20. Siempre

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Quisiera decir que tengo idea de lo que estoy haciendo, pero sinceramente nunca he sido muy bueno mintiéndome a mí mismo. 

    — ¿Qué tú quieres hacer qué?

   Incluso mi madre ha dejado de leer su libro favorito de Rainbow Rowell para lanzarme por encima de sus gafas una mirada desconcertada. Reconozco que mi manera para pedirle esto no fue la más adecuada, pero también debería tomar en cuenta que estoy a punto de entrar en pánico y que su reacción perpleja no ayuda en nada.

   —Faltar a la escuela —repito con rotundidad, acto seguido me muerdo el labio inferior y entrelazo las manos detrás de mi espalda, balanceándome sobre mis talones—. Te prometo que mañana no tenemos nada importante que hacer.

   Ella se quita las gafas y arquea las cejas.

   —Jaemin, estás a mitad del semestre, ¿cómo no vas a tener nada importante que hacer?

   —Bueno, no es taaaan importante. No creo que vaya a reprobar por eso.

   La razón por la que le estoy pidiendo a mi madre saltarme las clases con tanto descaro es gracias a una sensación de culpabilidad que me ha estado recorriendo desde las últimas horas.

   No puedo superar que Jeno nunca antes haya festejado su cumpleaños y desde luego que tampoco puedo superar lo poco que le importa reconocer algo así en voz alta. 

   Sé que no todos sentimos la necesidad de festejar nuestros cumpleaños y que probablemente no mentía con eso de que con sentirse vivo basta, pero yo, que tengo una perspectiva diferente no puedo dejarlo así. Necesito festejarlo, hacerle ver que los cumpleaños son la cosa más maravillosa del mundo cuando se pasan a lado de las personas a las que les importas y si una vez que lo haya probado decide quedarse como antes, entonces voy a respetarlo.

   —Jaemin, hijo, ven acá. Siéntate.

   Enfoco la mirada en mi madre y veo que se hace a un lado, dejándome un hueco en el sillón para que me siente. Los dos cabemos a perfectamente a pesar de que el sillón es solo para una persona. Siempre me ha causado gracia que tanto mis padres como yo tengamos una estatura promedio, la ventaja de ello que es entramos en todos lados. Venimos como en un práctico empaque.

   — ¿Estás molesta? —me acurruco contra su pecho y mi voz tiene ápices de duda.

   —Por supuesto que no, mi cielo. Sólo quiero saber porque de repente quieres mi permiso para saltarte las clases. Nunca me habías pedido algo así.

   Dejo que sus delgados brazos me rodeen la espalda y coloco el mentón sobre su hombro. Su sedoso cabello rubio me hace cosquillas y el aroma de su perfume es dulce y tranquilizador. Admito que soy una persona muy táctil, siempre me ha gustado ser afectuoso físicamente, pero aún más con mis padres, pues desde que era un niño me enseñaron a que las cosas mejoran considerablemente con una sonrisa y un fuerte abrazo.

   No puedo creer que Jeno nunca haya tenido algo como esto en su vida. No soy madre, ni tampoco padre, pero por simple lógica me pregunto, ¿cómo puedes ser tan despreciable con alguien que proviene de ti? ¿Cómo puedes darle la espalda a alguien que es tu propia sangre?

   Puede que suene egoísta, pero es en situaciones como ésta en donde uno comienza a valorar un poquito más lo que tiene. Mis padres a pesar de que se la viven en un trabajo estresante, buscan tiempo para mí, están dispuestos a escucharme y a darme su apoyo hasta en las cosas más tontas. Una que otra vez llegué a pensar que son demasiado afectuosos o sobreprotectores, pero después de conocer la historia de Jeno, borro tan tontos pensamientos y me permito disfrutar de lo que tengo.

Extraño |NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora