Capítulo 3

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Al final... he tenido que deshacerme de Ryker.

No lo he matado, pero ganas no me faltaban. No paraba de gritar y zarandearme con brusquedad contra el rugoso tronco del árbol. Así que, cansada de su asedio, he acabado dejándolo inconsciente junto a las raíces que emergían sobre la tierra. Probablemente, cuando despierte, sentirá un horrendo dolor de cabeza, como si su cerebro quisiese salirse a través de los conductos de sus oídos.

Poco después, adopto la forma de una pequeña serpiente de escamas blancas y me escabullo entre los restos de hojas secas que todavía quedan tras acabar el otoño. Las horas pasan y apenas quedan unos pocos minutos para que el sol se esconda bajo las montañas más allá del bosque, cuando llego a la escena del crimen. El cadáver del lobo ya ha sido removido y el sonido de los aullidos ha cesado. En silencio y valiéndose de su audaz olfato intentan rastrearme. Sin embargo, he conseguido esquivarlos con facilidad y hasta el momento no han conseguido dar con mi paradero.

Ahora, el lugar está desierto y vuelvo a mi forma humana sabiendo que ninguno de esos estúpidos sabuesos se encuentra alrededor. Me detengo justo en el lugar donde se hallaba el cuerpo y observo la zona.

La ausencia de sangre tiñendo la tierra no es extraña dado que, según Ryker, la profunda marca alrededor de su cuello indicaría que ha muerto por asfixia. Sin duda, una estrategia conocida entre las serpientes para reducir y acabar con su presa.

Tampoco hay huellas, a parte de las de los lobos que se han llevado el cadáver. ¿Qué otro ser podría haber perpetrado el crimen además de una sigilosa serpiente? Incluso ahora mis pasos no quedan grabados en la tierra pues poseo la capacidad de volver mi peso más liviano para no dejar rastro.

Mis rodillas se flexionan y me agacho para así alcanzar un mechón de pelo que el cuerpo sin vida del lobo ha dejado atrás. Debido a su coloración más oscura en las imágenes rojizas de mi mente, pensé que se trataba de un lobo de pelaje completamente negro. Sin embargo, observando el mechón que sostengo entre mis dedos me doy cuenta de que se trata más bien de un tono marronáceo.

Mi lengua azota mi paladar emitiendo un sonido cortante y cargado de molestia.

No me gusta equivocarme.

Entonces, escucho el sonido de unos pasos que poco a poco se aproximan a mi posición. En lugar de incorporarme para enfrentar a la recién llegada permanezco acuclillada junto al espacio ligeramente hundido que el cuerpo sin vida del lobo ha dejado en la tierra.

— ¿Por qué no has dicho la verdad? — pregunta ella con voz suave emergiendo de entre los árboles.

Los dedos con los que sujeto el mechón de pelo marrón se deslizan en círculos, el uno con el otro, y las gruesas hebras caen a mis pies. Giro la cabeza y observo a la niña que se detiene a un par de pasos de distancia. Sus ojos rojos se clavan en mi rostro con determinación.

— ¿Qué verdad? — respondo, fingiendo no saber a lo que se refiere.

Sus ojos se estrechan mientras la fría brisa mece su cabello negro.

— Que no has sido tú quien lo ha matado

Una inquietante media sonrisa se extiende por mi rostro y, finalmente, me incorporo. Su cabeza se inclina ligeramente hacia arriba debido a mi altura superior.

— ¿Estás segura de eso? —la cuestiono con frialdad.

Ryn, sin miedo, da un paso en mi dirección y la temperatura de mi cuerpo desciende. El hielo atora mis venas ralentizando el flujo de mi sangre. Siento como si su intensa mirada tratase de atravesar mi cuerpo e invadir mi mente.

Los Ojos del Hielo © #4Where stories live. Discover now