XLII

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Minho

Llegamos al apartamento de Chan y con mucho cuidado busco las llaves en su bolsillo trasero del pantalón, para luego abrir la puerta.
Lo ayudo a entrar con suma delicadeza.

—Estás siendo demasiado exagerado —me dice.

—A mí no me lo parece —el coraje aún no me deja pensar con mucha claridad—, ¿estás seguro de que no es mejor ir a un hospital?

No voy a mentir, estoy preocupado. Verlo así duele y aunque sé que pudo haber sido mucho peor eso no hace que me sienta más tranquilo.

Niega y yo lo examino buscando la mínima señal de que necesita ir con un médico.

—Estoy bien, Minho, ellos no me rompieron ningún hueso. —Trata de tranquilizarme.

—Ya, por suerte —resoplo—. No es justo, no es justo lo que te hicieron.

Y no lo es, lo digo de verdad. Una persona no debería ser tratada de aquella forma por la simple manera en que ama.
Y mucho menos Chan lo merecía, él es el chico más servicial, amable, talentoso, dedicado y bondadoso. Él se encarga de cuidar de los demás y ayudarlos con sus problemas, pero apenas se pudo ayudar a sí mismo.

—Lo sé —me asegura—. Y vamos a hacer algo al respecto.

Asiento.

Enrollo mi brazo en su cintura y lo guío hasta su habitación.

—Vamos a limpiarte esas heridas —digo y lo llevo hasta su cama donde lo siento con mucho cuidado—. ¿Tienes hielo o algo por el estilo?

—Creo que en la cocina —me informa.

Me dirijo ahí y abro el congelador. Ahí encuentro hielos, tomo un trapo y regreso a la cama con las cosas y las dejo sobre esta, me siento frente a Chan.

Por primera vez lo veo directamente a la cara por mucho rato. Tiene el labio partido y una mancha morada y verde se hace cada vez más visible sobre su pómulo.

Envuelvo el hielo en el trapo.

—Esto tal vez duela —le informo antes de llevar la tela fría a su pómulo.

Y tal y como pensé, Chan hace una mueca cuando la tela y su piel se tocan.

—Lo siento. —Él niega, pero la mueca reaparece cuando limpio su labio—. Déjame ver tu estómago —pido.

Levanta las manos para quitarse la camiseta, pero decido ayudarlo para evitar que se lastime más. Veo su torso, está mejor de lo que esperaba, al menos físicamente, solo tiene dos manchas rojas tornándose a morado, una en el estómago y otra en el costado de su cadera.

Tomo de nuevo el hielo y lo llevo hasta esas heridas, la mueca vuelve a surcar su rostro.
Es entonces cuando no puedo evitar que todas las lágrimas contenidas se derramen. Muerdo mi labio y aprieto los ojos intentando contenerlas pero no se detienen y Chan se da cuenta.

—Minho, no llores —pide—. Estoy bien. Todo está bien.

—No, no lo está. —¿Cómo puede decir eso?— Tú no merecías esto —repito.

Baby Boy ✓ MinChan Where stories live. Discover now