 31

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Jungkook

Ni en un millón de años, no pienso trabajar con un hombre tan arrogante y cruel como él. Es un total estúpido si cree que lo haré. Jamás, me niego rotundamente. Desvié la mirada y solté una sonrisilla sarcástica. Es increíble que justamente tuviese que llegar en ese momento, odio que esté aquí, lo detesto. Cualquiera podría pensar que es un pecado mortal tratar así a tus padres, pero ¿Qué se hace cuando eres tú el que también recibes el mismo trato de su parte? Se supone que debes tratar como eres tratado.

—Ni pienses que entraré a esa mierda, no quiero. —escupí las palabras con desprecio.

Me levanté rápidamente y pasé por su lado golpeando mi hombro con el suyo a propósito. No pensé en Jimin, ¡Demonios! No quiero devolverme a buscarlo porque no deseo ver el rostro de mi padre nunca más. Mejor lo espero afuera, de todas formas no creo que se queden charlando y tomando el té, desde luego que no. Miré una última vez en dirección a la cocina y salí de la casa, estaba comenzando a caer la tarde y mi cuerpo se siente pesado.

Me acerqué a una pequeña banca a dos casas de la mía y me senté con cansancio y resignación. No puedo creerlo. Eché la cabeza hacia atrás y observé el cielo, tan lejano e inmenso que es capaz de absorberme. Me llamó la atención el color que había tomado, rosado, celeste, amarillo y son esos los únicos que soy capaz de notar. Aunque no quiera aceptarlo, tengo una presión en el pecho que no me deja respirar correctamente, a parte del creciente nudo en mi garganta y la impotencia recorriendo cada una de mis venas.

Flashback

—Jungkook, ven aquí. —llamó su padre con un tono demandante.

Oyó su grito por lo que corrió rápidamente para llegar donde el estaba. Tenía tan solo siete años por lo que cada vez que su padre lo llamaba tenía la esperanza de que fuese para pasar tiempo juntos, sin embargo siempre era para preguntarle donde estaba su mamá, o cualquier cosa que él no consiguiese. Se paró frente a él con una expresión expectante.

—Bien, ¿Qué harás cuando seas grande? —interrogó, cruzándose de brazos.

—¡Cantante! —gritó emocionado dando pequeños saltos.

Su padre frunció el ceño con enojo y lo agarró del brazo con fuerza: —¡No vuelvas a decir eso nunca más! Tú estudiarás contabilidad y te harás cargo de la empresa familiar, ¿Entendiste?

—P-Pero... yo quiero cantar. —murmuró con la voz temblorosa.

Tenía miedo, mucho miedo. Quería huir lejos de ese hombre que solo le gritaba cuando decía o hacía algo mal. Y su madre nunca estaba para ayudarlo. Las lagrimas se amontonaron en sus ojos y no las pudo retener. Dejó salir el llanto y sollozó en voz alta. Su padre gruñó exasperado y lo empujó tirándolo al suelo.

—¡Los hombres no lloran! No seas marica. —reprochó, alzando considerablemente la voz.

Esa fue una de las veces en las que más sintió miedo, ¿Por qué él no podía ser lo que deseaba? ¿Y por qué su padre le gritaba y lo trataba tan mal? No sabía que era lo que hacía mal. Se levantó como pudo y corrió lejos, a su habitación, para encerrarse y continuar llorando pero está vez en privacidad, solo y en silencio.

¿Por qué tengo que recordar esos momentos indeseables? Demonios. Tragué saliva con fuerza tratando de disipar el nudo en mi garganta, no pienso llorar por cosas que ya pasaron, no quiero. Apreté los puños volviendo los nudillos blancos, y me mordí el labio con furia descargando toda la ira y la impotencia, todo el dolor que jamás pude sacar, que siempre se quedó dentro de mí, quemándome y haciéndome la persona que soy hoy, rota y vacía.

Sweet Caprice ↛ KookminWhere stories live. Discover now