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Marcelo.

La ciudad de Avetrana en Italia poseía una arquitectura fiel a su antigüedad, a pesar de las construcciones modernas y a la vanguardia, los tesoros de esta ciudad eran sus antiguas casas y edificios, su gente, pero sobre todo los largos kilómetros de playa que poseía, ahí en el lugar más escondido, donde el agua era tan cristalina como el cristal, lejos del bullicio de los turistas estaba el hotel que como la descripción indicaba, se llamaba 'villa nascosta' o simplemente 'villa escondida', el dueño, es decir, Marcelo pasaba sus días encargado de hacer ese como el lo llamaba " pedazo de cielo" ser un santuario para todos aquellos que necesitaran escapar del resto del mundo y sus problemas, algunos días los pasaba en el centro de la ciudad, de forma más concreta en el hospital de Avetrana, hacía años que un cáncer de páncreas había amenazado su vida y el al contrario de la mayoría había encontrado en aquel suceso una bendición, antes de eso había dedicado su tiempo a la superficialidad, los vicios, las mujeres y todo aquello que cualquiera consideraría importante, pero que nunca habían llenado su alma.

Revisando algunos contratos del hotel y su construcción 10 años atrás se dió cuenta que un sector del amplio terreno en el que el había construido no estaba en el contrato de venta que el había firmado con Diletta Esposito, eso era un problema, estaba usando un espacio que el no poseía legalmente.

- Buongiorno Fabrizio.- el abogado que se había encargado de la venta del lugar lo saludó con su aguda voz que el reconocería en donde fuera.

- Buongiorno Marcelo, que se te ofrece?-

Marcelo tomo el teléfono y abrió la ventana del lugar, el aire puro del mediterráneo le dió esa paz que vivía desde hace años, sin embargo con esa llamada venía un presentimiento, el confiaba en que no existía la casualidad y que cada evento que ocurría tenía un propósito en nuestra vida, sonrió para sí mismo, su mente siempre divagaba por cualquier cosa, tal vez era un simple contratiempo que podría ser solucionado rápidamente, eso creía hasta que escuchó su nombre, una extraña corriente recorrió su cuerpo y unas ansias, como cuando esperas algo por mucho tiempo, cuando anhelas algo que ni siquiera conoces,eso fue lo que el sintió al escuchar el nombre de la chica que cambiaría su vida por completo.

- Revisaba los contratos de compra que firme hace algunos años con Diletta Esposito, has memoria Fabrizio esa mujer me vendió el terreno donde construí el hotel...-

- Oh vaya... Lo recuerdo perfectamente.-

- Estupendo, pero hay algo que no contemplaste en aquel entonces. El sector norte también lo pedí y según estos documentos no está en el contrato... esa parte no es mía y quiero comprarla, vamos que ya construí ahí!- dijo el riendo por lo raro de la situación.

- Han pasado años, es algo complicado Marcelo.-

- Lo se, lo sé. Pagaré lo que Diletta decida por haber usado esa parte sin autorización y desde luego espero que sea transferido a mí, pero está vez revisaré todo de manera considerable.-

- La cosa es hijo, que Diletta ya no es dueña de ese terreno...-

- Acaso lo vendió?- Marcelo estaba intrigado, tal vez el asunto que el creía simple en realidad iba a ser más complicado.

- Diletta falleció hace un año y sus hijas heredaron todo incluso ese terreno que mencionas.-

- Y las hijas se encuentran en Italia...?- Marcelo recordó el día en que compró ese lugar, Diletta iba acompañada de una adolescente tan pelirroja y llena de pecas como ella pero desconocía la existencia de la segunda hija, algo muy curioso.

- Solo una de ellas es la dueña, pero la muchacha reside en México... trataré de contactarte con ella y cuando pueda te devuelvo la llamada, te parece?- Marcelo lo pensó unos segundos, después de todo ya habían pasado diez años, podría esperar un poco más por solucionar eso.

- Me parece bien, pero al menos dime con quién voy a negociar, porque según recuerdo Diletta tenía una hija adolescente en aquel entonces...- Fabrizio rió con ganas, por su ingenuidad.

- Que va! La pobre de Diletta tuvo dos hijas , Gala, la que supongo conociste, esa niña era un ángel, su madre estaba profundamente orgullosa de ella...-

- Y la otra...?- pregunto con interés Marcelo, asumiendo que esa joven sería la dueña del terreno.

- La otra fue una chiquilla rebelde, se metía en tantos problemas que Diletta se la vivía preocupada todo el tiempo...-

- Eso suena terrible, pero como se llama...?- Marcelo presionó, ya que el viejo siempre de iba por las ramas a la hora de hablar.

- Esa diabla se llama Sole, sabrá dios si Diletta habrá logrado reformarla, no se merecía los disgustos que le hacía pasar... en fin muchacho, ya hablaremos en cuánto logré ubicar a esa niña.-

- Hasta luego Fabrizio.-

Dejando el teléfono en su escritorio, se sentó con naturalidad en la ventana y observó el lugar, sin duda era un paraíso, el arena blanca y el agua transparente lo hacían irreal, de pronto su paz se vio interrumpida por ese nombre.

Sole. Hermoso nombre para una diabla como Fabrizio la había llamado, si su mala fama era cierta tal vez sería un problema arreglar aquel asunto, de repente una extraña sensación lo sacudió, un cosquilleo que no había sentido desde hace tanto y es que con sus 33 años de vida hacía tanto que no sentía algo como aquello, ansiaba conocer a esa mujer, quería comprobar si era tan mala como decían y de ser así estaba listo para ese reto, sonrió convencido, el debía conocerla.

Semanas después, aún sin noticias de Sole, ese nombre ya estaba bien instalado en su mente. Como cada 6 meses, sin falta visitó a su oncólogo, se había vuelto una costumbre, todos en el hospital lo conocían, siempre lo saludaban con alegría, era un hombre muy querido, cada que podía prestaba su ayuda para lo que fuera y en navidad los regalos de su parte nunca les faltaban a los niños del lugar, faltaban algunos 20 minutos para su cita agendada, caminaba saludando a quien pasaba hasta que alguien chocó contra su cuerpo, había sido como un torbellino, aún así su fuerza fue mayor y logró sostener a la mujer que lo impactó vuelta un mar de lágrimas.

- Te lastimé...? Lo siento no, ... no fue mi intención...- Marcelo tardó en reaccionar, entre sus brazos, estaba la mujer más hermosa que había visto en su vida, corrección, solo era una niña.

Poseía unos ojos grandes y expresivos, su mirada era suave pero llena de fiereza, solo que en ese momento estaba cubierta de lágrimas que hacían aún más fascinante esos ojos tan verdes, pero a la vez tan grises, salió de su trance al verla hablar y no entender nada de lo que decía.

- scusa ma non capisco cosa dici?- la muchacha se pegó en la frente por lo ridículo que era olvidar el país en el que estaba.

-Mi dispiace, a volte dimentico il posto dove sono ... Non ti ho fatto male?- ella se disculpó con el en italiano, el sonrió relajado al poderla entender.

-negligenza, sto bene ... stai bene?- a él le preocupaba más el estado de ella, por lo que le preguntó si estaba bien, ella negó derramando un par de lágrimas más y se alteró al escuchar al oncólogo, la voz de ese hombre la alteró al nivel de salir de los brazos de Marcelo que sin haberlo notado ya la mantenía más cerca de él.

-Devo andare, di nuovo mi dispiace...- ella salió corriendo con prisa, el la siguió con la mirada incapaz de no hacerlo, el aroma de esa muchacha se metió en sus pulmones, nunca lo olvidaría estaba seguro.

Aún no salía de su sorpresa cuando el doctor dijo algo que lo convenció una vez más, las casualidades no existían.

-Sole! Aspetta, non andare così!- el doctor que el bien conocía le pedía a gritos que no se marchara, pero la bella mujer ya se perdía entre los pasillos.

Sin embargo lo que más llamó su atención fue el nombre de esa mujer, 'Sole', una coincidencia tal vez, algo le decía que no, pero no era  probable que fuera la misma Sole de la que el esperaba información, negó sonriendo, la vida era una caja de sorpresas y estaba seguro volvería a ver a esa jovencita.

Amor bajo llave.Where stories live. Discover now