Capítulo 21

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MILO

Al tocar a Nhor no siento que me quemo, a pesar de las metáforas que antes hemos estado empleando. Su piel está fría, ahora tibia gracias a la calidez del agua que cae sobre nosotros, y cuando su cuerpo se presiona contra el mío un escalofrío me atraviesa. Sin embargo, al sentir sus pechos contra mi torso unas llamas candentes estallan en mi interior y rápidamente dejo de sentir la baja temperatura de su piel.

Su lengua se enreda con la mía y gimo en su boca mientras la sangre pulsa con furia entre mis piernas. La excitación me empuja hacia delante, pero hago acopio de mi fuerza para mantenerme inmóvil porque si dejo que mis manos viajen por su cuerpo habré perdido y no quiero perder. ¿La razón? No estoy seguro, pero sé que esto es importante.

Entonces, Nhor muerde suavemente mi labio inferior y tiemblo. No puedo evitarlo porque quiero despegar mis manos de está maldita pared de baldosa, que siempre me ha parecido horrible, y agarrar sus caderas que no deja de balancear hacia delante y hacia atrás volviéndome completamente loco.

Tranquilo. Tranquilo. Me digo una y otra vez, pero está comenzando a doler y mi respiración se acelera sin remedio.

Ella sonríe contra mis labios. Le gustan las reacciones de mi cuerpo y probablemente disfruta escuchando la frustración en los bajos sonidos, similares a gruñidos, que ascienden por mi garganta cada vez que las partes bajas de nuestros cuerpos se rozan.

— Eres mala. Eres perversa. Eres... —murmuro, pero mis palabras se interrumpen cuando ella lame mi cuello y escucho el burbujeo de su risa contra mi piel.

— Soy una serpiente — responde ella por mí transformando su voz en un sonido atrayente y meloso —. Soy la tentación.

Quiere que pierda, que me rinda a sus encantos y acabe empotrándola contra la pared del baño. Por eso tiñe sus palabras con esa sugestión que le encanta usar en otros, pero no funciona conmigo porque sé cómo funciona. Mis manos se transforman en puños contra las baldosas y la miro a los ojos. Sus pupilas están dilatadas, al igual que deben estarlo las mías, indicándome que no soy el único que siente placer con la cercanía de nuestros cuerpos enredados.

— Presiona todo lo que quieras, cariño — el calificativo que elijo para llamarla hace que sus cejas se eleven —. No voy a caer.

Su sonrisa adquiere cierto toque travieso y mi cabeza cae hacia atrás cuando su mano baja para agarrar la dureza de mi miembro.

— Ya veremos...

Comienza a mover su mano a un ritmo lento y aprieto los dientes con fuerza. Joder, eso es bueno. Al mismo tiempo su otra mano comienza a acariciar mi torno. No tengo un cuerpo musculado de gimnasio, pero sí que corro los fines de semana y hago abdominales de vez en cuando. Me mantengo en forma y eso es lo que nota bajo sus dedos.

Su ritmo se incrementa hasta que... bruscamente se detiene. Lloriqueo como si fuese un niño al que acaban de quitarle un caramelo y cierro los ojos con fuerza no queriendo ver la mirada de suficiencia en su cara. Me está haciendo sufrir, lo sabe y eso a ella le encanta. Pero entonces su cuerpo se aleja del mío y mis párpados se separan de golpe cuando siento sus labios alrededor de mi polla.

— Dios... te odio —digo entre dientes.

Ella me lame, chupa y yo la observo. Su cabello blanco brilla incluso con la escasa luz que se cuela a través de la cortinilla y mis dedos hormiguean queriendo quitar ese mechón mojado que se pega contra la piel pálida de su mejilla. Aprieto tanto los puños contra la pared que casi puedo sentir como impido el flujo de sangre hacia mis dedos.

Mi respiración es pesada mientras el placer que ejerce Nhor con su boca asciende por mi abdomen. ¿Dónde habrá aprendido esto?, pienso. Sin embargo, el pensamiento se convierte en polvo cuando su lengua gira y gimo.

Los Ojos del Hielo © #4Where stories live. Discover now