Capítulo 26

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NHOR

Años atrás...

— Alégrate, Otto. ¡Hoy es el día! Voy a abandonar las instalaciones y he decido que vas a venir con...

Mis palabras permanecen suspendidas en el aire cuando al detenerme frente a la celda de Otto, no es a él a quien encuentro sino a su versión animal. Un enorme oso de espeso pelaje oscuro y afiladas garras que finalmente ha perdido la razón. Los doctores han experimentado tanto con su cerebro que lo han vuelto inservible y es por eso que ahora el enloquecido animal se estampa fuertemente contra las paredes de hormigón como si no sintiese ningún dolor.

Inesperadamente, me siento decepcionada. Pensé que el hombre de piel morena y rastas que habitaba entre estas cuatro paredes tenía más fuerza de voluntad, pero supongo que la falta de esperanza por conseguir escapar algún día ha causado su deterioro. "Tal vez debería haber tomado esta decisión antes", pienso. Desecho la idea rápidamente al darme cuenta de que es estúpido que me preocupe por él. Otto solo era un sujeto de experimentación con el que me entretenía de vez en cuando. Su pérdida no cambia nada para mí.

El crujido de la estructura que lo encierra inunda mis oídos de forma constante mientras yazco ahí parada, en medio del pasillo, observando al oso. Entonces, me acerco al pequeño panel que se vislumbra a la izquierda y coloco mi mano sobre él. La pantalla se vuelve roja negándome el acceso. Sonrío.

— Parece que Matías no es tan estúpido como aparenta —murmuro.

Pero la sola idea de que crea que esto es suficiente como para detenerme me divierte. En ese momento, un guardia vestido con su uniforme oscuro me alcanza.

— Nhor, vuelve a tu habitación. No hay nada que ver aquí. Este sujeto ya no tiene ninguna utilidad y será desechado pronto.

Así es cómo funcionan las cosas por aquí. O tienes utilidad, o eres lanzado a la basura. No somos mejores que los objetos inanimados.

— Te equivocas — respondo alzando la mirada y cuando mis ojos se topan con los suyos, el guardia se tensa y da un paso atrás. Mi mirada es tan fría que la piel de su cuello se torna de gallina e inmediatamente su mano trata de alcanzar la pistola eléctrica que guarda a un lado de su cintura, pero ya es demasiado tarde. Incluso aunque pueda prever mis acciones no es lo suficientemente rápido como para contraatacar —. Otto todavía puede ser útil — el tono de mi voz cambia y sus dedos se detienen justo antes de alcanzar el arma —. Deberíamos dejarlo salir, ¿no te parece? Se merece probar la libertad, aunque solo sea unos segundos.

— No, no... —niega el guardia, a pesar de que su mirada comienza a enturbiarse afectado por el dulzor de mi voz —. Es peligroso.

La razón combate mi poder y me crispo. Esto sería mucho más fácil si simplemente tuviese la habilidad de obligar a la gente a hacer lo que quiero, pero no. Oh, no. El maldito Matías tenía que darme solo la capacidad de sugestión.

— No te preocupes — respondo dando un paso en su dirección y, entonces, susurro: — Yo te protegeré.

¿Protegerle? ¿Yo? JA. Que mentira más obvia. Sin embargo, el guardia solo escucha la convicción de mis palabras y asiente hipnotizado. Su mano se eleva y la coloca sobre la pequeña pantalla que finalmente adquiere un brillo verdoso de aceptación. El panel de cristal, que hace de puerta para la celda, comienza a descender y el oso, dándose cuenta del cambio, detiene sus golpes. Sabiendo lo que se avecina me pongo en movimiento y cuando paso junto al guardia le advierto:

— Yo que tú correría

Él parpadea como si despertase de un sueño y cuando finalmente se da cuenta de lo que acaba de hacer, el cristal ya ha bajado por completo y el oso se abalanza sobre él. Sus gritos son silenciados cuando la puerta al comienzo del pasillo se cierra.

Los Ojos del Hielo © #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora