Capítulo 12

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— Así que, ¿me estás diciendo que hiciste una apuesta con Milo y la perdiste prácticamente nada más empezar? — pregunta Dana apoyada con ambos codos sobre la barra de la taberna mientras me observa con expresión divertida. Ignoro su mirada insidiosa y continúo dándole vueltas, con mi dedo incide, a la fina rodaja de limón que acidifica el sabor del agua que ella me ha servido hace unos minutos —. Hay algo que no entiendo. No pareces el tipo de persona que cumpliría el castigo incluso si perdiese. Entonces, ¿cuál es el punto de conseguir otro huevo?

Mi dedo se detiene y alzo la mirada.

— El punto... —respondo lentamente mientras mi voz se torna fría y cortante —... es que Milo estaba seguro de que no lograría mantener a Hugo con vida y no pienso probarle que tenía razón.

La diversión desaparece el rostro de Dana al sentir el frío que desprenden mis palabras y retrocede.

— Iré a buscar el huevo —murmura tras aclarar su garganta.

Diez minutos más tarde, sobre la palma de mi mano descansa un huevo de cáscara blanca en cuya superficie hay dibujada una cara sonriente. Mis dedos se cierran lentamente a su alrededor, pero sin apretar demasiado.

— Vas a sobrevivir

Las palabras se deslizan fuera de mi boca sin apenas yo ser consciente de ello. De repente, alguien se sienta en el taburete a mi lado.

— Hugo 2.0., ¿eh? —comenta Ryn elevando una ceja al observar el huevo en mi mano.

Inconscientemente, mis dedos incrementan su presión alrededor del huevo y no es hasta que escucho un ligero crujido que me doy cuenta de que he estado a punto de aplastarlo. Aflojo mi agarre con rapidez y deposito a Hugo suavemente sobre la barra, prestando atención en que no rueda hacia el borde precipitándose así hasta su muerte... de nuevo.

— Pensé que habías dicho que no podías leer la mente, niña — escupo.

Eso es lo que dijo en casa de Milo, pero sigo sin estar convencida de que sea verdad. En ese momento, Dana se acerca y deja un vaso, relleno de un contenido anaranjado, frente a la niña y se aleja de nuevo.

Ryn le da un trago a la bebida que desprende un intenso olor afrutado y, después, suspira. Sus ojos, rojos como dos brillantes rubíes, observan de reojo el vaso que mantengo a mi lado.

— ¿Agua? ¿No deberías estar bebiendo, no sé, algo más fuerte?

Una de mis finas cejas blancas se eleva al escuchar su pregunta.

— El alcohol afecta a los reflejos alterando tu capacidad de reaccionar, por no decir que mata neuronas. ¿Por qué bebería tal veneno?

Ryn parpadea. La sorpresa está escrita en su cara redondeada.

— Aquellos que dice que eres una mala influencia deberían haberte escuchado ahora mismo...

Esbozo una media sonrisa tras el vaso, que aproximo a mis labios para dar un largo sorbo de su transparente contenido. La rodaja de limón roza mis labios desencadenando un ácido hormigueo que se difunde hasta mi lengua.

— Ser inteligente no me convierte automáticamente en una buena influencia — respondo sin más y abandono el vaso, ya prácticamente vació, para enfrentarla —. Ahora, deja de cambiar de tema y contesta a mi pregunta. Si no puedes leer mentes, ¿cómo funciona exactamente tu habilidad?

Ryn apoya uno de sus brazos sobre la barra y con sus dedos atrapa un fino mechón de su liso cabello negro. Parece observar sus puntas fijamente mientras lo frota entre las yemas de sus dedos pulgar e índice. Al otro lado de la barra, Dana se mantiene ocupada secando varios vasos mientras finge que no está escuchando nuestra conversación.

Los Ojos del Hielo © #4Where stories live. Discover now