Capítulo 24

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MILO

Mi mente está bloqueada. No puedo dejar de recordar el momento en que Nhor desapareció ante mis ojos. Jamás había visto el terror en su rostro y al vislumbrarlo por primera vez me sentí inquieto, pues sabía que la situación era realmente grave y, entonces, un segundo después, ella ya no estaba ahí.

— Milo, ¿estás... bien?

— ¡No! No estoy bien. ¡Joder! — exclamo y me muevo con brusquedad apartándome de su toque. El contenido de la taza que Amara agarraba entre sus dedos se desparrama sobre mis pantalones —. ¡Mierda! Dios. Lo siento mucho, Amara. No pretendía...

Amara recoge la taza del suelo, que milagrosamente no se ha roto, y la deja sobre la barra de la taberna mientras niega con la cabeza.

— No te preocupes, Milo — habla ella con voz suave y amable —. No debería haberte hecho esa pregunta.

En ese momento, Dana aparece al otro lado de la barra y me tiende un trapo que acepto agradecido para poder limpiar mis pantalones. Por mucho que froto, la mancha de café caliente no desaparece y acabo lanzando el trapo lejos. Amara acerca un taburete y se sienta a mi lado.

— No puedo sacármelo de la cabeza. La dejé allí, Amara — confieso, derrotado. Solo corrí y corrí, con la mente en blanco, hasta que alcancé el pueblo —. ¿Cómo he podido hacer algo así? Debería haber vuelto y hacer algo, no sé, cualquier cosa.

Aprieto los puños sobre la barra y doy un respingo cuando Amara posa una de sus manos sobre la mía.

— Milo, créeme. Tengo algo de experiencia en esto de ser dejada atrás... — dice ella esbozando una sonrisa triste al recordar el pasado —... y tú no has hecho eso. Ella te pidió que corrieses porque sabía que de no hacerlo morirías. Thomas simplemente me dejó allí a pesar de que le supliqué que no lo hiciese. Son dos situaciones completamente diferentes y te diré con total seguridad que tú no la has abandonado — a pesar de que las palabras de Amara tienen sentido no puedo dejar de pensar que podría haber intentado recuperarla, pero me quedé ahí parado, como un pasmarote, sin saber qué hacer. Al final acabo sosteniendo su mano entre las mías. Es curioso cómo los sentimientos de las personas cambian y evolucionan. Hace años quería a Amara como un hombre quiere a una mujer, pero ahora al mirarla, al sentir el contacto entre nuestras manos, solo veo en ella a una buena amiga que trata de consolarme —. Además, no la conozco mucho, pero tengo el presentimiento de que Nhor debe suponer una buena pelea.

Esa última frase casi me saca un amago de sonrisa. Las comisuras de mis labios tiemblan, pero suspiro y el humor se disipa.

— Ella es... — muerdo mi labio inferior tan fuerte que saboreo el ferroso sabor de la sangre en mi lengua —... es Nhor — termino como si eso lo explicase todo.

Amara permanece en silencio observándome con simpatía. Después, sus ojos descienden y se quedan quietos en la unión de nuestras manos.

— He sido tan idiota —murmura —. Sé que sonará como una excusa, pero tengo tanta responsabilidad sobre mis hombros, Milo —dice ella devolviéndome la mirada y en sus ojos atisbo por primera vez la presión —. Liderar la manada, asegurarme de que la tregua entre cazadores y lobos se mantenga, recordarle a Vhalo cada segundo de cada día que lo amo sin importar que no pueda adoptar forma humana... — se me encoje el corazón al escucharla hablar de esa manera. Desde que su compañero descubrió que jamás podrá cambiar de forma, las cosas han sido difíciles e inestables en el territorio de los lobos y Amara ha tenido que tomar más responsabilidades que nunca —... criar una hija, que ahora resulta que ha estado escondiéndome que tenía una habilidad. Trato de ser una buena líder, una buena amante, una buena madre, una buena amiga, pero he acabado fallando en todo y lo siento, lo siento tanto, Milo.

Los Ojos del Hielo © #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora