34. Siempre tuyo; Parte 1

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Jaemin

El estetoscopio me hace estremecer cuando entra en contacto con la piel de mi espalda. Los parpados me tiemblan un poco cuando la lucecita molesta de la lamparita los analiza. Y el esfigmomanómetro con su presión me produce ansiedad al sentir que no deja de apretarse. Como si quisiera succionar mi brazo.

   Mientras el doctor, que es un hombre mayor, hace la revisión no esboza ninguna expresión. Puede que esté demasiado acostumbrado a hacer este tipo de cosas como para sorprenderse por mi fatiga o en todo caso, por la poca vitalidad con la que ando últimamente.

   Mi madre en cambio, está mirándome fijamente desde la otra esquina del consultorio. Tiene los brazos cruzados y su pie derecho no deja de golpear el suelo. Corrí con la suerte de que mi padre ha tenido que trabajar por la mañana y ella es la única que me amenaza silenciosamente cada vez que tiene la oportunidad.

   —Toma asiento Jaemin. Ya he revisado lo suficiente.

   Me bajo de un saltito de la camilla, en donde me encontraba para la revisión general, y me dirijo hacia su escritorio mientras mi madre toma la silla opuesta y lo hace también.

   Aun no entiendo el porqué de su insistencia por traerme al doctor. Sé que durante estos días no he tenido el mejor ánimo de todos, pero, me parece de más que ella piense que voy a morir en cualquier momento o alguna cosa así.

   — ¿Y bien, doctor?

   —Lo que tiene su hijo no va más allá de una mal nutrición derivada de saltarse constantemente las comidas. ¿No es así jovencito?

   De nuevo siento la mirada de mi madre sobre mí y termino cabizbajo. No soy tan descarado para negar lo evidente. Me siento como un niño pequeño al que le echan la bronca porque no se come los vegetales. Es tan vergonzoso.

   —Escucha hijo, los chicos de tu generación son muy inteligentes —el hombre se aparta las gafas y se pelliza el puente de la nariz con hastío—. Sé que tú sabes todo lo malo que puede pasar sino te alimentas bien. Es necesario que tomes todas tus comidas y que no te saltes ninguna. De lo contrario la próxima vez que vengas aquí será en una camilla por inanición, ¿entendido?

   Mi madre, ante tal predicción, suelta un jadeo y se lleva las manos a la boca, horrorizada. Yo por mi parte, creo que el hombre exagera.

   —Tampoco es para tanto. Si me alimento.

   —Jaemin, estás cinco kilos por debajo de tu peso ideal. No creo que la báscula y yo coincidamos contigo.

   Las mejillas se me incendian de inmediato ante tal acusación. Esto no puede ser cierto, ¿Cuándo demonios bajé tanto de peso? ¡Pero si me la paso comiendo todo tipo de chucherías!

   — ¿No podría ser un poco más severo con él doctor? —mi madre interviene y deja de mirarme asesinamente para concentrar su atención en el pobre hombre que sólo quiere hacer su trabajo—. Este niño me va a dar un infarto. Sobrevive a base de café y hace una semana que no duerme bien. Por favor, dígale que si no se cuida lo va a internar, a darle una inyección o qué sé yo.

   Sinceramente no creo que sea obligación del doctor regañarme. Si acaso lo será darme algún consejo. Pero en este momento lo que menos me conviene es hablar. A mi madre le sobran razones para querer estrangularme con sus propias manos.

   —Mire, señora Na, su hijo ya no es un niño. Él sabe lo que hace, tiene la edad suficiente como para entenderlo —vuelve a colocarse las gafas y toma un bolígrafo para escribir lo que creo, es mi receta médica—. Le voy a prescribir un suplemento alimenticio. Que se lo tome por las mañanas y por las noches. Pueden adquirirlo líquido o en polvo, pero lo tiene que acompañar con sus comidas. Que le esté recetando esto no quiere decir que es lo único que va a comer, ¿de acuerdo?

Extraño |NoMinWhere stories live. Discover now