Capítulo 14

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Una mentira puede crecer.

Una mentira puede cambiar, adaptarse, echar raíces...

Una mentira puede engañar incluso a la persona que la creó.

Una mentira puede ser cierta o, tal vez, una certeza pueda ser mentira... como decirme a mí misma que Otto no era nada ni nadie para mí.

— ¿Estás bien? —pregunta el hombre de piel oscura y largas rastas en su cabeza desde detrás del cristal.

— ¿Por qué no lo estaría? — respondo sin más deteniendo mis pasos frente a su "celda".

Otto se levanta del andrajoso camastro sobre el que estaba sentado y se aproxima al cristal. Eleva sus manos y presiona sus palmas contra el irrompible panel transparente.

— La última vez que te vi, los guardias arrastraban tu cuerpo lánguido y cubierto de sangre. Ha pasado una semana. Pensé que estabas muerta.

Escucho la sincera preocupación en su voz y me parece una broma.

— Debes de ser estúpido —me burlo y su mandíbula se tensa visiblemente —. ¿Acaso has olvidado que yo también soy una de tus carceleras?

Los oscuros ojos de Otto se llenan de tristeza y, al ver tal imagen, un frío gélido inunda mi cuerpo.

— ¿Hasta qué punto te mientes a ti misma como para no darte cuenta de que tú también eres una víctima, Nhor?

Cruzo los brazos frente a mi pecho y siento la ira revoloteando alrededor de mi corazón. Una sonora carcajada asciende por mi garganta provocando que él frunza el ceño.

— ¿De verdad crees que Matías me manipula? —contraataco —. Es él quien no se da cuenta de la bomba que está guardando.

— ¿Y hasta que la bomba explote harás todo lo que él te pida? ¿Sufrirás todos sus experimentos?

Es una extraña conversación la que estamos teniendo él y yo. Lanzándonos preguntas que no reciben respuesta...

— ¡Cállate! —acabo gritando —. Estoy harta de escucharte.

Reanudo mis pasos y comienzo a alejarme.

— ¡Si dejas que la ira te consuma, entonces no serás más que una marioneta al servicio de un titiritero! — exclama él de vuelta, pero sus palabras quedan interrumpidas por el fuerte sonido que emite la puerta del final del pasillo al ser cerrada a mi espalda.

El recuerdo aparece en mi mente cuando Milo me entrega un fino libro de cuentos que saca de la estantería del salón.

— "La marioneta y el titiritero" —leo en voz alta el título que aparece en la portada con brillantes letras rojas.

Milo camina a mi alrededor y se sienta en el sofá.

— Cuenta la historia de un niño que siempre estaba enfadado —explica él mientras abro el libro y paso la primera página. Sus palabras se reflejan en las imágenes que van apareciendo —. Cada vez que el niño se dejaba llevar por la ira, unos hilos aparecían en sus brazos y piernas y éstos se movían solos obligándole hacer cosas que no quería y de las que luego se arrepentía.

En una de las hojas aparecen unas tablas de madera, que unidas forman una cruz y de la que desciende unos gruesos hilos blancos que se enrollan alrededor de las muñecas y los tobillos de un pequeño niño de mejillas sonrojadas.

— ¿Insinúas que yo soy como este niño? —murmuro y lanzo el libro sobre el sofá a su lado.

Él me observa con detenimiento.

Los Ojos del Hielo © #4Where stories live. Discover now