Capítulo 5

25K 3.6K 1.1K
                                    

Así que, te estarás preguntando cómo mierdas me he trasladado desde el bosque hasta la casa de Milo sin que nadie me haya visto. La respuesta es simple: en el interior de una maldita mochila.

En forma de serpiente apenas mido más de ochenta centímetros por lo que es fácil para mí esconderme en cualquier parte. Sin embargo, el viaje no ha sido nada agradable pues el sonido acelerado de los latidos del corazón de Milo casi perfora mis tímpanos. Por el amor de Dios... ni que estuviese transportando explosivos.

En fin...

Cuando finalmente llegamos, me escabullo de la mochila antes incluso de que toque el suelo. Me deslizo sobre los tablones de madera y cuando llego al salón, ya no soy una pequeña serpiente blanca sino una mujer "humana". Miro a mi alrededor y observo la estancia. Un enorme sofá de tela azulada, cubierto por una manta de cuadros más oscuros, se encuentra colocado junto a la pared a mi izquierda. Frente a éste hay una brillante televisión de pantalla plana que desentona ligeramente con el aspecto rústico de la cabaña de madera. Aunque lo que más llama mi atención es el objeto que se encuentra bajo unos estantes, repletos de gruesos libros, que cuelgan de la pared.

Camino lentamente sobre la gran alfombra que ocupa casi todo el suelo del cuarto y me detengo junto a lo parece ser un piano de pared de color marrón oscuro decorado con un par de pequeños candelabros de bronce que salen de los extremos en su parte delantera. Sus patas frontales están talladas como si fuesen las estrambóticas barandas de una rústica escalera de caracol, llenas de sinuosas curvas. La tapa se encuentra levantada dejando a la vista la hilera de teclas blancas y negras que se extienden ordenadamente de izquierda a derecha. Hipnotizada por la simpleza de sus atrayentes colores extiendo mis dedos hacia ellas. Estoy a punto de alcanzarlas cuando escucho la voz de Milo a mi espalda:

- ¿Tocas? -me pregunta él y mis dedos quedan suspendidos en el aire a tan sólo unos milímetros de distancia de las brillantes teclas.

Giro la cabeza ligeramente hacia atrás y sobre mi hombro vislumbro al humano junto a la puerta observándome con cierta curiosa. En lugar de contestar a su pregunta, lo ignoro y, tras retirar mi mano, continúo paseando y estudiando la casa. Al igual que cuando estábamos en el río, Milo presiona sus labios juntos debido a mi silencio intencionado y se cruza de brazos. Puede parecer que se encuentra bastante tranquilo a pesar de las circunstancias, pero su postura relajada no puede engañar a mis agudos oídos que captan el latir descontrolado de su inquieto corazón.

Él me sigue en silencio y pasamos a la cocina, una sencilla habitación con encimeras de granito gris y armarios de madera casi tan oscura como la del piano que hemos dejado atrás. Hay una isla en el centro, también de granito, frente a la que se disponen un par de taburetes.

- Quieres, no sé... mmm.... ¿comer algo? -pregunta Milo con duda mientras se apresura a la nevera blanca situada en uno de los extremos donde finaliza la extensión de la encimera. Mi rostro permanece serio e inexpresivo, lo que sin duda alguna lo pone todavía más nervioso. Con movimientos torpes abre la nevera y cuando se percata de que está prácticamente vacía pierde por completo la calma -. Creo que iré a conseguir algo de comida. Sí, eso es justo lo que voy a hacer.

Antes incluso de que pueda decir algo, el hombre humano se escabulle de la cocina y lo siguiente que escucho es el fuerte portazo de la puerta de entrada al cerrarse. Una de las comisuras de mis labios se eleva formando una media sonrisa.

Al final, va a resultar que esa maldita niña tenía razón y el haber venido a casa de Milo puede resultar mucho más interesante que quedarme en el bosque con los enfurecidos lobos.

Deslizo mis dedos sobre la lisa superficie de la encimera mientras camino y, después, me dirijo hacia un pequeño pasillo donde se encuentran unas escaleras. Rodeada por el absoluto silencio de una casa vacía, comienzo a subir sus escalones con el sigilo que caracteriza a una serpiente y, por tanto, sin producir sonido alguno.

Los Ojos del Hielo © #4Where stories live. Discover now