16. Pelea

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El sonido de la puerta siendo abierta en el recibidor, es suficiente incentivo para que nos separemos de golpe. Con la respiración agitada y los labios hinchados, jadeo y trato de controlarme al tiempo que, Jeno suelta un gruñido de lo que parece ser autentica frustración. Ninguno de los dos desea separarse, pero es necesario hacerlo, mis padres no nos pueden atrapar así.   

   —No podemos seguir —balbuceo, y en el proceso de querer agregar algo más, mi boca vuelve a ser objeto de sus calientes besos—. M-mis padres acaban de llegar.

   Jeno me ignora, o finge que lo hace, pues no me escucha. Sube sus manos hacia mi nuca y tira gentilmente de mi cabello hacia atrás, besando la extensión de mi cuello. Acaricia con sus delgados y largos dedos mi pecho desnudo. Suspiro gracias a sus piadosas caricias y dejo (aunque sé que no debo) que continúe llenándome la piel de mimos.

   Mis sentidos están por completo ahogados de él. Me encuentro súbitamente abrumado por su presencia y el hechizo de su efusión es tanto, que me cuesta saber por breves segundos dónde estoy y lo que se supone que debería de hacer.

   —Jeno —mascullo, reprimiendo un gemido de puro placer cuando sus dientes se clavan sensualmente en el lóbulo de mi oreja—. Mis pa-padres.

   —Lo sé.

   Dolorosamente me separo de su boca y con los ojos nublosos y la cabeza en las nubes, busco en el suelo mi camiseta, que encuentro rápidamente hecha girones a nuestros pies. Jeno la recoge y me la tiende con una sonrisa, haciendo que las ganas de comérmelo a besos se vuelvan incontrolables; su cabello despeinado, su sonrisa coqueta y sus labios rojos, están a punto de darme el valor suficiente para pedirles a mis padres que salgan de la casa por un momento más.

   — ¡Jae! —escucho a mi madre gritar desde el piso de abajo—. ¡Jeno! ¡Ya estamos en casa!

   Algo, sin saber con certeza que, hace que Jeno convierta su sonrisa en un gesto monumental que vuelve a sus ojos dos medias lunas y sus dientes mostrarse en una fina hilera. Procuro no embobarme con el gesto y bufo con un poco de bochorno mientras me pongo la camiseta. Acomodo mi cabello para que no sea un desastre y le pido que salga primero para que baje a saludar. Sin embargo, la idea no es precisamente de su agrado y termina negándose. Francamente lo entiendo, ambos tenemos un problema entre las piernas y sería demasiado vergonzoso enterar a mis padres, de lo que minutos antes de su llegada, estábamos haciendo.

   — ¡Ya vamos! —grito de regreso, tratando de imaginar las peores cosas con tal de que la erección entre las piernas se me baje.

   Recuerdo que una vez Yuta nos dijo (no tengo idea porqué) que la mejor forma de bajarse una erección es pensando en tu abuela. Pero no estoy seguro de que mi abuela tenga la culpa de que yo esté de calenturiento. Así que descarto esa posibilidad y mejor me pongo a pensar en la cara del director Lee, que está llena de asquerosos granos que parecen a punto de supurar en cualquier momento.

   Un escalofrío me recorre entero. Ugh, creo que esa no fue una buena idea.

   He de reconocer que no soy un santo, mucho menos mojigato. Me he masturbado las veces necesarias para saber que cuando el cuerpo pide ser atendido, no hay fuerza en el mundo que contradiga sus deseos. Pero, esto es algo completamente diferente, porque para empezar nunca me había excitado por alguien en específico. No quiero decir que esto me convierte automáticamente en un pervertido, pero es algo que no deja de ser extraño y hasta cierto punto, vergonzoso.

   Jeno por su parte, pasa las manos por su rostro y suspira antes de caminar hacia la ventana y perder la vista en la calle. El clima es cálido, pero está a punto de anochecer y es completamente normal que cuando abre el ventanal viento fresco se cuele por la habitación.

Extraño |NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora