Capítulo 31

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NHOR

Mientras camino por el bosque no puedo evitar que mis ojos viren en dirección al enorme lobo de espeso pelaje blanco, brillantes ojos rojos y antiguas cicatrices que le cruzan el rostro. En su forma humana, aquella que parece adoptar tan solo en sus sueños, debe de ser un hombre tremendamente imponente. Entonces, miro hacia mi izquierda y observo a Milo, que camina con paso firme y escopeta en mano, como el resto de cazadores. Cabello castaño oscuro, con sus mechones despeinados por el viento, ojos de color verde intenso y una desgastada chaqueta vaquera con capucha gris. Un hombre con moralidad (de esos que dicen que ya no quedan), con buen corazón, amable, fácil de molestar, con tendencia a crear normas que nadie va a escuchar, trabajador, amigo de sus amigos... Puedo llegar a entender porque Amara se sintió confusa, sin saber a cuál de los dos elegir. Lo que no acabo de comprender es como acabó escogiendo a Vhalo. Quiero decir, por favor, debe de ser molesto que tu ropa esté llena de pelos todo el tiempo... En fin...

Inmersa en mis pensamientos no me doy cuenta del charco que se interpone en mi camino y por ello mi pie acaba hundiéndose en el agua estancada de intenso color marrón. Es ese breve instante en el que mis ojos desciende para observar mi zapatilla completamente sumergida cuando parpadeo, un gesto simple para humedecer mis ojos, y cientos de imágenes teñidas de rojo inundan mi mente. Como un vendaval me avasallan desde todas las direcciones, abarcando todos los ángulos y me congelo. Me detengo bruscamente, incapaz de mover un solo músculo y conteniendo la respiración. Mis ojos ya están abiertos y aun así me es imposible apartar la mirada del agua del charco en el que mi pie sigue metido. En su superficie se crean diversas ondas que emborronan mi reflejo.

— Quietos — una sola palabra abandona mis labios.

Todos lo escuchan y detienen su marcha porque a ninguno se le escapa la seriedad que desprende mi voz. Esto no es un juego, no es una falsa alarma...

— ¿Qué es lo qué...

— Shhh — manda callar inmediatamente Milo cuando elevo mi mano ligeramente pidiendo absoluto silencio.

Mi corazón palpita fuertemente en mi pecho. Tan intenso es su retumbar que casi puedo sentirlo en la base de mis oídos y en las yemas de los dedos de mis manos. Trago saliva.

— No os mováis — hablo, esta vez en un tono más bajo. Letha atraviesa a todos los presentes con la mirada reforzando mis palabras. Una advertencia clara de que nadie debe moverse—. No hagáis un solo sonido.

— Nhor

Milo pronuncia mi nombre en un preocupado susurro, pero mis ojos no se apartan de la superficie del agua estancada porque ahora que las ondas se han desvanecido soy capaz de ver lo que los flashes en mi cabeza, construidos por el funcionamiento coordinado de mis cinco sentidos, me han advertido. A 10 metros de altura, sobre nuestras cabezas, una pequeña serpiente de escamas cenicientas yace enrollada alrededor de una rama en la que tan solo un par de hojas han conseguido permanecer impasibles antes el fuerte viento. Lentamente, muevo la cabeza hasta que mis ojos topan con la imagen real y no es reflejo. Es Zero. No hay duda.

Todos siguen la dirección de mi mirada y aunque la visión de los humanos no es tan aguda como la mía, con un poco de esfuerzo y a pesar de las sombras que comienzan a extenderse por el bosque, consiguen ver a la tranquila serpiente.

— ¿Por qué no nos ha atacado? — pregunta Letha tan bajito que dudo que alguien más que yo haya podido escucharlo.

Lo he visto en este estado antes. Es como si la temible criatura estuviese dormida o en un estado de hibernación. Me recuerda a cuando yo caigo en el sueño y el mundo se desconecta, aunque él no parece tener este fallo en su organismo. Un movimiento equivocado podría despertarlo.

Los Ojos del Hielo © #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora