Prólogo

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Mientras camino, mis dedos se deslizan sobre las puntas de las elevadas briznas de hierba que crecen alrededor del tronco de los árboles. Mis pies se posan sobre la tierra sin producir sonido alguno. Los brillantes rayos de sol, que se cuelan entre las ramas, calientan mi piel produciendo una agradable sensación de confort y la suave brisa remueve mi largo cabello blanquecino.

El bosque está en silencio a mi alrededor, salvo por el canto ocasional de algún pájaro escondido tras las hojas, así que tarareo. La misma canción que inventé hace algún tiempo y cuyas palabras resuenan en mi cabeza una y otra vez en mi cabeza.

Entonces, siento un suave roce sobre el dorso de mi mano y detengo mis pasos. Descansando sobre mi pálida piel se encuentra una pequeña mariposa de vistosos colores. Lila, rosa y azul se entremezclan tintando sus enormes alas, que se cierran durante un breve segundo para después volver a expandirse.

Elevo mi mano lentamente y la mariposa no se asusta. Todo lo contrario, cuando giro la muñeca, el pequeño insecto camina confiado con sus finas patas hasta colocarse sobre mi palma. Entonces, mis dedos se cierran y... la aplasto. Después, abro la mano y dejo que sus inservibles restos caigan a mis pies.

— No deberías hacer eso —se escucha una suave voz a mi espalda que reconozco de inmediato. Mi cuerpo se tensa mientras giro para poder enfrentar a la niña que surge de entre los árboles y cuyos ojos rojos se clavan en mi rostro —. Mi madre siempre dice que no deberíamos hacer aquello no querríamos que nos hiciesen a nosotros — continúa ella a pesar de la inexpresión de mi rostro. Sin llegar a levantar los pies del sitio, su cuerpo se balancea hacia delante y hacia detrás, con sus manos entrelazadas tras la espalda y una inocente sonrisa decorando su cara —. Estoy convencida de que no te gustaría morir de una forma tan horrible...

Mis ojos se estrechan.

¿Acaso es eso una amenaza?

Ryn, la niña de 12 años cuya sola presencia me resulta perturbadora, es la hija de la pareja de alfas que lideran la manada de lobos que domina gran parte de este inmenso bosque. Sin embargo, al ser producto de un Cambiaformas deficiente y de una simple humana, no posee la capacidad de adoptar forma animal. Aunque tampoco puedo afirmar que no posea ninguna habilidad especial, pues no dejo de pensar que hay algo en ella que es extraño.

Ignorando su estúpido consejo o posible sutil amenaza, limpio mis manos y sin importarme en lo más mínimo los restos de la mariposa, camino sobre ellos acortando ligeramente el espacio que nos separa.

— ¿Qué es lo que quieres, niña? —pregunto y el tono de mi voz es tan gélido como el más frío de los inviernos —. No creo que a tu madre le guste que estés aquí.

Su constante balanceo se detiene y su sonrisa se amplía, acción que sin duda crispa mis nervios. Jamás había visto a nadie que actuase de forma tan despreocupada frente a mí.

De repente, se escucha una voz en la lejanía que llama su nombre:

— ¡Ryn!

La niña gira su cabeza en dirección al sonido y frunce sus labios con descontento.

— Parece que tengo que marcharme — suspira ella —. En fin... sólo he venido porque me había parecido verte en la distancia y quería avisarte de que esta porción de bosque se encuentra en la parte más próxima al río y fuera de los límites del territorio de la manada.

Para tener tan sólo 12 años de edad parece conocer con bastante precisión la extensión del bosque.

— ¿Así que has venido a darme una advertencia? — pregunto, incrédula, elevando una ceja.

Ella ríe y niega con la cabeza. El movimiento hace que los finos mechones de su cabello negro se balanceen de lado a lado rozando la parte superior de sus hombros. Después, se acerca a mí, mira un breve momento hacia detrás, como si estuviese comprobando que no hay nadie más cerca, y susurra:

Los Ojos del Hielo © #4Where stories live. Discover now