Capítulo 28

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NHOR

Sentada sobre la cama, tras haber echado la pesada manta a un lado ya hace rato, Milo deja caer suavemente una toalla de color verde musgo sobre mi cabeza y comienza a secar mi cabello mojado con cuidado. Su rostro luce una expresión seria mientras se concentra en la tarea. Él sabe la razón por la que antes me he negado a que entrase en la ducha conmigo. No es que no me apeteciese tener su cuerpo desnudo junto al mío bajo la calidez del agua, sino que no quería que viene la enorme cantidad de heridas y moratones que todavía no se han curado después de mi enfrentamiento con Zero. Por alguna extraña razón que todavía no acabo de comprender no quiero que se preocupe. Sin embargo, aunque no las haya visto, la forma en la presiona sus labios juntos con descontento me dan una pista de que está verdaderamente preocupado. Así que permanezco inmóvil y en silencio dejando que seque mi cabello como si fuese una niña de cinco años incapaz de hacerlo por si sola.

— A veces... — comienzo con duda. Tal vez no debería contestar a la pregunta que no ha llegado a formular, pero la expresión torturada que muestra su rostro cae sobre mí como una pesada losa —... cuando estoy muy cansada, mi cuerpo no se cura como debería.

Milo deja la toalla a un lado y me enfrenta.

— No deberías haber hecho eso

— ¿Debería haberte dejado morir? —pregunto, confusa.

Zero estaba acechándonos y sabía que ninguno de los dos conseguiría escapar a no ser que yo lo entretuviese el tiempo suficiente como para que Milo se alejase. No debería haber permitido en primer lugar que él me acompañase a rastrear a Zero, pero le dejé y por primera vez en mi vida sentí la responsabilidad de la situación. Él no se merecía morir después de todo lo que había hecho por mí. No podía dejar que pasase y... no lo hice.

Milo suspira con pesar.

— Jamás me había sentido tan impotente. Desapareciste en frente de mis ojos y no pude hacer nada salvo correr en la dirección contraria.

No se me escapa como sus manos se convierten en apretados puños sobre sus muslos y niego con la cabeza.

— Eres humano, Milo. No hay nada que pudieses haber hecho — la oscuridad enturbia su mirada y me doy cuenta de que mis palabras no están mejorando su humor, por lo que salgo de la cama y extiendo una mano en su dirección —. Ven. Vamos a comer algo...

Milo no parece tener la intención de moverse hasta que confieso que me muero de hambre. Entonces, toma mi mano y me sigue mientras bajamos por las escaleras hacia la planta baja. Un sencillo jersey de color negro, que he tomado prestado de su armario, cubre mi torso, mis brazos y mitad de mis muslos. Llegamos a la cocina y descalza siento el crujido de unos pequeños pedazos de cristal bajo mis pies.

— ¡Cuidado! —exclama él tirando de mi mano hacia atrás —. Mierda. Se me había olvidado que antes he roto un vaso. ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?

Su constante preocupación solía resultarme molesta y sin sentido, pero ahora me parece entrañable. "Entrañable", la palabra se repite en mi cabeza como si me estuviese burlando de mis propios pensamientos y una sonrisita se forma en mis labios.

— Sólo es cristal —respondo mostrándole las plantas de mis pies completamente ilesas. Mi cuerpo es una máquina bien engrasa que, a pesar de sus fallos, funciona correctamente en momentos como estos. Así pues, cuando he sentido el filo cortante del cristal en mi piel, el peso de mi cuerpo se ha vuelto más ligero evitando que los fragmentos llegasen a penetrar mi piel —. Vamos — repito tirando de nuevo de él.

Sus ojos no dejan de observar mis pies cuando camino sobre los cristales cruzando la cocina en dirección a la nevera. Éstos crujen sonoramente bajo sus pies calzados en unas zapatillas de montaña con gruesos cordones.

Los Ojos del Hielo © #4Where stories live. Discover now