❪ 11. WHEN SHE WAS BORNED ❫

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𝗖𝗢𝗙𝗙𝗘𝗘: CUANDO ELLA NACIÓ

PRIMERO DE OCTUBRE de mil novecientos ochenta y nueve, once con cincuenta y cinco minutos

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PRIMERO DE OCTUBRE de mil novecientos ochenta y nueve, once con cincuenta y cinco minutos.

Sir Reginald Hargreeves, además de ser un excentrico millonario, también era un genio, uno de los seres más brillantes en todo el universo.

—Finalmente —murmuro el viejo, observando a través del cristal, las paredes metálicas los rodeaban, gruesas, asegurando el lugar.

—¿Esta seguro de esto, señor? —pregunto el simio, Reginald no lo observó, su mirada estaba fija y perdida en aquella especie de incubadora metálica que se encontraba frente a ellos.

Del otro lado del cristal.

Habían pasado cinco minutos exactos desde que el calor en la habitación había aumentado, los químicos burbujeaban.

Pogo observo la pequeña esfera roja que de encontraba dentro de la cápsula, misma que el hombre del monóculo se había encargado de manipular.

—Ella querría que lo hiciera —murmuro Reginald, suponiendo que aquello había sido suficiente como respuesta para el simio.

Aun así, el primate seguía inseguro.

—Mi señor —trataba de no titubear —Estamos arriesgandonos demasiado... Podría nacer sin poderes, o sin alguna extremidad, podría no vivir por más de un par de minutos o...

—Es hora —lo interrumpió, haciendo que Pogo bajara la mirada, con un nudo en la garganta. El hombre del monóculo se aproximó hasta el tablero que se encontraba frente a el, antes del cristal.

Las luces parpadeaban, una alarma resonó, como la sirena de un auto de policía.

Once con cincuenta y nueve minutos.

Pogo sujetaba una palanca, así que solo asintió. Reginald tecleo un par de botones, observando como la cápsula comenzaba a sacudirse ante la fuerza de la presión en el interior.

—Se-Señor —llamo Pogo, notando como los movimientos se volvían más bruscos.

—Aumenta el calor —ordeno el del monóculo.

El primate lo hizo.

El ruido de la alarma aumento, siendo así que se escuchaba cada tres segundos.

—Inicia la cuenta regresiva —tecleo un par de cosas más, las luces en el tablero parpadeaban.

Treinta segundos.

Pogo se alejo de la palanca, presionando un botón en el tablero antes de que una de las pantallas comenzará a presentar los números.

Veinticinco.

—Activa los neurotransmisores —otro botón más.

Veinte.

—Las ondas de frecuencia están en su punto más alto —informo el primate.

Quince.

—Aumenta el calor —ordeno entonces.

Diez.

—Señor... —una de las cápsulas que contenía un líquido amarillo reventó, el líquido cayó contra el suelo mientras la cápsula en el centro de la habitación seguia agitándose.

Cinco.

—No hay marcha atrás, debemos continuar.

Cuatro.

Otra cápsula, con un líquido azul, comenzaba a sacudirse.

Tres.

—Si nos quedamos sin gama lazuli no servirá de nada —advirtio notando como el líquido en esta comenzaba a evaporarse. Reginald maldijo entre dientes.

Dos.

La cápsula en el centro dejo de moverse, al igual que todo del otro lado del cristal, de un instante a otro, todo se había quedado quieto.

Uno.

—¿Qué está...? —y una explosión resonó, sin romper el cristal pero sorprendentemente logrando que ambos cayeran contra el suelo.

Primero de octubre de mil novecientos ochenta y nueve, doce en punto.

El llanto de un bebé se escuchó resonar, Pogo fue el primero en reaccionar, mientras Reginald trataba de orientarse.

El primate se acercó al cristal, la cápsula había reventado pero había algo sobre la mesa aún.

Algo moviéndose.

El llanto se hacía más fuerte.

Reginald se levantó, aún mareado, más de acercó a la puerta de metal y abrió está de golpe, sujetándose del marco para no tambalear.

Se acercó, con pasos inseguros hasta la mesa y sus ojos de iluminaron en cuanto noto la pequeña figura sobre la mesa.

—¡Pogo, las toallas! —el primate las llevo tan rápido como pudo, extendiendolas para que el del monóculo las tomará.

La sujeto entre sus brazos, envolviendo su pequeño cuerpo entre ellos, cubierto de un vizcoso material rojizo.

Sus llantos salían de su garganta, mientras se removia entre los brazos de su padre, en búsqueda de calor.

—Es una niña —murmuro, pasando la suave tela por la punta de su nariz, el ceño de la infante se frunció mientras su llanto comenzaba a desaparecer.

—Es bonita —hablo Pogo, estirandose un poco para verla, Reginald no respondió, su mirada estaba fija en la pequeña, su pequeña.

Sentía como si su oscura consciencia estuviera siendo iluminada.

Alyssa —murmuro nuevamente, confundiendo a Pogo.

—¿Disculpe, señor?

Alyssa Hargreeves —por segunda vez, solo que asegurandose de que lo escuchará —Ese es su nombre, Alyssa Hargreeves es su nombre —repitió.

Su cuerpo se removia, en busca del calor que Reginald emanaba, sus puños rozaban contra sus mejillas regordetas.

—Bienvenida a este mundo, Alyssa —hablo Reginald, comenzando a caminar hacia la puerta, y cuando cruzó está, pudo notar como los párpados de la pequeña en sus brazos hacían el ademán de abrirse, suavemente y de poco a poco.

Cuando finalmente lo hicieron, un par de enormes orbes de un frágil azul lo observaban, paseando por cada razgo de su rostro.

—Es hora de ir por los otros.

¹ 𝗖𝗢𝗙𝗙𝗘𝗘 | cinco hargreeves (reescribiendo)Where stories live. Discover now