23. Despedida

13.3K 1.2K 4.2K
                                    

Yo era algo así como consciente de que en algún punto de mi vida iba a encontrar el amor verdadero, y con ello muchas de las cosas que se dicen sobre el las comprobaría, como los abrazos fuertes, los besos apasionados, las caminatas con las manos entrelazadas, los mensajes de buenos días y bueno, en general todas esas cosas lindas y tiernas que usualmente hacen los enamorados. 

   Despertar a lado de otra persona sinceramente me parecía una de las más tiernas, pero también de las más lejanas. Pues creí que para llegar a esa etapa de mi vida debía pasar mucho, mucho tiempo. Sin embargo, ahora mismo, mientras dibujo figuras imaginarias sobre el pecho desnudo de Jeno no sólo compruebo que estar enamorado es un sentimiento hermoso, sino que el tiempo para conseguirlo realmente no importa.

   No sé cuánto he dormido, pero por la tenue luz que se filtra por las ventanas imagino que ya casi anochece. El calor de su cuerpo me arrulla y sus caricias tiernas me relajan, pero tengo que irme. Entre más tarde se haga, más difícil será para mi inventarles una excusa a mis padres.

   —Tengo que irme.

   —No lo hagas —Jeno replica y aunque no esté mirándolo sé que está haciendo un puchero—. Quédate un rato más.

   — ¿A qué hora llega tu tía? —pregunto mientras alzo la mirada y me encuentro con sus preciosos ojos oscuros. Tiene el cabello revuelto y los labios rojizos por los insistentes besos que nos damos—, ¿puedo darme una ducha?

   —No tienes que preguntar, precioso —me sonríe y deposita un dulce beso sobre mi frente—. Y por mi tía no te preocupes. No creo que llegue antes de la media noche.

   — ¿Trabaja?

   —Es enfermera.

   Lo miro con curiosidad, la verdad es que no me lo había preguntado.

   —Wow, eso muy genial. Yo tengo una tía doctora y es estupenda para hacerme justificantes.

   — ¿Explotas a tu tía para que te deje faltar a la escuela?

   —A veces —le saco la lengua y él se ríe—, ¿la tuya trabaja demasiado?

   —Sólo cuando tiene turnos nocturnos —hace una mueca y sus dedos masajean mi cuero cabelludo. Juro que si no se detiene, me voy a volver a dormir entre sus brazos—, toda esta semana ha estado teniendo de esos.

   Asiento y vuelvo a recargar la cabeza contra su pecho. No quiero que esto termine, se siente tan bien poder compartir un momento íntimo con él, que deseo postergarlo lo más que pueda.

   — ¿Y cómo te trata ella? ¿Es buena contigo?

   — ¿Si no lo es vas a regañarla?

   Sonrío y le doy un besito en el pectoral.

   —Tal vez.

   Se ríe y sus manos dejan de acariciar mi cabello para dirigirse a mi espalda desnuda.

   —Es buena —no puedo evitar soltar un suspiro, es más que un alivio para mí escuchar eso—. No he podido verla mucho por su trabajo, pero ella definitivamente se alegra de tenerme aquí.

   — ¿Es hermana de tu padre?

   —Sí.

   — ¿Y tus padres? —dudo un poco por mi pregunta, pero no me detengo—, ¿Cómo están? ¿No han hablado contigo?

   Sus caricias se detienen, pero no parece tensarse y eso es bueno. Él sabe que todavía me debe una explicación, una que celosamente guarda para no preocuparme. No obstante, ya es tiempo de que abra su corazón y deje que las heridas comiencen a sanar.

Extraño |NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora