19. Canto

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Jeno despierta hasta pasada la una de la tarde. Por un momento pensé que se iba a quedar dormido durante todo el día, pero al verlo atravesar confusamente la sala para llegar a la cocina; con los pies descalzos, el pantalón a la altura de la cadera, el pecho desnudo y el cabello revuelto, la posibilidad de tener un poco de tranquilidad en mi propia casa queda más que descartada.

La taza de café caliente que sostengo entre mis manos es un buen distractor, pero no el suficiente, pues por más que le doy un par de sorbos, quemándome la lengua en el proceso, es imposible que aparte mis hambrientos ojos de él.

    ¿Por qué demonios no se ha puesto una camiseta?

   —Jaemin —mi nombre con voz de recién levantado es lo primero que dice en cuanto pone un pie en la cocina. Mis estúpidos sentidos reaccionan y un escalofrío me recorre de pies a cabeza—. ¿Cómo llegué aquí?

   Así que no lo recuerda.

   Supongo que ya me lo esperaba. Investigué más allá de lo que dicen las superficiales novelas que salen en la tele y descubrí que en la mayoría de las veces el estado de embriaguez puede arrebatar pedazos pequeños, pero importantes, de memoria. Mismos que vuelven cuando la mente se encuentra despejada y el cuerpo relajado.

   Espero que Jeno esté lo suficientemente relajado para afrontar lo que viene.

   Negado a contestarle, dejo la taza de café en la barra y voy hacia las gavetas. Me pongo de puntitas y alcanzo otra taza, sintiendo su penetrante mirada quemándome la espalda. No quiero responder sus preguntas, maldita sea soy el menos indicado para decirle lo que pasó, ¿por qué no mejor le llama a Yukhei o hace un intento por recordar lo que hizo? No estoy en condiciones de decirle nada, no pegue ojo en toda la noche y es por eso que precisamente intento darme energía con la cafeína. A ver si con eso evito quedarme dormido frente a sus ojos.

   Giro sobre mis talones y le sirvo agua caliente acompañada de dos cucharadas de café, sin agregar azúcar. Vuelvo a tomar mi lugar en el banquito y dejo la taza en la barra, impulsándola hacia su dirección, cuidando que el líquido no se desborde, al parecer no medí bien y serví demasiada.

   — ¿Jaemin?

   Mi falta de respuesta lo pone nervioso. Pero en este momento me siento incapaz de decir algo. Prefiero quedarme callado y evitar discutir. De todas formas parece que Jeno ni siquiera recuerda cómo es que llegó aquí.

   —Deberías beber esto —digo dócilmente mientras regreso la atención a mi propia taza y pienso en lo que estaría bien hacer para el desayuno, que más bien se ha convertido en comida completa, tomando en cuenta la hora. Mis padres dijeron que volverían en la tarde y en el refrigerador tenemos los ingredientes suficientes para preparar algo y sobrevivir hasta que lleguen.

   —Jae, ¿estás molesto?

   Sigo sin contestar, porque la verdad es que no lo sé. Desde la llamada que le hice a Renjun en la noche me siento extraño. No sé si estoy molesto, no sé si estoy feliz. Es como una mezcla de emociones que se juntaron tanto, que ya ni siquiera las puedo separar para comprenderlas a cada una.

   Por un lado, los acontecimientos de la noche anterior me hacen estremecer; recuerdo todas las palabras dulces que me dijo al oído y que prometen cosas maravillosas. No obstante, la voz de Renjun diciendo que esto es una pelea más de novios que pronto se solucionará termina por matar toda esperanza. 

   —Jaemin, por favor, háblame, siento que el silencio me está matando. No recuerdo nada y tengo miedo de haber dicho algo de lo que me pueda arrepentir.

   Lo miro y por su expresión puedo entender que está a medio paso de la crisis existencial. Oh, Jeno, qué más quisiera yo que ayudarte y ser el soporte que tanto necesitas. 

Extraño |NoMinWhere stories live. Discover now