15. Respuestas

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La única razón por la que Jeno se separa de mí y me mira con los ojos húmedos y la punta de la nariz enrojecida, es porque se ha cansado de llorar. No me lo ha dicho directamente, pero es algo bastante obvio. 

   —Soy un desastre, ¿no es así? —susurra, mientras se separa de mi cuerpo e intenta sonreír sin éxito. Llevo ambas manos a su rostro y con las yemas de mis dedos limpio sus parpados rojos e hinchados—. Debo estarte quitando tiempo, ¿qué clase tienes?

   —Eso es irrelevante ahora —musito, bajando los dedos por sus mejillas húmedas, acariciándolas lentamente. La marca rojiza se le ha borrado, lo único que queda como evidencia de su tormento son pequeños puntitos escarlata por toda su cara, pero esos son producto de las arrugas que mi propia camiseta ha dejado, por servir como pésimo soporte—. ¿Quieres que vayamos a casa?

   Porque el lugar donde eres feliz es tu hogar. Quiero decirle, pero no pretendo insinuar que el único lugar en donde ha sido realmente feliz es en mi casa. Eso sería muy pretensioso de mi parte, además, no estoy seguro de ello, aunque me encantaría que así fuera.

   —Tú tienes que volver a clases —responde con media sonrisa. Mi mano termina en su afilada mandíbula y cuando estoy a punto de retirarla Jeno la atrapa y comienza a besarme los dedos. Contengo un suspiro mientras me mira profundamente a los ojos—. Deberías irte, se te está haciendo tarde.

   Aunque sus labios paseándose por mi piel no concuerdan para nada con sus palabras. Contra mis verdaderos deseos asiento con la cabeza y sólo después de que me llena la mano de besos y el corazón de calidez, la aparto. Siento las mejillas enrojecidas y la mano me quema, ahí, justo donde sus labios deambularon segundos atrás. Descubro de improviso que Jeno tiene todo lo que creo que me puede volver loco; ternura, carisma, amor y belleza.

   No importa que haga, que diga o como actué, todo él tiene una forma única de hacerme perder la cabeza.

   Aquello me asusta. Bueno, en realidad me aterra. Pero este no es momento para confundirme con necias cuestiones. Jeno está pasando por una situación difícil y lo que necesita es apoyo, no que intente forzarse a sí mismo por lo que sea que esté pasando entre ambos.

   — ¿Qué vas a hacer saliendo de la escuela? —paso de su pregunta, mientras tiro de su mano con suavidad y lo llevo hacia donde minutos antes estaba escondido, tomando los exámenes del piso. Por suerte me ha hecho caso y los pedazos del reconocimiento los lleva en la mochila, que sólo hasta después noté llevaba detrás de la espalda—. ¿Quieres que nos vayamos juntos?

   Soy consciente de que ese es un lujo que todavía no podemos darnos, sobre todo porque a ojos de los demás seguimos siendo unos completos extraños. Pero, ¿eso realmente importa ahora? No lo creo. Pueden pensar lo que quieran, en este momento me siento tan fuerte, tan poderoso, que creo firmemente poder pasar de ello sin que me importe.

   Acomodo los exámenes contra mi pecho y durante ese lapso de tiempo Jeno no dice nada, ¿estará pensando lo mismo que yo? ¿Tendrá el miedo latente del qué dirán?

   —No quiero ser una molest...

   Giro sobre mis talones y con suma urgencia llevo uno de mis dedos hacia sus labios, silenciándolo. No quiero escucharlo decir eso nunca más. Jeno no es ninguna molestia; es una persona que merece todo el amor y el respeto del mundo. Quien sea que le haya hecho sentir lo contrario, necesita hacer una evaluación exhaustiva de su propia maldita vida.

   —Te veo afuera de mi casa, ¿sí?

   Acaricio el lóbulo de su oreja y Jeno cierra los ojos, apoyando su mejilla contra la palma de mi mano, como si fuera un gatito buscando cariño. Sonrío con ternura, y continuo subiendo y bajando los dedos. Me encanta ver que puede ser capaz de relajarse, incluso en momentos de tensión.

Extraño |NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora