❪ O1. SIX YEARS ❫

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𝗖𝗢𝗙𝗙𝗘𝗘: SEIS AÑOS

EN 1996 LA ACADEMIA UMBRELLA no era más que un gran edificio con extraños símbolos en forma de sombrilla que adornaban sus ventanales y la cerca que rodeaba toda aquella mansión

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EN 1996 LA ACADEMIA UMBRELLA no era más que un gran edificio con extraños símbolos en forma de sombrilla que adornaban sus ventanales y la cerca que rodeaba toda aquella mansión. Extrañamente, encontrándose cercana al centro de la ciudad, nadie conocía el interior de ella, ni tenían la menor idea de que dentro de ella se encontraban ocho niños con increíbles habilidades que apenas aprendieron a caminar, comenzaron a ser entrenados.

Reginald Hargreeves reconocía cada una de las habilidades de los pequeños, no estaba de más agregar que dependiendo de sus habilidades, se definían sus entrenamientos. Era por eso, y por otras razones, por las que el hombre del monóculo dedicaba una especial atención a la más pequeña de sus hijos.

Sabía que poseía habilidades extraordinarias, y no desperdiciaría ni una sola de ellas. Incluyendo su sorprendente inteligencia.

Cada habitación tenía alguna adaptación a los niños, en el caso de Ocho, sus paredes estaban convertidas en lo que eran extensos pizarrones, que cada noche eran borrados y ecuaciones extremadamente complejas aparecían a cada mañana.

—N-No en-en —suspiro frustrado, la pequeña niña de grandes orbes azules miro al moreno con curiosidad. Bajo de un salto de la escalera de madera apoyada a la pared, posicionandose frente al moreno.

—Tranquilo —murmuro en voz baja, sus manos se apoyaron en los hombros del moreno e inclino su cabeza ligeramente a la izquierda observandolo con curiosidad —¿Qué decías?

Número dos, un moreno de pequeña estatura -claro, apenas contaban con seis años- respiro de manera intranquila.

—¿Qu-Qué es lo-lo que ha-haces? —a pesar del obvio tartamudeo, la pequeña entendió cada una de sus palabras, soltó una risa por lo bajo volviendo a verlo.

—Papá cree que es bueno que haga ecuaciones, dice que debo estar preparada —respondió con un ligero encogimiento de hombros. El moreno la observo aún más confundido, pero antes de que abriera la boca y, siendo consciente de que no lograría formular las palabras con fluidez, la castaña se apresuró a agregar —No se exactamente para que debería estarlo —su ceño se frunció, consciente de que no tenía ni la mínima idea de porque hacía aquellos ejercicios que Reginald ordenaba —Supongo que me servirán en algún futuro —le resto importancia, volviendo a la escalera para volver a subir.

—I-Ire por ga-galle-galletas... —tartamudeo nuevamente el moreno, la castaña asintió —¿Qui-Quie-Quieres u-una?

La castaña arrugó su nariz mirándolo por un instante, negando seguido de un pequeño agradecimiento que hizo que el moreno saliera de la habitación.

En realidad le gustaban mucho los dulces, las pocas veces que había podido probarlos, pero Reginald tenía una estricta regla en la que todos los alimentos que entraban en la academia debían ser perfectamente saludables, y comer galletas de proteína o con semillas no era uno de los placeres que llenaba la mente de la pequeña.

Pasaron unos cuantos minutos, subía y bajaba de la escalera para correrla un poco y continuar escribiendo con el marcador en la pared.

No se percató de la presencia de otro de los Hargreeves dentro de su habitación hasta que su voz salió, haciéndola pegar un brinco del susto. Para su suerte, había bajado de la escalera así que podía observar fijamente al castaño frente a ella.

—¿Cinco punto siete? —pregunto frunciendo el ceño, la niña observo como este se acercaba mirando fijamente sus apuntes. Giro de golpe frente a ella —¿Estás segura? —inquirió. Ocho se puso nerviosa, la mirada de Cinco era bastante profunda, por lo que abrió la boca con duda.

—Com-Completamente —aquella simple palabra costó mucho en ser pronunciada por sus labios rojizos, Cinco suspiro mirando a la respuesta un par de veces, intercalando sus ojos entre está y la uniformada frente a el.

Hasta que se encogió de hombros, restándole importancia.

—Si tú lo dices —la castaña balbuceo, volviendo su vista al pizarron, tratando de comprender donde estaba el error. El tono que cinco había usado ya la estaba haciendo dudar, así que comenzó a repasar cada paso en su cabeza, uno tras otro.

Pero sus pensamientos se vieron bloqueados cuando unas manos la hicieron girar en su lugar, Cinco tomó sus mejillas y presionó sus labios contra los rojizos de ella. Por apenas unos breves segundos.

Separándose después, y regocijandose en el orgullo de ver como las mejillas de la castaña se sonrojaban con fuerza.

—Sigo sin comprender porque me saludas de esa forma —murmuro relamiendo sus labios, Cinco se encogió de hombros.

El tampoco tenía pleno conocimiento del porque le agradaba tanto la sensación que le provocaba el sentir los labios de Ocho sobre los de él. Pero sabía que el cosquilleo que sentía, y el orgullo que llenaba su pecho cuando ella lo miraba después de hacer eso, valían la pena.

—Allison puso una película el otro día —comenzo a explicar, sabiendo que Ocho lo escuchaba atentamente —Decian: Te amo. Antes o después  de besarse —le resto importancia.

Cherry lo miro, pensando atentamente en sus palabras, y está vez fue ella quién coloco sus manos sobre sus hombros y presionó sus labios contra los suyos. Sus ojos se habían apretado, consciente de que si veía a los ojos de Cinco, se apenaría.

Hizo lo mismo que el hacía, alejándose segundos después.

Ahora sería Cinco quien la miraba con una sonrisa.

—Bueno... Te amo, Cinco —pronuncio, sin saber que significaban exactamente aquellas palabras.

Cinco la atrajo hasta el, sin idea de porque las ganas de envolverla con sus brazos eran tan grandes. La manos de ella se sujetaron de sus hombros, con algo de duda.

El castaño se alejo segundos después, consiguiendo que su rostro estuviera frente al de ella.

Tambien te amo, Cherry —respondió, presionando otra vez sus labios contra los de ella.

Podían ser muy inteligentes, como muy pocos en el mundo lo serían, y Reginald estaba orgulloso de ello. Pero el hombre del monóculo había pasado algo por alto, y era que como todo ser vivo, necesitaban de amor en sus vidas.

Cherry y Cinco no tenían idea de como, pero sentían aquel sentimientos por el otro, sin saber lo que significaba. Pero ahí estaba, desde el primer momento en el que la consciencia era parte de sus días, había algo que les impedía alejarse del otro y, al no saber que era, solo tratarían de hacer caso del pequeño tirón que aparecía en sus cuerpos cuando del otro se trataba.

¿Qué había en el interior del edificio de la Academia Umbrella entonces? Sencillo de explicar, un inocente amor de dos niños, que no sabían que aquellas dos palabras eran realmente mucho más complejas de lo que creían.

Aprenderían lo que era el amor... A su manera.

¹ 𝗖𝗢𝗙𝗙𝗘𝗘 | cinco hargreeves (reescribiendo)Where stories live. Discover now