1. Mal entendido

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Siempre he creído que ver documentales de asesinos cuando estoy solo en casa es una pésima idea, pero no sé porque siempre que mis padres salen, termino sentado en el sillón de la sala, con los ojos puestos sobre el televisor y los sentidos alerta, por si acaso un asesino a sueldo viene a tocarme la puerta.  

   Tan paranoico como lo estoy justo ahora.

   Renjun cree que la mayoría de las veces exagero todo lo que le digo. Pero yo no estaría tan seguro. Ya quisiera ver a mi mejor amigo solo en su casa, con las luces apagadas, buscando casos de secuestros que terminaron en canibalismo, a ver si es tan sencillo de asimilar como dice.

   — ¿¡Diez años de secuestro!? —jadeo, incrédulo. Me llevo ambas manos al pecho, el corazón me late con fuerza. No puedo creer lo que el narrador está diciendo, parece una broma (una de muy mal gusto, por cierto)— ¿¡Cómo pudo soportarlo por tanto tiempo!?

   Sin saberlo, me acerco un poco más hacia la televisión, a pesar de que los ojos me lloran por el brillo y de que estoy ansioso por cualquier cosa que pueda aparecer, y veo, sorprendidísimo, a la chica que supuestamente vivió dentro de una caja por más de diez años y que además, tuvo siete hijos con su secuestrador.

   Trago saliva y me llevo ambas manos hacia la boca, ahogando un grito. Simplemente no puedo creer hasta donde la crueldad humana puede llegar. ¿Acaso Lady Gaga acertó aquella vez al decir que la tierra es el verdadero inferno?

   Gracias a los Dioses después de algunos minutos el documental termina de manera más o menos agradable. Lo que podría catalogarse como un final feliz, pues la chica es liberada y el tipo loco encarcelado.

   Los créditos en la pantalla aparecen y es estúpido sentirme a salvo, pero es así como me siento. Me apresuro a ponerme de pie y a encender todas las luces de la casa como si con eso pudiera mandar al demonio las malas energías. Poniendo en el proceso un video de recetas de pasteles en la tele para bajarme el susto.

   Veo la hora en mi celular y me doy cuenta de que es más de media noche. Aunque, creo que todavía estoy de ánimos para cenar algo, el hambre no conoce de horarios después de todo. Voy a la cocina y me preparo un ramen. Mañana tengo escuela y es momento de que vaya a dormir si quiero levantarme temprano, pero el hambre llama y no puedo simplemente ignorarla.

   Mis padres han ido a cenar por su aniversario, pero siempre que dicen que volverán "tarde" lo hacen hasta el día siguiente. No estoy muy seguro de cómo se supone que pasan su día juntos y sinceramente es algo que prefiero no saber.

   Por mi propia salud mental.

   En cinco minutos mi ramen ya está listo. Me lo sirvo en un tazón y me lo como viendo una receta de un pastel de Red Velvet que se ve delicioso. Amo cocinar, pero amo aún más hornear pasteles. Creo que estoy hecho para ser un repostero, aunque aún no se lo he dicho a nadie. Me da un poco de vergüenza decir que me apasiona estar en una cocina en lugar de una oficina.

   Después de sorber mis fideos y de tomarme una lata de gaseosa para acompañarlos, ya estoy listo para irme a la cama, sin embargo, mi plan se ve súbitamente interrumpido cuando mi teléfono celular comienza a sonar.

   El timbre no es el típico corto de un mensaje; es más largo, y entiendo de inmediato que se trata de una llamada. Me desconcierto un poco por la hora, pero no descarto la posibilidad de que sean mis padres. A veces les gusta asegurarse que estoy bien y que ningún asesino serial ha venido a cortarme la cabeza mientras duermo. O bueno, al menos esa es mi teoría.

   Pero, el remitente que me arroja mi teléfono no es el de mi madre, mucho menos el de mi padre. En realidad, ni siquiera es alguien con quien yo converse demasiado.

Extraño |NoMinWhere stories live. Discover now